Sdenka Saavedra Alfaro

Israel se traga a la flotilla humanitaria: ni un barco ni una medicina logran burlar el bloqueo

Más de 150 países, de los 193 que integran la ONU, han reconocido oficialmente al Estado de Palestina, un gesto de hipocresía que se destacó en el 80.0 aniversario de la Asamblea General de Naciones Unidas, celebrado el 22 de septiembre de 2025.

Entre estos países figuran naciones con peso internacional como Reino Unido, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Australia y Malta, entre otros; sin embargo, a pesar de este reconocimiento masivo, en Gaza no cesan los bombardeos, evidenciando una profunda contradicción en la postura de muchas potencias occidentales que reconocen a Palestina, pero no actúan para detener este genocidio.

Mientras los misiles continúan cayendo sobre la Franja de Gaza, Occidente mantiene lazos comerciales y militares con Israel, pues hasta ahora no se han implementado sanciones ni embargos de armas para frenar la limpieza étnica, el apartheid  y los crímenes de guerra que Tel Aviv viene cometiendo desde hace más de 77 años contra Palestina; ya que Israel sigue recibiendo apoyo en forma de tecnología militar y civil, principalmente de Estados Unidos y países europeos, con exportaciones armamentísticas que continúan sin restricciones, revelando la hipocresía occidental, porque no basta con reconocerla como estado, sino se pueden salvar vidas.

El papel de Estados Unidos es particularmente crucial, ya que ejerce el veto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, y gracias a este poder, Estados Unidos bloquea sistemáticamente resoluciones que condenarían o sancionarían a Israel. Este respaldo político y militar es uno de los pilares que permiten que continúe la ocupación y los ataques desproporcionados contra Gaza; pues, según Alfredo Jalife-Rahme, este genocidio está directamente influenciado por una visión “talmúdica” y teológica que alimenta un proyecto expansionista denominado “Gran Israel”, cuyo objetivo sería la aniquilación del pueblo palestino.

Mientras se escriben estas líneas, más de 66.100 palestinos fueron asesinados, de los cuales más de la mitad son niños y mujeres, evidenciando la criminalidad del régimen israelí, que afecta a la población civil, sometida a bombardeos, bloqueo económico y la destrucción sistemática de infraestructura esencial, a ello se suma la crisis humanitaria que alcanza niveles extremos, con hambruna, desnutrición infantil masiva y condiciones sanitarias críticas entre la población desplazada.

Un hecho reciente que ilustra la gravedad del bloqueo y la agresión israelí ocurrió el 1 de octubre de 2025, cuando la marina israelí interceptó la Global Sumut Flotilla, una flotilla humanitaria compuesta por más de 50 embarcaciones, con voluntarios de 44 países y más de 500 personas a bordo, que intentaba romper el cerco marítimo y llevar ayuda humanitaria, medicamentos y alimentos a Gaza; pero fue detenida en alta mar, un acto que expertos y activistas, como Lina Tabal, califican de piratería y violación flagrante del derecho internacional.

Desde su salida inicial en septiembre desde costas españolas, la flotilla ha sido objeto de ataques con drones reiterados, pone en evidencia que Israel no solo limita el paso por tierra, sino también por mar para mantener el asedio. La activista Greta Thunberg ha denunciado públicamente que Israel imposibilita el suministro de ayuda esencial a Gaza, resaltando la dimensión global y la visibilidad internacional que ha ganado esta causa.

Las relaciones más amplias también reflejan esta complejidad: mientras países europeos reconocen a Palestina, sus industrias continúan vendiendo tecnología avanzada y armamento a Israel, evidenciando un doble discurso entre reconocimiento formal y apoyo tácito a las políticas israelíes; una ambigüedad política y económica que contribuye a perpetuar el genocidio y la tragedia humanitaria.

El reconocimiento internacional del Estado de Palestina no ha significado un cambio tangible en la realidad sobre el terreno ni en la efectividad para frenar la violencia. La comunidad global, en particular Occidente, enfrenta un desafío ético y político crucial: ¿Cómo justificar el respaldo formal a un Estado que no puede ejercer su soberanía ni garantizar la seguridad de su pueblo frente al impune poder militar de Israel?, este dilema se traduce en la urgente necesidad de imponer sanciones reales a Israel, suspender acuerdos de cooperación militar y romper el cerco humanitario para salvar vidas y avanzar hacia una solución justa y duradera para Palestina y su pueblo.

Por: Sdenka Saavedra Alfaro/

Tribuna
Imprimir