Se empieza a poner la casa en orden

La afirmación del presidente Rodrigo Paz: “No es fácil desmantelar toda la institucionalidad corrupta que nos dejó el MAS durante veinte años, pero lo estamos haciendo”, resume con crudeza el momento histórico que atraviesa Bolivia. Durante más de dos décadas se consolidó una estructura estatal pesada, opaca y permeable a intereses particulares. Hoy, mientras el país transita un proceso de reordenamiento profundo, empieza a emerger con mayor claridad un deterioro institucional difícil de ignorar.

El hallazgo de deudas no registradas, compras irregulares y desfalcos millonarios no es simplemente un inventario de errores del pasado, es el retrato de un Estado que fue debilitado desde adentro, en el que se terminaron normalizando prácticas que hoy golpean directamente el bienestar de la población. Reconocer esa realidad es un primer acto de responsabilidad; enfrentarlo, un desafío mayor.

Sin embargo, la tarea de “poner la casa en orden” no puede verse únicamente como un ajuste administrativo. Es un proceso que exige transparencia, metodología y, sobre todo, voluntad política. El Gobierno ha señalado que continúa recabando pruebas para asegurar que estos hechos no queden impunes. Esta promesa constituye una oportunidad para marcar un antes y un después en la relación entre la ciudadanía y sus instituciones.

Ordenar el Estado no es una tarea inmediata ni lineal, pero cada irregularidad identificada y cada mecanismo de control fortalecido representan pasos concretos hacia un futuro institucional más sólido. Bolivia no puede seguir avanzando con un aparato público que arrastra deudas ocultas o prácticas discrecionales; la modernización solo será posible si se erradican de raíz estas distorsiones.

Hay razones para el escepticismo, pero también para la esperanza. La población ha demostrado en distintos momentos que sabe exigir y vigilar, y hoy cuenta con un Gobierno que reconoce abiertamente la magnitud del daño acumulado. Esa combinación —exigencia social y voluntad política— puede convertirse en la fuerza que impulse una transformación real.

Bolivia se encuentra frente a una oportunidad histórica. Lo que se haga en los próximos meses definirá que este proceso sea recordado como el inicio de una transformación duradera. El desafío no es menor, pero tampoco imposible: reconstruir la confianza, limpiar las instituciones y consolidar un nuevo pacto ético entre Estado y ciudadanía. Si el país logra avanzar con convicción y sin desviarse del camino trazado, entonces sí podremos decir que, después de muchos años, finalmente se empezó a poner en orden la casa que pertenece a todos.

“Estamos empezando a poner la casa en orden”, concluye el Presidente. Si Bolivia logra avanzar sin perder de vista esa brújula, el país no solo reparará lo que fue destruido, sino que podrá sentar las bases de un Estado más transparente, más eficiente y finalmente digno de la confianza de su gente.

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