Las primeras investigaciones develan que fueron hechos planificados y que hubo participación de francotiradores “altamente entrenados”.
Desde cuatro “trincheras” y con fusiles de guerra operaron “francotiradores altamente entrenados” que cegaron la vida de uno de los cuatro policías asesinados durante los bloqueos de los seguidores de Evo Morales en Llallagua, Potosí, reveló anoche el director nacional de la FELCC, Wálter Sosa.
“Lo que hemos podido establecer son cuatro lugares donde se han podido identificar trincheras improvisadas o casamatas para realizar sus disparos”, explicó Sosa en conferencia de prensa sobre los lugares desde donde operaron los francotiradores que acabaron con la vida de los policías en el punto más violento de la protesta evista. Los detalles fueron brindados durante el reporte del avance de las investigaciones sobre lo sucedido en Llallagua.
Trincheras
Una de esas cuatro trincheras permitía una visión general de Llallagua, que coincide con videos que mostraban a un hombre con un arma con mira telescópica, días previos a la emboscada a los policías, según las pericias del Instituto de Investigaciones Técnico Científicas de la Universidad Policial (Iitcup).
La segunda “trinchera” permitía una visión de los puntos de acceso a Llallagua, tanto por Huanuni como por Uncía, al igual que la tercera.
El cuarto francotirador fue ubicado en un “sector estratégico”, desde donde, de “acuerdo con las pericias de balística de efectos, a partir del disparo de arma de fuego” se hizo el tiro que cegó la vida del teniente Brayam Jorge Barrozo, de 22 años, de la Unidad Táctica Delta, el 11 de junio.
“En este lugar se ha colectado una vaina servida calibre 7,62. Estas personas estaban utilizando fusiles de alto poder, vale decir fusiles de guerra para causar bajas en nuestros efectivos policiales”, denunció Sosa.
El director nacional de la FELCC, Wálter Sosa.
Desde la cuarta “trinchera” hasta el lugar donde fue asesinado Barrozo, se calculó una distancia de 200 metros, lo que refleja la precisión y planificación del disparo. De hecho, el chaleco antibalas del teniente fue “perforado por el proyectil de alto poder en ambos lugares, de ingreso y de salida”.
De acuerdo con los registros fotográficos de la FELCC, las “trincheras” de los francotiradores tenían la forma de un hueco para al menos una persona. En el lugar, la Policía encontró restos de comida, agua y otros insumos.
Además de Barrozo, otros dos policías y un bombero fueron asesinados por los seguidores de Morales, en un hecho que el comandante general de la Policía Boliviana, Augusto Juan Russo, definió como una “violencia planificada” de personas que mostraron su “desprecio por la vida” de los policías.
Se trata del teniente Carlos Apata Tola, que fue capturado y golpeado hasta su muerte en Aguas Calientes.
Al igual que Apata, el bombero sargento primero Jesús Mamani Morales fue capturado por los bloqueadores en Aguas Calientes y brutalmente golpeado. La causa de su muerte fue lesión en centros nerviosos superiores, hemorragia subdural, traumatismos craneofacial cerrado por elemento contuso.
Torturas
Según las investigaciones, los policías retenidos por los bloqueadores eran desnudados y encerrados en habitaciones donde eran torturados. Sosa destacó la intervención de la médico Ingrid Beramendi, que intercedió para recuperar el cuerpo de Mamani.
A ellos se suma el teniente Cristian Calle Alcón. Su cuerpo fue encontrado en Tacopaya, vía entre Oruro y Cochabamba, con múltiples traumatismos craneoencefálicos que causaron su muerte, pero además sus secuestradores le hicieron explotar una dinamita en el vientre.
A los tres policías y el bombero se suman dos víctimas civiles: Cornelio Franco Ramírez, de 28 años, en Tacopaya, que falleció por dos disparos de un arma de calibre 22, un rifle de salón de uso civil; y en Llallagua, Potosí, murió el estudiante de secundaria Vladimir Aguilar Choque, de 18 años, a causa de la brutal golpiza que le propinaron los movilizados evistas.
En ambos casos, Sosa indicó que se manejan tres hipótesis: una, que fueron confundidos con infiltrados por los manifestantes; la segunda, que tendrían algún tipo de rivalidad; y, la tercera, que se pretendía “inculpar a la Policía de estas muertes”.
“Las conclusiones son que hubo un modus operandi y en este caso la violencia era una característica con asesinatos selectivos, con cuatro lugares o nidos que eran utilizados para los disparos, vale decir francotiradores altamente entrenados”, sostuvo Sosa.
Las protestas de los seguidores de Morales dejaron 203 personas heridas, de las cuales 108 son policías, 16 profesionales de salud y 79 civiles; además se aprehendieron y detuvieron a 143 personas y se secuestraron cerca de Bs 200.000, de los que Bs 97.000 se encontraron en Llallagua y Bs 107.000 en Parotani (Cochabamba), que se presume estaban destinados a financiar las protestas porque sus portadores no supieron explicar ni la procedencia ni el destino.
AEP