Francisco, el papa de los pobres

El mundo católico despertó este lunes 21 con la triste noticia del fallecimiento de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, quien, como señaló acertadamente el presidente Luis Arce, “no solo fue el líder de la Iglesia Católica, sino también un amigo incondicional de la Patria Grande y ferviente defensor de los más vulnerables”.

Además de recordar y destacar el pensamiento innovador del papado de Francisco, es necesario hacer énfasis en la relación que tuvo con Bolivia y los bolivianos en los 12 años de su gestión.

En julio de 2015, el sumo pontífice visitó Bolivia y dejó un importante mensaje que se sintetiza en tres ejes. Memoria: pidió perdón por los abusos cometidos por la Iglesia Católica contra los pueblos indígenas, en nombre de la fe; igualdad e inclusión: enfatizó en un mensaje de justicia social, humildad y reconciliación; solidaridad: se refirió a la reivindicación marítima boliviana, afirmando que “siempre hay una base de injusticia cuando hay cambio de límites territoriales y, sobre todo, después de una guerra (…) Yo diría que no es injusto plantearse una cosa de ese tipo, ese anhelo (un acceso de Bolivia al mar)”. El Papa también estuvo pendiente del contexto boliviano cuando en 2023 intercambió correspondencia con el presidente Arce y se ofreció a interceder en la investigación sobre los casos de curas pedófilos.

A tono con las palabras que emitió ante el pueblo boliviano, Francisco fue un papa innovador y valiente para imponer en las altas esferas de la Iglesia una mirada progresista y moderna que se sustentó en su idea de “una Iglesia humana para acompañar a la humanidad en sus momentos más difíciles y ayudarla a combatir las injusticias”.

Bergoglio propugnó la necesidad de que el clero, en todas sus esferas, se acerque al pueblo para conocer de primera mano sus necesidades y adecuar el evangelio y las actividades de la curia a esta realidad. Como nunca antes hizo alguno de sus predecesores, se manifestó de manera clara y directa en temas fundamentales históricamente reñidos con los dogmas del catolicismo. Bien lo destacó el presidente Arce al recordar que “su encíclica Laudato Sí, es un legado fundamental para pensar y reflexionar en torno a nuestra Madre Tierra, a la crisis climática y otros males que nos aquejan a causa del depredador sistema capitalista”. Así, además de no tener reparos en fustigar a los círculos de poder que ahondan las diferencias e inciden en la violencia, tampoco tuvo empacho en denostar el genocidio en Gaza, y en abrir las puertas de la Iglesia Católica a las personas con diversas orientaciones sexuales y de género.

Una de las frases más emblemáticas de Francisco resume a cabalidad su pensamiento: “Todo ser humano debe tener tierra, techo y trabajo”. En sus encíclicas, en sus mensajes públicos y en sus viajes por decenas de países, el argentino apostó a toda costa por el diálogo para resolver problemas y encontrar soluciones “compartidas, razonables, equitativas y duraderas”. Y no se debe dejar de lado otra cualidad esencial: predicó con el ejemplo propio la necesidad de ser humildes y, sobre todo, de trabajar por los más desfavorecidos de la sociedad.

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