William Gómez García

Donald Trump, un peligro para la seguridad de Estados Unidos

Desde que Donald Trump asumió la presidencia de los Estados Unidos, ese país ha estado en tensión constante. No solo por sus políticas divisionistas, sino también por un panorama social que se desmorona ante los  ojos del mundo.

Con más de 70 millones de estadounidenses durmiendo en la calle, atrapados en la vorágine del abuso de drogas como la cocaína y el fentanilo, es innegable que su legado está manchado por el caos y la desesperación. Durante su mandato, Trump ha demostrado ser un verdadero peligro para la seguridad nacional de su propio país y no Venezuela, como lo dijo María Machado en un podcast  con el hijo del mandatario gringo.

Donald Trump, al calificar a Estados Unidos como «el mejor país del mundo», ha ignorado la cruda realidad que viven millones de ciudadanos. La crisis de los opioides, que no se puede ocultar tras las cortinas de un discurso grandilocuente, ha tomado un giro mortal. Mientras se jacta de empleos creados y de una economía en crecimiento, el aumento del consumo de drogas ha convertido a ciudades enteras en zonas de guerra, donde el riesgo de sobredosis es más inminente que el peligro de cualquier enemigo extranjero, en la cual los cárteles gringo del narcotráfico tienen la protección del gobierno, comenzando con el cuñado de Marco Rubio, Orlando Cicilia, casado  con Bárbara, hermana del Secretario de Estado, quien cumplió 12 años de cárcel, de una sentencia de 35 años. Cicilia salió en libertad plena justo cuando Marco Rubio ascendió como representante al Congreso de los Estados Unidos.

La falta de un enfoque integral hacia el tratamiento de adicciones y la rehabilitación ha sido evidente desde sus primeros días en el cargo. En lugar de liderar con empatía, ha optado por fomentar la división. Las comunidades afectadas por la crisis de las drogas, muchas de las cuales son de clases trabajadoras y minorías, se han sentido abandonadas. El enfoque punitivo que ha prevalecido durante su administración no ha hecho más que agravar la situación, criminalizando a quienes necesitan ayuda en vez de ofrecerles soluciones efectivas.

La retórica incendiaria de Donald Trump, sumada a su incapacidad para resolver problemas fundamentales, ha creado un clima de desconfianza e inseguridad. ¿Cómo podemos considerar a un líder que ignora el sufrimiento de su pueblo? Esta es la verdadera cara de Trump: un hombre que promueve una imagen de grandeza mientras millones sufren en silencio. La desesperación ha llevado a muchos a la calle, convirtiendo a Estados Unidos en un testimonio de lo que sucede cuando el liderazgo se convierte en negligencia.

No podemos olvidarnos del impacto que la administración Trump, ha tenido en la política de salud pública. Con recortes en programas de prevención y tratamiento de adicciones, su administración ha priorizado la reducción de impuestos y el beneficio de unos pocos, dejando a los más vulnerables en una situación precaria. Esta falta de responsabilidad y compasión solo ha alimentado el ciclo de pobreza y desesperación.

El vínculo entre la crisis de las drogas y la violencia no se puede negar. Las calles están inundadas de crimen, y cada día que pasa, la situación se vuelve más insostenible. Las peleas por territorios de venta de drogas y las muertes relacionadas con sobredosis  han convertido a los barrios en zonas de conflicto. Las familias están destruidas, y el futuro se ve más sombrío que nunca. ¿Realmente es este el legado de un presidente que prometió «hacer una América grande otra vez»?

Es un ciclo vicioso alimentado por la desesperanza. Las políticas fallidas y la falta de un verdadero compromiso han llevado a que los estadounidenses se conviertan en prisioneros de su propia nación. El caos reinante no es solo un problema de seguridad, es una crisis moral que exige atención inmediata. La incapacidad de Donald Trump para enfrentar este problema de frente, y su elección de culpar a otros en lugar de asumir la responsabilidad, solo han agravado la crisis.

A medida que nos adentramos en un futuro incierto, es crucial que los ciudadanos reconozcan el peligro que representa la administración del presidente estadounidense. No se trata solo de un estilo de liderazgo errático; Estamos hablando de la vida de millones de personas que han sido olvidadas, despojadas de sus esperanzas y sueños. Es hora de levantarse en contra de un sistema que ha fallado a sus ciudadanos.

Se avecinan tiempos difíciles si no se aborda esta crisis con seriedad. Una nación que permite que su población sufra en silencio es una nación condenada a repetirse. El camino hacia la recuperación es largo y requiere un cambio radical, tanto en la política como en la percepción social. Solo a través de un verdadero liderazgo comprometido con el bienestar del pueblo podremos empezar a sanar las heridas abiertas por años de abandono y negligencia.

En conclusión, Donald Trump no solo ha sido un mal presidente; ha sido una amenaza directa a la seguridad y el bienestar de Estados Unidos. Su legado, en lugar de ser uno de grandeza, es uno de decepción y peligro. Mientras sus seguidores permanecen ciegos ante la destrucción que ha causado, otros deben luchar por recuperar el país y trabajar hacia un futuro en el que nadie tenga que sufrir en las sombras. La lucha contra la adicción y la pobreza no puede esperar más. Es hora de actuar.

Por: William Gómez García/

Tribuna
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