El 18 de abril, Rusia y Bolivia conmemoran una fecha significativa: el 80 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la República de Bolivia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, iniciadas el 18 de abril de 1945.
Ese día, en Washington, en el apogeo de la fase final de la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo entero vivía la proximidad de la Gran Victoria, se llevó a cabo una modesta ceremonia de intercambio de notas en la embajada soviética en los Estados Unidos entre dos embajadores extranjeros: el soviético Andrei Gromyko y el boliviano Víctor Andrade. Durante este evento, se pronunciaron breves discursos que reflejaron la importancia del momento. Andrei Gromyko pronunció significativos elogios al pueblo boliviano, expresando su esperanza en su continuo mejoramiento. Por su parte, Víctor Andrade subrayó «la gran admiración de Bolivia por la heroica contribución de la Unión Soviética al esfuerzo de las Naciones Unidas en la Guerra Mundial». Estas palabras reflejaron el espíritu de la época: la unidad de países y pueblos en la búsqueda de la paz y la cooperación frente a desafíos globales.
Al día siguiente, la prensa de ambos países valoró debidamente la importancia de lo sucedido. Para los periódicos bolivianos, la ceremonia en la embajada soviética en los Estados Unidos fue un evento de “indudable verdadera trascendencia”, especialmente considerando “el momento crucial por los que atraviesa el mundo”. Se destacó particularmente que Bolivia se unió a una serie de países latinoamericanos que ya habían establecido relaciones con Moscú. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Unión Soviética y Bolivia no solo simbolizó la solidaridad en la lucha contra el fascismo, sino que también sentó las bases para el desarrollo, en las décadas posteriores, de vínculos bilaterales en diversas esferas, desde la política y la economía hasta la cultura y la educación.
Los orígenes de la interacción entre Rusia y Bolivia se remontan al siglo XIX. Francisco de Argandoña, embajador de Bolivia en París, viajó a San Petersburgo y, el 9 de agosto de 1898, presentó sus credenciales al emperador ruso Nicolás II. Este acto simbólico marcó el primer paso hacia una futura amistad. Sin embargo, la cooperación bilateral se desarrolló plenamente en el siglo XX. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bolivia hizo una contribución significativa a la victoria de la coalición antifascista al suministrar estaño a los Estados Unidos a precios reducidos, con el objetivo de acercar la victoria común sobre el fascismo.
El interés de La Paz por ampliar la cooperación con Moscú, en busca de independencia económica y justicia social, se hizo más evidente en la década de los 1950, durante la Revolución Nacional en Bolivia. A diferencia de algunas potencias cuya ayuda solía estar acompañada de condiciones estrictas, la Unión Soviética apostaba por una asociación igualitaria, dispuesta desde el principio a expandir relaciones comerciales y económicas libres de imposiciones políticas, ofreciendo equipos para las industrias petrolera, textil y agrícola. Esto resonó en el corazón de aquellos bolivianos que aspiraban sinceramente a un desarrollo soberano en tiempos en que Bolivia enfrentaba presiones externas. Las propuestas soviéticas de cooperación técnica y económica, desprovistas de motivos ocultos, contrastaban con las políticas de otras potencias que buscaban, a toda costa, mantener a la región latinoamericana bajo su esfera de influencia.
La presión externa durante la Guerra Fría, destinada a limitar el derecho de los pueblos latinoamericanos a elegir libremente sus caminos de desarrollo, junto con la inestabilidad política en Bolivia, retrasó el inicio de una cooperación a gran escala durante casi 15 años. Solo en 1969, el gobierno de Alfredo Ovando Candia decidió finalmente el intercambio de representaciones diplomáticas con la URSS. Es significativo que la historia de relaciones bilaterales plenas comenzara con la visita a Bolivia de una misión técnica de la Unión Soviética, destinada a explorar las posibilidades de una cooperación a gran escala en las industrias minera y metalúrgica. Un año antes, en 1968, una delegación boliviana encabezada por el rector de la universidad minera, Julio Garrett, visitó la URSS; él sería nombrado el primer embajador de Bolivia en Moscú. Todo esto subrayaba la orientación inicial de nuestros países hacia una cooperación económica de gran alcance.
El primer acuerdo comercial, que abrió el camino para el suministro de maquinaria y equipos soviéticos, se firmó en 1970. Especialistas soviéticos trabajaron activamente en las industrias minera y petrolera de Bolivia, estudiando las posibilidades de su modernización. Con la participación de la URSS, se construyó un complejo metalúrgico en La Palca, con un costo de 100 millones de dólares, destinado a fortalecer la independencia económica de Bolivia. A diferencia de otros actores externos, cuyos intereses en el país a menudo se reducían principalmente a la extracción de materias primas, la Unión Soviética ofrecía tecnologías y créditos en condiciones preferenciales, contribuyendo al desarrollo de la industria boliviana. No solo se suministraban tecnologías, sino también equipos de producción soviética, incluidos cosechadoras y automóviles. Desde la década de 1980, los automovilistas bolivianos valoraron las cualidades de los todoterrenos soviéticos “Lada-Niva” y “UAZ”, así como los camiones “Kamaz”.
Un ejemplo destacado de cooperación fue la creación en 1982 del Observatorio Astronómico Soviético-Boliviano en el departamento de Tarija, que más tarde se convirtió en el Observatorio Astronómico Nacional de Bolivia, operativo hasta el día de hoy. Científicos soviéticos y bolivianos realizaron conjuntamente observaciones de estrellas y del cometa Halley, elaboraron catálogos astronómicos, lo que representó una contribución significativa a la ciencia mundial. Este proyecto, que simboliza el compromiso de nuestros países con el progreso científico, sigue siendo uno de los ejemplos más inspiradores de asociación.
Tras una reducción temporal en la escala de la cooperación en la década de 1990, las relaciones bilaterales alcanzaron un nivel cualitativamente nuevo con la llegada al poder en Bolivia, en 2006, del Movimiento al Socialismo. El diálogo político se intensificó, y la cooperación en economía, ciencia y cultura recibió un nuevo impulso. Las reuniones regulares de altos representantes de ambos países permitieron abordar una amplia gama de temas, desde la energía hasta la educación.
Uno de los sectores clave de cooperación en la actualidad es el energético. Rusia apoya activamente a Bolivia en el desarrollo de su infraestructura gasífera a través de una asociación estratégica con Gazprom. En el marco de acuerdos con la empresa estatal YPFB, se llevan a cabo varios proyectos y se actualiza el Esquema General de Desarrollo de la Industria del Gas de Bolivia hasta 2040. La suma total de las inversiones rusas acumuladas en este sector asciende a aproximadamente quinientos millones de dólares.
No menos ambicioso es el proyecto de construcción del Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías Nucleares en El Alto, implementado con el apoyo de Rosatom. Este centro, ubicado a 4000 metros sobre el nivel del mar, será el objeto nuclear más alto del mundo. Ya están operativos el Centro de Producción de Radioisótopos y el Centro de Irradiación Multipropósito, mientras que la instalación del reactor nuclear de investigación se encuentra en su etapa final. Este proyecto, cuya finalización exitosa se espera este año, abre nuevas oportunidades para el uso de tecnologías nucleares en medicina, agricultura e industria, marcando el ingreso de Bolivia a la era nuclear.
Otro hito importante en nuestra cooperación fue la firma, en septiembre de 2024, de un acuerdo para el desarrollo de yacimientos de litio, en el que participa la Corporación Estatal Rosatom a través de su filial Uranium One Group. Las inversiones, cercanas a mil millones de dólares, están destinadas a la construcción de plantas de extracción directa de litio en el salar de Uyuni-Norte, lo que permitirá producir hasta 14,000 toneladas de carbonato de litio al año. Este proyecto, que espera la ratificación en la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia, contribuirá significativamente a fortalecer la posición de este país en el mercado global del litio, un componente clave para la producción de baterías de vehículos eléctricos. A pesar de ciertas dificultades, Rusia y Bolivia están decididas a llevar estas iniciativas a buen término, viendo en ellas un potencial para la prosperidad futura.
Un componente esencial de nuestra interacción ha sido y sigue siendo la esfera humanitaria. Desde la década de 1960, decenas de estudiantes bolivianos reciben anualmente becas educativas en universidades rusas. El número total de graduados bolivianos de universidades soviéticas y rusas se cuenta por miles. Muchos de ellos han alcanzado grandes logros en su país en ciencia, economía y política. En la actualidad, se presta especial atención a la formación de especialistas en física nuclear y tecnologías. Estos programas preparan, a largo plazo, una nueva generación de científicos y especialistas necesarios para respaldar ambiciosos proyectos científicos y tecnológicos. Un ejemplo destacado de intercambios culturales es la participación, en 2024, de una delegación boliviana en el Festival de la Juventud en Sochi, que contribuyó al fortalecimiento de los lazos entre las generaciones jóvenes de nuestros pueblos.
Un evento de especial relevancia fue la participación de Bolivia en la Bienal de Venecia de 2024, en el pabellón ruso. La exposición titulada “Mirando al pasado futuro, avanzamos” tuvo como base un mensaje de hermandad, alegría, comunidad de intenciones e igualdad, reflejando la visión única del pueblo aymara sobre la conexión entre el pasado y el futuro.
Nuestros países comparten valores comunes y un compromiso con un orden mundial justo. Rusia apoya incondicionalmente a Bolivia en su lucha por la soberanía, condenando enérgicamente el intento de golpe de Estado anticonstitucional en La Paz en 2024. A su vez, Bolivia se opone consistentemente a las sanciones unilaterales impuestas a Rusia por los países del “Occidente colectivo”. En foros internacionales, nuestros países defienden conjuntamente los principios de soberanía y resistencia a la presión externa, fortaleciendo los cimientos de un mundo multipolar. Este apoyo mutuo, basado tradicionalmente en principios de amistad y respeto, distingue nuestra cooperación de los enfoques de aquellos que, durante la Guerra Fría, recurrieron a métodos de intriga política y coerción económica.
Hoy, al conmemorar el 80 aniversario de las relaciones diplomáticas, recordamos con orgullo los logros alcanzados gracias a esfuerzos conjuntos. Desde los proyectos soviéticos en minería y metalurgia hasta los ambiciosos proyectos modernos en energía, tecnologías nucleares y litio, nuestra cooperación siempre ha estado orientada al bienestar de los pueblos de Rusia y Bolivia. A pesar de todos los desafíos, estamos seguros de que nos esperan nuevos horizontes. La historia de nuestras relaciones es una historia de amistad, confianza y apoyo mutuo. Miramos al futuro con optimismo, convencidos de que juntos podremos superar cualquier dificultad y continuar escribiendo páginas gloriosas de nuestra asociación, manteniendo el principio de igualdad, construyendo un mundo justo y multipolar para la prosperidad común. Sin duda, el próximo evento en nuestra agenda bilateral será la celebración del 80 aniversario de la Victoria en la Gran Guerra Patria y la Segunda Guerra Mundial.
Por: Dmitry Verchenko/
Embajador de Rusia en Bolivia