La despedida de Página Siete fue triste. Se fue por la puerta trasera. Antes de su cierre definitivo, como no podía ser de otra manera, acostumbrado a tergiversar, pidió disculpas al vicepresidente David Choquehuanca por manipular de forma grosera unas declaraciones suyas.
Al menos tuvo la hidalguía de reconocer que se había equivocado.
Fue un yerro de “impresión”, escribió a modo excusa.
Poco antes de admitir su deficiente trabajo, en un insulto descarado al lector, en junio último, había hecho cuestión de Estado de un lapsus del Presidente. De un tema marginal, sin importancia, intentó un aspaviento sin sentido cuando lo urgente era informar sobre la violencia en las escuelas del país, los dolorosos feminicidios o los indignantes casos de curas pederastas.
Qué se puede esperar de un medio que inventó la muerte de un bebé en Chaparina y echar la culpa a otro, de forma artera, por ese error de rigurosidad.
Fue Página Siete el que también dijo que la Iglesia Católica excomulgaría a cinco ministros de Estado de un gobierno anterior. La Iglesia Católica pegó el grito al cielo, donde más podía hacerlo, y obligó a ese diario a retractarse.
Y Página Siete, trastabillando por el apuro, se retractó. Una raya más a su triste credibilidad.
En otra ocasión, Página Siete calificó a un grupo de mujeres en función pública, de forma obscena y sin el menor rubor, de “malcogidas”.
El repudio popular, además de la protesta de las propias afectadas, obligó al diario, que develó su perfil misógino y machista, a pedir disculpas a medias por ese caso porque lo describió como una “broma”.
Insultar fue una chanza para ese medio de extrema derecha.
Página Siete, que quiso arrogarse como el paladín de la democracia, despidió a su columnista María Galindo, una feminista radical que estuvo en su staff por más de un lustro, cuando criticó a la golpista Jeanine Añez.
El desprestigio y falta de credibilidad de Página Siete —que en el último tiempo imprimía 1.500 ejemplares, vendía 500, y recibía 1.000 de devolución— fueron las marcas que le acompañaron.
Su dueño embaucaba con encuestas truchas y manipuladas a políticos y embajadores. En 2020 les hizo creer que Jeanine Añez era la candidata ideal para “salvar” la democracia y cuando abandonó la carrera electoral cambió el rumbo de los “estudios” y dijo que Carlos Mesa le ganaría en las elecciones a Luis Arce.
El votante, el pueblo democrático, le dio en las urnas una bofetada a sus bobas encuestas.
Página Siete se victimiza y no dice que desde el año 2000 los impresos Presencia, Hoy, Última Hora, Pulso, Chuquiago Marka, Primera Plana y la Prensa, solo en La Paz, quebraron porque el modelo de negocios de periódico se agotó en el mundo.
Así las cosas, nadie extrañará a un triste remedo de periodismo y seguro que la democracia estará mejor sin ese medio tergiversador.