Evo Morales es el gran culpable de todo lo que está mal en Bolivia. Así, sin rodeos. El país está cansado de sus mentiras, de su soberbia, de su ambición sin límites. Todo lo que toca lo destruye. Donde antes había esperanza, ahora hay bloqueo. Donde había unidad, ahora hay enfrentamiento. Donde había una ruta hacia el futuro, él mete dinamita para volarla. Y lo peor: todavía tiene el cinismo de echarle la culpa a los demás.
Dice que lo hace por el pueblo. ¿De qué pueblo habla? ¿Del que no puede trabajar porque las carreteras están cerradas? ¿Del que no tiene gas ni gasolina porque él decidió as"xiar las ciudades? ¿Del que sufre en los hospitales esperando que llegue una ambulancia que nunca llegará? Eso no es defender al pueblo. Eso es usar al pueblo como escudo para sus caprichos.
Saboteó todo desde dentro. En lugar de ayudar al país a salir adelante, bloqueó, estorbó, destruyó. Desde el Parlamento le puso trabas al Gobierno, impidió que se aprueben leyes, frenó proyectos. ¿Y por qué? Porque no le gusta que alguien más gobierne. Porque no tolera no ser el centro del poder. Su único objetivo es volver, así el país tenga que arder en el camino.
Se hace el defensor del Proceso de Cambio, pero es su verdugo. Lo está enterrando con sus propias manos. Se llena la boca hablando de los humildes, pero los usa como carne de cañón para presionar con violencia. Mientras él vive cómodo y protegido, son los campesinos, los trabajadores, los jóvenes los que terminan poniendo el cuerpo en sus guerras personales.
Habla de democracia, pero fue él quien la pisoteó primero. No respetó el referéndum, se aferró al cargo, manipuló las reglas. Y ahora quiere hacernos creer que su candidatura es más importante que el país entero. No señor. Ya fue suficiente. La historia ya le dio su lugar. Lo que está haciendo ahora es puro daño, puro resentimiento. Nada más.
Bolivia quiere paz, quiere futuro, quiere trabajar tranquila. Pero no se puede cuando hay un tipo que vive tramando cómo sabotear todo. Cuando no está cerrando caminos, está dando órdenes para paralizar el país. Ya ni disimula. Dice que quiere elecciones, pero en realidad solo quiere que no haya elecciones si él no puede ser candidato. Lo ha dicho claro: o él o el caos.
Las familias están hartas. La gente quiere estabilidad, no más circo. Evo ya no representa a nadie, solo a su sombra. Quienes antes lo apoyaban ahora lo ven con descon"anza. Porque entendieron que esto ya no es lucha social, es desesperación por volver a agarrar el poder a como dé lugar.
Lo que hace es criminal. Literal. Porque cuando se provoca muerte, dolor, sufrimiento solo por ambición personal, eso ya no es política, es delito. Evo Morales debería estar rindiendo cuentas ante la justicia, no paseándose como si nada. Ya no se puede seguir tolerando que alguien tan nocivo tenga licencia para dañar al país.
Bolivia necesita líderes que construyan, no caudillos que destruyan. Evo tuvo su momento. Fue protagonista. Pero hoy es solo un obstáculo. Un ancla que arrastra al país hacia el abismo. Si de verdad le queda algo de dignidad, debería hacerse a un lado. Pero no lo hará. Por eso la justicia debe actuar. El pueblo no puede seguir pagando los platos rotos de un solo hombre.
Y que se escuche fuerte: Bolivia no le debe nada a Evo. Al contrario, Evo le debe explicaciones a todo un país que está cansado de sus ataques, de sus chantajes y de su ego enfermo. Basta. Que se acabe de una vez esta pesadilla.
Por: Miguel Clares (Economista)