El Palacio de Gobierno luego de haber sido quemado

El Palacio Quemado, un patrimonio histórico de Bolivia

Hoy en día, el edificio es un patrimonio emblemático y un importante atractivo turístico, tanto para visitantes nacionales como internacionales. Los Colorados de Bolivia resguardan esta histórica infraestructura que durante años fue la sede de gobierno del país.

El histórico Palacio de Gobierno de Bolivia ha sido testigo de momentos clave en la historia del país, albergando a diversos personajes cuyas acciones dejaron una huella profunda en la política nacional. Sus pasillos y paredes guardan el eco de días marcados por intenciones oscuras y decisiones trascendentales que definieron el rumbo de la nación. Este emblemático edificio presenció ataques, asesinatos, revoluciones y tomas violentas del poder, convirtiéndose en un símbolo de la agitada historia política boliviana.

Este inmueble acogió a distintos poderes políticos que llevaron a cabo una serie de actividades clave en la transformación y reconstrucción del edificio, que hoy conocemos como el Palacio Quemado.

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El origen

El origen del palacio va más allá de la República, cuando los españoles llegaron al territorio y fundaron la ciudad de La Paz, que era como un punto intermedio entre las grandes ciudades del Cusco y Potosí, por el descubrimiento de la mina de plata. La ciudad de La Paz antiguamente era un punto de descanso para las personas que transitaban entre estas dos ciudades. 

Según escritores bolivianos, la historia da origen al terreno que le fue dado al capitán español Alonso de Mendoza, una tierra habitada por los indígenas del Chuquiago Marka. Entre las calles también le pertenecían la plaza Murillo y vías aledañas.

Alonso de Mendoza, conocido por su destreza militar y habilidad diplomática, fue un célebre personaje atraído por las vetas de oro. Además de sus riquezas, su ambición lo condujo a elegir y fundar la ciudad de La Paz, estableciendo sus cimientos en una hoyada que, según se dice, en tiempos precolombinos el inca Atahualpa visitaba para llevarse cargas de oro hacia el Cusco.

Ante las ideas ‘locas’ de explorar y encontrar el codiciado metal dorado, el español partió en busca de él, dejando la tierra abandonada durante varios años.

En su ausencia, los organizadores del cabildo de la época designaron un espacio para construir un edificio destinado a la administración de la ciudad. Además de ser sede de la gestión, la infraestructura servía como un lugar para tratar asuntos y tomar decisiones de autoridades superiores, albergaba dormitorios para personajes importantes y disponía de una sala de sesiones. También era utilizado por artesanos y sastres que llegaban a la ciudad para comercializar sus productos en el lugar.

La otra cara de la moneda: el ‘infiernillo’

Lo que muchos desconocen es que el edificio también contaba con celdas, conocidas en esa época como ‘infiernillo’. Este espacio se utilizaba para encarcelar a todo tipo de criminales, desde asesinos y ladrones, pero especialmente, durante el siglo XIX, se empleaba para recluir a enemigos políticos, como presidentes y supuestos ‘traidores’ de la patria.

Entre los personajes más conocidos que pasaron por estas celdas se encuentra Pedro Domingo Murillo y sus colaboradores, quienes fueron encerrados en los calabozos subterráneos. Una de las historias más comentadas es la de las hijas de Murillo, quienes, al ver a su padre descuidado y abandonado a su suerte, acudían a la prisión para llevarle alimentos. Finalmente, el 29 de enero de 1810, Murillo fue llevado a la Plaza de Armas para ser ahorcado.

También se cuenta que existen túneles secretos de esa época que conectan el edificio con la iglesia de San Francisco, los cuales eran utilizados por miembros del clero, quienes recibían ‘órdenes sagradas’ relacionadas con su fe.

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Los cadetes del Colegio Militar del Ejército marchan frente al Palacio de Gobierno.

Construcción del palacio

El edificio fue construido entre 1845 y 1852, durante los gobiernos de José Ballivián y Manuel Isidoro Belzu, inspirado en la arquitectura clásica con influencias italianas. Su diseño fue obra del reconocido arquitecto José Núñez del Prado.

Pugna de poder

El palacio fue incendiado durante la segunda presidencia de Tomás Frías, un año después de la muerte de Adolfo Ballivián, en 1875, antes de la Guerra del Pacífico. Este suceso fue producto de los enfrentamientos entre quienes apoyaban a Tomás Frías como un gobernante adecuado, a pesar de su edad, y quienes consideraban que ya no era apto para seguir en el poder. La pelea, que duró más de diez horas, involucró intensos combates entre ciudadanos y regimientos.

La turba, liderada por Carlos Ressini y Modesto Moscoso, lanzó antorchas encendidas contra el palacio, dejándolo inhabitable. Como resultado, el edificio perdió su techo original y sufrió graves daños en su interior, incluyendo el colapso del tercer piso.

El palacio permaneció en ruinas durante varios años, periodo en el que fue utilizado como cuartel y sede de la caballería. Pero en 1882 comenzaron las labores de reconstrucción, aunque el presidente continuó residiendo en el Palacio Chico, ubicado en la esquina de las calles Potosí y Ayacucho, hoy conocido como el Ministerio de Culturas.

En 1913, durante el segundo mandato del presidente Ismael Montes, se llevó a cabo una remodelación significativa. Sin embargo fue en 1923, bajo la presidencia de Bautista Saavedra, cuando se ordenó un rediseño completo, que abarcó tanto el interior como el exterior del edificio, transformándose en la estructura que perdura hasta hoy.

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El Palacio de Gobierno se incendia.

La sede de gobierno

En 1899, la ciudad de La Paz se convirtió oficialmente en la sede presidencial, después de la Guerra Federal de 1901 que enfrentó a las ciudades de La Paz y Sucre. Como resultado, el Palacio Nacional de Sucre, hoy conocido como el Palacio de la Gobernación de Chuquisaca, dejó de ser la sede del gobierno. A partir de entonces, el Palacio de Gobierno en La Paz comenzó a funcionar como la principal sede administrativa del Poder Ejecutivo.

¿Qué hay dentro?...

La edificación del Palacio Quemado, que actualmente cuenta con tres pisos, alberga diversas habitaciones, salas y pasillos. Está decorado con un estilo de orden dórico, complementado por una majestuosa escalinata imperial de mármol. Un arco de medio punto, compuesto por dovelas de mármol amarillo y negro, abre paso a la segunda planta, donde se encuentran las principales reparticiones del edificio, que están sostenidas por pilares jónicos.

La planta baja del palacio fue construida en torno a un patio central, con una escalera imperial característica de los edificios más importantes del siglo XVII en La Paz. La estructura está cubierta con tejas y, a diferencia de otros edificios históricos como los cabildos, no presenta torres ni espadañas.

Según los relatos históricos de Bolivia, se cuenta que en el Palacio Quemado existen habitaciones donde nunca llega la luz y, en las noches, se dice que vagan sombras de personajes del pasado. Es un lugar cargado de deseos de poder y ambiciones que provocaron angustia, dolor y muerte en su época.

Una de las historias más icónicas es la de la hermana del presidente José María Linares, quien sufrió de esquizofrenia. Era una mujer bella que recorría los pasillos del palacio gritando incoherencias. Su habitación, que estaba cerca de la Plaza de Armas (hoy conocida como plaza Murillo), se convirtió en el centro de rumores. Se dice que su espectro aún deambula por los pasillos y que, en ocasiones, se pueden escuchar extraños ruidos.

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Otra de las anécdotas más impactantes, que trasciende la línea entre la realidad y la leyenda, es el asalto ocurrido el 21 de julio de 1946. Durante una revuelta, el presidente Gualberto Villarroel fue asesinado y su cuerpo arrojado por uno de los balcones del palacio hacia la plaza Murillo, un acto que marcó la historia del país.

Hoy en día, el Palacio Quemado ya no es la sede de gobierno; ha sido reemplazado por la Casa Grande del Pueblo, una moderna infraestructura que alberga los ministerios e instituciones estatales. No obstante, esta histórica estructura sigue siendo un patrimonio representativo de Bolivia.

La Paz/AEP

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