El régimen israelí ha demostrado nuevamente su naturaleza violenta y expansionista, atacando no solo al pueblo palestino sino también a naciones como Irán, que desafían su hegemonía. El reciente ataque contra la República Islámica, respaldado por Estados Unidos y la OTAN, evidencia una estrategia coordinada para silenciar a quienes denuncian sus crímenes. Irán, sin embargo, posee la capacidad de defenderse, como lo ha declarado el Líder Supremo Ali Jamenei, pero opta por la contención en aras de la paz global.
Las acusaciones occidentales sobre el programa nuclear iraní son infundadas, ya que Irán ha emitido una fatwa (decreto religioso) que prohíbe la producción de armas nucleares por considerarla ilícita (haram). En un Estado teocrático como Irán, este decreto religioso es vinculante para sus 90 millones de ciudadanos, por lo tanto, las acusaciones de que posee armas nucleares son un pretexto para justificar los ataques del régimen israelí contra un pueblo que ejerce su derecho a la legítima defensa (Art. 51, Carta Naciones Unidas).
En esa línea, el Derecho Internacional y sus instituciones han fracasado, por ejemplo, organismos como la Corte Penal Internacional, lejos de garantizar justicia, sirven para encubrir los crímenes de regímenes como el de Israel. Ante esta complicidad, los pueblos oprimidos no tienen más opción que resistir desde su soberanía y autodeterminación: ¿Cómo negociar con figuras como Benjamin Netanyahu, acusado por crímenes de guerra, que solo entienden el lenguaje de la violencia?
Israel no solo amenaza a Asia Occidental (mal llamado “Medio Oriente”), sino a la humanidad entera, pues su escalada bélica podría desencadenar un conflicto global, enfrentando a potencias como Rusia y China contra Estados Unidos y la OTAN.
La historia reciente demuestra su desprecio por la vida: más de 55,000 palestinos asesinados en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, además del asesinato sistemático de científicos nucleares iraníes, como Mohsen Fakhrizadeh en 2020, así como el reciente ataque, que asesinó científicos nucleares, junto a sus familias: ¿Qué culpa tenían las esposas e hijos de los científicos para haber sido eliminados por los misiles israelíes?
La hipocresía israelí es evidente: mientras acusa a Irán de buscar armas nucleares, posee entre 300 y 400 ojivas nucleares no declaradas, violando el Tratado de No Proliferación, extendiéndose su violencia contra civiles en Palestina, Líbano y Yemen, bajo la complicidad de sus aliados occidentales.
Netanyahu y su régimen dependen del respaldo de Estados Unidos y Europa, sin ellos, Israel no sería más que un “Estado artificial”, sostenido por la fuerza bruta y la impunidad. La comunidad internacional, especialmente los países del Brics, ALBA y Unasur, deben unirse para frenar esta barbarie, pues sus aliados como Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Cuba, al apoyar a Irán, ya son blancos potenciales de la maquinaria sionista.
América Latina, rica en recursos como litio y agua dulce, es codiciada por el sionismo. El “Plan Andinia” revela sus ambiciones sobre la Patagonia, mientras gobiernos ultraderechistas como el de Milei en Argentina facilitan esta penetración, por lo tanto, la región debe prepararse para resistir, pues el diálogo es inútil frente a un enemigo que solo comprende la fuerza.
Irán ha respondido con la operación “Verdadera Promesa III”, empleando drones y misiles hipersónicos contra blancos israelíes, esta acción, enmarcada en la legítima defensa, demuestra que la resistencia es el único camino ante la tiranía. Los pueblos libres deben elegir: unirse contra el sionismo o someterse a un orden de muerte y destrucción.
El mundo enfrenta un punto de inflexión, ya que la impunidad de Israel, respaldada por Occidente, no puede continuar; las naciones soberanas deben liderar un frente común contra el apartheid, el colonialismo y la guerra. La paz solo llegará cuando el sionismo (no el judaísmo) sea derrotado y los pueblos recuperen su derecho a la autodeterminación y la convivencia pacífica.
Por: Roberto Chambi Calle (Jurista, teólogo y analista en RRII)