Entre comerciantes, bendiciones y plegarias, la iglesia San Francisco recibió a devotos que marcaron el comienzo de la Semana Santa.
Desde temprano, el aroma del eucalipto y la manzanilla impregnó el ambiente. Las aceras de la avenida Mariscal Santa Cruz, en el centro de La Paz, se transformaron en un mercado improvisado donde las vendedoras, con manos hábiles y canastas rebosantes, ofrecían ramos trenzados con esmero. Así se vivió el Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Santa y congregó a cientos de fieles que acudieron a bendecir sus ramos y renovar su fe.
“Llévese con escarcha, joven, bendición segura”, repetía Paulina Mamani, envuelta en su manta color vino, mientras tejía con rapidez uno tras otro.
Era Domingo de Ramos, y como cada año, la fe ocupó su lugar en la agenda dominical de muchos bolivianos. La iglesia San Francisco, en la sede de gobierno, se convirtió en punto de encuentro entre la devoción y la tradición. Las campanas marcaban el ritmo del ingreso de los fieles que, uno a uno, cruzaban las puertas del templo con los ramos en alto, a la espera de la bendición que inaugura la Semana Santa.
Esta jornada recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, cuando fue recibido con palmas y vítores por la multitud, como un rey de paz. La escena es recreada simbólicamente con la bendición de los ramos, que luego son llevados a los hogares como signo de protección espiritual.
La escena fue un retrato urbano de contrastes: el ruido de minibuses y bocinazos se mezclaba con el murmullo de oraciones. En medio del ajetreo habitual del centro paceño, hombres, mujeres, niños y adultos mayores se abrían paso, con paso firme o lento, pero todos con algo en común: el deseo de renovar su esperanza.
“Cada año vengo con mi familia, es una forma de empezar bien la Semana Santa”, contó Carmen Oblitas, mientras acomodaba el ramo bendecido en el carrito de su nieta. Otros preferían colocarlo en la solapa o entre las páginas del misal, como una protección simbólica para los días que siguen.
Después de la misa, la multitud se dispersó lentamente. Algunos retornaron a casa, mientras otros se detuvieron a saborear alguna delicia tradicional ofrecida en las inmediaciones de la iglesia o en esquinas cercanas. Pero la imagen quedó: una ciudad que, entre el bullicio cotidiano, se concede un respiro para reencontrarse con la fe.
A partir del Domingo de Ramos, comienza un recorrido espiritual que recuerda los últimos días de Jesús. El lunes, martes y miércoles santos evocan la preparación de ese desenlace, con pasajes que narran desde la unción en Betania hasta la traición de Judas.
El Jueves Santo conmemora la Última Cena y marca el inicio de la Pasión de Cristo; es una jornada de recogimiento, dedicada a la eucaristía y al tradicional lavatorio de pies. El Viernes Santo, día solemne en el calendario cristiano, recuerda la crucifixión y muerte de Jesús en el Calvario. En esta fecha, la tradición católica indica no comer carne en señal de respeto al cuerpo de Cristo.
Por esta razón, el viernes 18 de abril será feriado nacional en Bolivia. La jornada está reservada al recogimiento y a la participación en las tradicionales procesiones del Santo Sepulcro, que recorren distintas zonas del país en señal de duelo y reflexión.
Así, con los ramos bendecidos y la fe encendida, los paceños dieron el primer paso de una semana que, más allá del calendario litúrgico, es también un tiempo de introspección, memoria y reencuentro interior.
AEP