La compleja situación actual en cuanto a la importación y suministro de combustibles tiene factores y causalidades de larga data, ante los cuales el Gobierno nacional extrema esfuerzos para paliar la crisis coyuntural y garantizar un abastecimiento mínimo seguro.
El ministro de Hidrocarburos, Alejandro Gallardo, señaló que la falta de dólares es el problema central: se requiere al menos $us 55 millones semanales para cumplir con los cupos de importación de gasolina y diésel, pero en las últimas tres semanas se tuvieron desembolsos de apenas $us 35 millones a $us 45 millones desde el Ministerio de Economía. Aunque desde ayer la estatal garantiza el suministro del 100 % de los volúmenes habituales de gasolina, aún hay retraso en el caso del diésel. No obstante, la siguiente semana llegarán dos buques con millones de litros de diésel.
Para entender este complejo escenario, hay que analizar varios factores interrelacionados. Por un lado, se debe remarcar que el país se enfrenta a una iliquidez de dólares debido al boicot en la Asamblea Legislativa Plurinacional que desde hace varios meses se niega a aprobar créditos de financiamiento: hay al menos $us 1.660 millones bloqueados. Pero, al margen del sabotaje económico, en los últimos años disminuyó considerablemente la producción de petróleo (de donde se refinan los combustibles), debido a la nula exploración en las gestiones de Evo Morales. De manera paralela a este declive en la producción, se da un constante incremento en la demanda y consumo de combustibles, debido al crecimiento del parque automotor y de la producción agrícola (para la que se requiere diésel). Una comparativa permite ver el déficit real generado por la inacción en las gestiones de Morales: en 2014 en Bolivia se consumió 8,8 millones de barriles, 78 % se cubrió con la producción nacional; 22 % con importación. En 2024, la demanda llegó a 14,8 millones de barriles: solo 41 % salió de la producción nacional; 59 % de importaciones. En cuando al diésel, la situación es más crítica: en 2014 se consumió 11,4 millones de barriles: 50 % de la producción nacional, 50 % de importaciones. Para 2024, se llegó a 14,5 millones de barriles: apenas 12 % de la producción nacional, y 88 % de importaciones.
Queda visto que el Estado boliviano tiene una carga muy fuerte y creciente: a medida que baja la producción local, aumenta la demanda; se debe importar más, a precios más altos y, consecuentemente, se incrementa también el desembolso en la subvención. Para enfrentar esta compleja situación, el Gobierno tiene diversas estrategias de probada eficacia, aunque sus efectos mayores son de largo plazo: i) reactivación del upstream: se invierte para explorar y reponer reservas y producir más hidrocarburos y crudo; ii) biocombustibles: se perfilan tres plantas (una está en funcionamiento, la segunda arranca en breve en El Alto) para sustituir en buena medida el consumo y la importación de combustibles fósiles; iii) normativa: se impulsa un cambio en la Ley de Hidrocarburos para atraer más inversiones externas.
Es necesario, entonces, tener una perspectiva amplia para hacer una correcta evaluación coyuntural en un tema crucial como es el abastecimiento de combustibles.