Miguel Clares

El litio no espera

Bolivia posee una de las mayores reservas de litio del mundo, un recurso estratégico que podría transformar la economía del país y posicionarlo como un actor clave en la transición energética global. Sin embargo, pese a este inmenso potencial, su aprovechamiento se ha visto obstaculizado por intereses políticos mezquinos que, en lugar de apostar por el desarrollo, han sembrado trabas y retrasos en su industrialización.

La falta de mercado, logística e infraestructura industrial ha sido el principal problema para convertir el litio en una fuente de riqueza para el país. Mientras otras naciones avanzan en su explotación y comercialización, Bolivia sigue enfrentando debates estériles impulsados por sectores que anteponen sus intereses políticos al bienestar del país. Si no se toman decisiones firmes y estratégicas, corremos el riesgo de perder la ventaja que hoy nos otorgan nuestras reservas.

No basta con tener litio; es fundamental contar con una industria que permita su procesamiento y comercialización con valor agregado. La exportación de materia prima sin un plan de industrialización solo beneficiaría a los compradores extranjeros, dejando a Bolivia con migajas. La historia nos ha enseñado que el extractivismo sin transformación solo perpetúa la dependencia y limita el desarrollo económico.

El precio del litio no será siempre tan atractivo como lo es hoy. La demanda global es alta, pero la aparición de nuevas tecnologías y el descubrimiento de sustitutos pueden cambiar este escenario en el futuro. Si no aceleramos su industrialización, llegará un momento en que el mercado ya no necesite nuestro litio o que su valor haya disminuido drásticamente, reduciendo las oportunidades de generar ingresos significativos.

El Gobierno ha planteado una política de industrialización que permitiría convertir a Bolivia en un proveedor clave de baterías de litio y otros productos derivados. Este modelo no solo generaría empleo y dinamizaría la economía, sino que también garantizaría que el país capture una mayor parte del valor agregado, en lugar de depender exclusivamente de la exportación de carbonato de litio.

Es momento de entender que la industrialización del litio no es una cuestión de ideologías, sino de sentido común. No avanzar en este proceso equivale a condenar a Bolivia a repetir los errores del pasado, en los que la riqueza natural fue explotada sin generar beneficios sostenibles para la población. No podemos permitir que las decisiones de unos pocos sigan retrasando el progreso del país.

El mundo avanza hacia una economía basada en energías limpias, y el litio es un componente esencial en esta transformación. Bolivia tiene la oportunidad de jugar un papel central en este cambio, pero solo si se toman decisiones estratégicas ahora. De lo contrario, otros países seguirán adelante y dejaremos pasar la mayor oportunidad económica de nuestra historia reciente.

Los bolivianos no podemos permitir que intereses mezquinos sigan bloqueando el desarrollo de la industria del litio. Se necesita unidad y compromiso para consolidar un modelo de industrialización que garantice beneficios a largo plazo. La historia no perdonará a quienes, por cálculos políticos, impidieron que Bolivia aprovechara su mayor riqueza en el siglo XXI.

La industrialización del litio debe ser una prioridad nacional, no un tema de disputa política. El país no puede darse el lujo de perder más tiempo. Bolivia tiene litio, pero lo que realmente necesita es decisión y voluntad para convertirlo en el motor de su desarrollo.

La Paz/AEP

Tribuna
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