Miguel Clares

Los verdaderos culpables

La reciente rebaja de calificación de Moody’s no puede ser atribuida a una supuesta debilidad económica interna. Hay responsables claros y tienen nombre propio: Evófilo y los evistas. Su guerra política irracional, sus bloqueos parlamentarios y sus atentados económicos han arrastrado al país a una situación que ahora pretenden achacar a otros. Pero los bolivianos saben quiénes son los verdaderos culpables.

Mientras el Gobierno gestionaba financiamiento externo destinado a infraestructura, producción y salud, los evistas, atrincherados en la Asamblea, bloquearon sistemáticamente su aprobación. A la fecha, cerca de USD 2.000 millones siguen paralizados por su obstinación política. ¿Qué país puede avanzar cuando su propio parlamento sabotea las fuentes de financiamiento necesarias para crecer? ¿Cómo pretenden que Bolivia impulse obras, fortalezca sus exportaciones y dinamice su economía si el dinero no puede llegar por su culpa?

El daño no termina ahí. A la par del boicot legislativo, los evistas impulsaron bloqueos criminales de carreteras que dejaron pérdidas superiores a USD 3.000 millones. Sectores productivos paralizados, alimentos pudriéndose en las rutas, empresas gravemente perjudicadas y miles de bolivianos afectados por su sed insaciable de poder. ¿Hasta cuándo seguirán dañando al país? ¿Acaso les importa el pueblo boliviano frente a sus mezquinas ambiciones?

Mientras los saboteadores disfrutan de su circo permanente, el ojo internacional los observa y toma nota. No es casual que las calificadoras miren con preocupación la inestabilidad que generan. Cada sesión parlamentaria convertida en teatro, cada golpe a la institucionalidad, cada acto de vandalismo legislativo debilita la imagen de Bolivia en el exterior. Y después tienen el cinismo de rasgarse las vestiduras cuando llegan malas noticias.

Lo verdaderamente indignante es que Bolivia deba resistir, a pesar de la guerra interna desatada por los saboteadores. El Producto Interno Bruto creció 2,1% al tercer trimestre de 2024, impulsado por sectores como la agroindustria, la manufactura, los servicios financieros y el transporte. Mientras afuera los augurios de recesión se multiplican, aquí el mercado laboral da señales de solidez, reflejando un fortalecimiento del empleo.

La presión inflacionaria global tampoco ha logrado derrumbar el consumo interno. Aunque el país enfrentó un choque de oferta por fenómenos climáticos y bloqueos, la inflación se contuvo con subsidios, ferias productivas y controles efectivos, protegiendo el bolsillo de las familias. La recaudación tributaria, además, creció un impresionante 20% en el primer trimestre de 2025. Nadie tributa si no hay movimiento económico real. Nadie ahorra ni solicita crédito si no hay confianza en el futuro.

Los depósitos bancarios crecieron un 5% y la cartera de créditos un 4%, demostrando que, pese a las dificultades, la economía real sigue latiendo. Frente a quienes profetizaban el colapso financiero, las reservas internacionales netas comenzaron a recuperarse, alcanzando los USD 2.300 millones al primer trimestre de este año. No es magia: es política económica seria, basada en responsabilidad y trabajo, no en gritos ni amenazas.

Moody’s, sin embargo, decidió no ver todo esto. Su evaluación pasa por alto el esfuerzo titánico que representa mantener a un país estable en medio de una ofensiva política que no da tregua. Optaron por ignorar la resiliencia boliviana, minimizando las políticas de industrialización, sustitución de importaciones y fomento al aparato productivo que, en medio de todo, siguen avanzando.

Bolivia merece una evaluación que entienda la complejidad real del momento que atravesamos. Y los bolivianos merecen saber que no es la economía la que falló: son los saboteadores, los enemigos internos, los que han apostado al caos. Mientras ellos tratan de incendiar el país, hay millones de bolivianos que siguen trabajando, produciendo y creyendo en el futuro.

Tribuna
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