Mahmoud Elalwani (Embajador del Estado de Palestina en Bolivia)

El discurso de las puertas del infierno

Hace seis meses se amenazó con que las “puertas del infierno” se abrirían sobre Gaza si no se rendía, pero esta profecía no se cumplió a pesar de que la brutalidad colonial en la Franja de Gaza superó sus crímenes en Hiroshima y Nagasaki. De hecho, ocurrió exactamente lo contrario, las puertas del infierno se abrieron desde Gaza a todo el orden global y a la imagen de Occidente, cuyo colapso moral fue presenciado por todos los pueblos del mundo tras las masacres en escuelas y hospitales, la hambruna masiva y la complicidad internacional. Gaza ha sufrido el genocidio, la destrucción, el hambre, la sed y, consecuentemente, la propagación de la ira popular global. Occidente se ha visto obligado a retroceder moralmente en varios ámbitos.

Ahora frente a Irán se repite la misma retórica racista, una demostración de superioridad militar y un intento de disuasión nuclear como si nada hubiera cambiado, como si la lección de Gaza no se hubiera aprendido. Irán no es como el enclave asediado como Gaza que es infinitamente pequeño en geografía y demografía que se resiste a la subyugación desarmado. Irán es un Estado soberano con múltiples herramientas de disuasión que goza de una amplia y sólida base popular. La repetición de la retórica de las “puertas del infierno”, la advertencia al pueblo de Teherán y el llamamiento a que 17 millones de personas abandonen el país inmediatamente, al igual que hace seis meses demandaron que 2,3 millones de palestinos evacuaran la Franja de Gaza, no es un signo de fuerza, sino más bien un signo del fracaso estratégico del poder dominante que sigue negando la nueva realidad y que se muestra incapaz de producir un enfoque que vaya más allá de la lógica de la subyugación por la fuerza.

¿No se dan cuenta de que los pueblos de la región y del mundo son plenamente conscientes de la fragilidad de la disuasión occidental? ¿No ven que la firmeza de Gaza y su negativa a rendirse, a pesar de 622 días de genocidio, hambruna, destrucción y desplazamiento, ha transformado la ecuación del miedo? ¿No son conscientes de que la disua- sión basada en el terror ha perdido su eficacia?

En una escena que transciende de todos los límites de la decadencia política y moral, el Gobierno israelí, que asesina niños, mujeres y ancianos, y destruye de hospitales, escuelas, universidades, lugares de culto y monumentos históricos en Palestina, se atreve a gritar que un misil que cae cerca del hospital Soroka en el Néguev, situado junto a una instalación militar israelí, es un “crimen contra la humanidad y un crimen de guerra”. En un momento de dolorosa contradic- ción, Israel se apresuró a presentarse como la víctima, movilizando la maquinaria política y mediática mundial. ¿No es esto lo que Israel ha hecho repetidamente en Gaza? ¡Y aún más! ¿se miraría siquiera Israel al espejo? ¿Ha olvidado que bombardeó más de 30 hospitales e instalaciones médicas en Gaza en tan solo unos meses? Ha olvidado que sitió por completo hospitales, los privó de combustible, electricidad y agua, e incluso los atacó con misiles y tanques, sabiendo perfectamente quiénes estaban dentro: el personal médico, los heridos indefensos, los niños, y las mujeres que buscaban esperanza. ¿Quiénes son los que mataron a médicos y pacientes? ¿Quiénes son los que convirtieron los pasillos en fosas comunes? ¿O puede la sangre de inocentes en Gaza convertirse en un mero “daño colateral”?

La pregunta más importante es: ¿Cómo abordarán este incidente el mundo occidental, el Consejo de Seguridad y las Naciones Unidas? ¿Emitirán declaraciones de condena? ¿Veremos conferencias urgentes, posturas firmes, sanciones y amenazas? ¿O la voz de la víctima solo se alzará si es “israelí” y se apagará si es un palestino que yace bajo los escombros?

¿Qué terrible esquizofrenia es esta? Resulta ridículo ver al verdugo gritando por un rasguño, mientras miles de sus víctimas están enterradas bajo los escombros en Gaza. Con esta acusación, Israel pretende transformarse en víctima, pero los pueblos del mundo han visto y constatado su verdadera cara de verdugo.

La escena de la niña en Gaza es la que moldeó la nueva conciencia global y redefinió el crimen y la justicia en la conciencia de los pueblos, no la bomba inteligente. Las masacres condenan a los verdugos. El “poder silencioso” promovido por Occidente durante décadas se ha convertido en “brutalidad manifiesta” que acelera el debilitamiento de su legitimidad.

El panorama internacional ha cambiado por completo. Ya no es posible gobernar el mundo con las mismas herramientas de la hegemonía imperial. Hay nuevas fuerzas, transformaciones populares y brechas cada vez mayores dentro de las fuerzas imperiales. Las amenazas ya no tienen un efecto político, sino que presagian consecuencias peligrosas.

Gaza le ha quitado al mundo la máscara de “fuerza moral” y ha expuesto la fragilidad de la disuasión militar ante una voluntad indomable. El discurso imperial, desde Gaza hasta Teherán, pasando por Beirut, Damasco, Bagdad y Yemen, reitera la impotencia de su lenguaje amenazante y replantea una pregunta fundamental: ¿Quién establece los estándares de justicia?

Este momento de revelación, aunque aterrador, puede ser el comienzo de la liberación del mundo del manto de la falsa superioridad y el establecimiento de una nueva era en la que la legitimidad no se mida por la fuerza sino por la verdad, la justicia y la dignidad. Esta no es una guerra contra la memoria, sino contra la justicia. No se trata solo de atacar un hospital, sino de una duplicidad que sigue carcomiendo la conciencia global. La justicia es indivisible. Los hospitales no son un campo de batalla. Quienes están acostumbrados a demolerlos no tienen derecho a exigir compasión. Cuando la visión se ciega, poco se puede hacer.

Por: Mahmoud Elalwani (Embajador del Estado de Palestina en Bolivia)

Tribuna
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