El ejército Israelí, con la complicidad manifiesta de Trump, ha desplegado todo su poderío para aplastar Gaza.
Ha bombardeado sus escuelas, sus hospitales, sus ciudades. Ha reducido a cenizas sus barrios y ha convertido la tierra en desierto. Ha asesinado a decenas de miles de mujeres y niños, mientras mantiene cautivos al resto, negándoles la esperanza de escapar. Periodistas que intentaron narrar esta tragedia también fueron silenciados: centenas de reporteros, médicos y voluntarios han caído bajo el fuego de quienes buscan ahogar la verdad en un baño de sangre.
Pero la historia nos enseña que la violencia nunca ha logrado silenciar a los pueblos. Frente a la barbarie del Estado sionista de Israel, surge la dignidad de los pueblos del mundo. Desde movimientos sociales, organizaciones humanitarias, estudiantes y miles de ciudadanos se unieron en apoyo a una epopeya que trasciende fronteras: la flotilla de la Global Sumud con ayuda para las víctimas del genocidio. Y aunque esa flotilla fue interceptada ilegalmente, aunque sus tripulantes fueron secuestrados en un acto que viola de manera flagrante el derecho internacional y los convenios de Ginebra, el mensaje ha sido claro: el mundo no será su cómplice.
Porque lo que comenzó con unos pocos barcos debe continuar con decenas, con centenas, con miles. Cada intento frustrado no es una derrota definitiva, sino un peldaño hacia una victoria mayor. Cada flotilla reprimida debe hacer crecer la marea de solidaridad internacional. Hoy el Estado sionista de Israel se ha convertido en un paria, aislado, repudiado, señalado como lo que es: un régimen colonial que pretende que el poder de las armas basta para sostener la usurpación. Pero las aguas de la historia no se detienen.
Gaza no está sola. Cada niño asesinado, cada madre asesinada, cada periodista silenciado, cada médico caído multiplica la indignación de los pueblos del mundo. Y en esa indignación se siembra la fuerza de nuevas caravanas, de nuevas marchas, de nuevas flotillas que desafían las armas y los bloqueos. Porque mientras un pueblo resista, mientras los seres humanos nos neguemos a aceptar la injusticia como destino, el anhelo de la verdadera libertad para Palestina no podrá ser borrada.
Hoy podemos hablar de derrotas tácticas, de frustraciones momentáneas, de bloqueos que persisten. Pero una victoria política y moral ya se ha conquistado: la humanidad mira, condena, se moviliza, se organiza. Y cada paso dado fortalece el camino hacia el fin de este genocidio infame que pesa sobre Palestina desde hace 74 años.
Sí, esta batalla se perdió en el mar. Sí, las embarcaciones escoltas de Italia y España se retiraron antes de dar la cara. Sí, el bloqueo persiste, ilegal, inmoral, inhumano. Pero en cada barco que partió, en cada bandera izada, en cada puerto que se abrió para cargar alimentos y medicinas, en cada ciudad, plaza o calle donde se lucha contra la injusticia, nace una certeza: volveremos, y seremos millones.
Por: Iván Bellot/