El voto nulo no favorece a la democracia

El evismo no entiende de valores democráticos. Lo demostró al intentar desestabilizar con violencia al gobierno de Luis Arce y al proceso rumbo a las presidenciales del 17 de agosto, por una candidatura de Evo Morales prohibida por la Constitución y dos fallos constitucionales. Y ahora lo ratifica con el rechazo de las campañas electorales en el Chapare, las amenazas de sabotaje en la jornada electoral y, especialmente, su llamado al voto nulo, lo que no favorece a la democracia, sino a los candidatos de la derecha.

La Ley 026, de Régimen Electoral, reconoce tres tipos de voto: el válido, que se realiza con un signo, marca o señal visible e inequívoca en el espacio específico de la papeleta; el blanco, que no marca ninguna opción en la papeleta; y el nulo, con marcas, signos o expresiones fuera de los lugares para marcar el voto que intencionalmente anulen la papeleta... o mediante marcas y signos en más de una casilla de votación... o a través de marcas, signos o expresiones que no indiquen con claridad la voluntad de voto.

Si bien el voto nulo tiene respaldo en la norma, al igual que las campañas a su favor, impide el ejercicio democrático del derecho ciudadano a la elección voluntaria de sus autoridades, bajo un discurso que enarbola el voto orgánico, consigna o de protesta, para lo cual se puede recurrir incluso a la presión, vulnerando la decisión personal de los votantes para analizar y elegir entre las candidaturas de su preferencia, entre los pros y contras de los programas de gobierno, lo que en esencia significa el sufragio.

El voto es una decisión soberana y una conquista democrática. Por esto, el artículo 11.2 de la Constitución Política señala que la democracia representativa se ejerce por medio de la elección de representantes por voto universal, directo y secreto, conforme a ley. Mientras que el artículo 26 subraya que los bolivianos tienen derecho a la participación política mediante voto igual, universal, directo, individual, secreto, libre y obligatorio, escrutado públicamente. O sea, obligar a lo contrario atenta contra la democracia.

Además, el voto nulo no tiene peso en el conteo final, solo para la estadística del nivel de participación electoral, porque, como indica la Constitución, solo los votos válidos definen al Presidente o los asambleístas del Legislativo. Más bien, el voto nulo infla y distorsiona los resultados porque no se suma a la base de cálculo de los porcentajes de los ganadores: al reducirse el universo de “votantes válidos”, los porcentajes de todos los candidatos aumentan, por ello, esto beneficiaría sobremanera a los de la derecha.

Desde 2005, los sufragios no válidos no llegaron al 10%. En las elecciones de ese año, los votos blancos y nulos alcanzaron el 7,3%; en 2009, se redujeron al 5,7%; en 2014, repitieron el porcentaje; en los comicios anulados de 2019 bajaron al 5%; y en 2020 obtuvieron la misma cifra. Una muestra de que más del 90% de los bolivianos que va a las urnas asume su derecho a elegir sus autoridades por sobre otras opciones de voto, lo que seguro se impondrá en agosto y será otra victoria democrática contra el evismo.

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