La Festividad del Señor del Gran Poder, considerada la Fiesta Mayor de los Andes, es una de las principales expresiones folklóricas-religiosas del país, que toma como epicentro la ciudad de La Paz, donde miles de bailarines y músicos hacen gala de suntuosas vestimentas representativas de la diversidad de culturas y danzas que singularizan al Estado Plurinacional de Bolivia.
Entre lentejuelas, plumas y bordados, los músicos y bailarines se encargan de irradiar la magia de esta festividad hacia las principales calles comerciales de la urbe, hasta llegar a las avenidas del centro de la sede de gobierno. Otra importante cantidad de personas acude a la cita para disfrutar de ese despliegue de danza y color, quienes incentivan con cánticos y aplausos a los protagonistas del espectáculo, que durante la jornada honran su promesa al Señor del Gran Poder.
Según los datos históricos, el origen de esta celebración se remonta a 1663, y está ligado particularmente a la fundación del Convento de las Madres Concepcionistas; no obstante, fue en 1923 cuando aparecieron las primeras expresiones de danza popular relacionadas a esta festividad, que se manifestaban en zonas populares donde las familias bordadoras tenían instalados sus talleres.
Con el pasar de los años, esta iniciativa fue sumando adeptos y su capacidad organizativa también evolucionó, es así que en 1974 se fundó la Asociación de Grupos Folklóricos, dándole a este evento tradicional y costumbrista el alcance de fiesta nacional.
Pero esto no quedó allí, ya que en diciembre de 2019 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró a esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, rótulo que fue estrenado el año pasado, luego de dos años de ausencia debido a la pandemia por Covid-19.
Este año, en el marco de la reactivación económica que vive el país, la fastuosa entrada volvió a apoderarse de las calles paceñas. Más de 70 mil bailarines y 8.000 músicos volvieron a dar vida a la mística entrada que se apoderó de las principales calles de la urbe paceña. Con ello, también se desprendió un inusitado movimiento económico que engloba desde el sector artesanal hasta el comercio ambulante que acompaña la celebración de esta majestuosa expresión folklórica de La Paz.