Las entradas autóctonas y folklóricas reflejaron la diversidad cultural del departamento y del país.
La Paz, 11 de diciembre de 2023 (AEP). – En una destacada sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la Fiesta de San Bartolomé y San Ignacio de Loyola, conocida como Ch’utillos, fue incorporada a la prestigiosa Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La denominación fue aprobada durante la XVIII sesión que tuvo lugar en Botsuana, en el sur de África, reconociendo así la riqueza cultural y la importancia de esta fiesta.
La festividad de Ch’utillos está dedicada a la veneración de San Bartolomé y se desarrolla en agosto de cada año en la ciudad de Potosí.
Este evento tiene como objetivo principal mostrar la integración de diferentes comunidades y resaltar la diversidad cultural que caracteriza a la región. Más allá de sus aspectos religiosos, Ch’utillos es una expresión viva de la identidad de las comunidades locales, transmitida de generación en generación.
Ch’utillos expresa la combinación religiosa y cultural de Bolivia, que mantiene su sistema de creencias y rituales ancestrales vinculado al ciclo agrícola y las deidades.
Esta festividad se ha ido fortaleciendo con los años y está considerada entre las más importantes del país.
Las entradas autóctonas y folklóricas reflejaron la diversidad cultural del departamento y del país.
Herencia viva
El concepto de patrimonio cultural inmaterial, también conocido como “patrimonio vivo”, abarca prácticas, expresiones, saberes o técnicas transmitidos de generación en generación por comunidades.
Este tipo de patrimonio no solo proporciona un sentido de identidad y continuidad, sino que también fomenta la creatividad, el bienestar social y contribuye a la gestión sostenible del entorno natural y social.
La Unesco, en su compromiso con la preservación de estas manifestaciones culturales, brinda apoyo a los Estados Miembros, promoviendo la cooperación internacional para la salvaguardia y estableciendo marcos institucionales y profesionales que favorezcan la preservación sostenible de este patrimonio vivo.
Mosaico de tradición
Ch’utillos se suma a una lista destacada que incluye otras expresiones culturales bolivianas reconocidas por la Unesco.
Entre ellas se encuentran la Fiesta Grande de Tarija, la Festividad del Señor Jesús del Gran Poder, los rituales en la ciudad de La Paz durante la Alasita, el pujllay y el ayarichi (músicas y danzas de la cultura yampara), la Ichapekene Piesta, la fiesta mayor de San Ignacio de Moxos, el grandioso carnaval de Oruro, la cosmovisión andina de los kallawayas y el proyecto de salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de las Comunidades Aymaras.
Diversidad
Este reconocimiento de la Unesco no solo celebra las festividades en sí, sino que también destaca la importancia de preservar y promover la diversidad cultural boliviana, destacó la ministra de Culturas, Sabina Orellana.
Con la inclusión de Ch’utillos en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, dijo la autoridad, se abre una nueva oportunidad para fortalecer la salvaguarda de estas expresiones culturales únicas, contribuyendo así a la identidad y el orgullo de las comunidades bolivianas.
De momento, la festividad de Urkupiña de Cochabamba está en espera de recibir la misma declaración.
También se elaboran proyectos para la Fiesta Grande de las Comadres (Tarija) y el Anata Andino (Oruro).
“Hay mucho más en cada departamento, hay que analizar qué lugares, qué más vamos a presentar”, adelantó Orellana.
El espectacular carnaval de Oruro
Oruro, situado a una altitud de 3.700 metros sobre el nivel del mar, en las montañas del oeste de Bolivia, era un centro de ceremonias precolombino antes de convertirse en un importante centro minero en los siglos XIX y XX.
La ciudad fue refundada por los españoles en 1606 y siguió siendo un lugar sagrado para el pueblo Uru, al que venían desde muy lejos para cumplir con los ritos, especialmente la gran fiesta de Ito.
Los españoles prohibieron esas ceremonias en el siglo XVII, pero estas continuaron bajo la fachada de la liturgia cristiana: los dioses andinos se ocultaban tras los iconos cristianos, convirtiéndose así en santos.
La fiesta de Ito fue transformada en ritual cristiano: la Candelaria, el 2 de febrero, y la tradicional “lama lama” o “diablada” se convirtió en el baile principal de Oruro.
Todos los años, durante seis días, ese carnaval da lugar al despliegue de toda una gama de artes populares en forma de máscaras, tejidos y bordados.
El principal acontecimiento es la procesión (“entrada”), durante la cual los bailarines recorren por 20 horas, sin interrupción, los cuatro kilómetros de la procesión.
Más de 28 mil bailarines y 10 mil músicos repartidos en unos 50 grupos participan en el desfile, que ha sabido conservar las características tomadas de los misterios medievales.
El declive de las actividades mineras y agrícolas tradicionales amenaza a la población de Oruro, así como la desertización del altiplano andino, que provoca una emigración masiva. La urbanización ha producido un fenómeno de aculturación, abriendo una brecha creciente entre las generaciones. Otro peligro es la explotación financiera incontrolada del carnaval.
El pujllay y el ayarichi: músicas y danzas de la cultura yampara
El pujllay y el ayarichi son formas musicales y coreográficas de la cultura yampara que se complementan formando un todo. El pujllay se practica en la época de las lluvias y el Ayarichi en la temporada seca.
El pujllay lo ejecutan principalmente hombres en el transcurso de un ritual del mismo nombre que celebra la renovación de la vida y la abundancia traída por la época de las lluvias.
Los sonidos, bailes y atuendos evocan al “Tata Pujllay”, ente demoniaco y fecundo que posee una energía desbordante.
Un grupo de músicos toca con varias flautas y una especie de clarinete de cuerno.
Los danzarines, suntuosamente vestidos como el “Tata Pujllay”, giran incansablemente alrededor de un gran altar bellamente adornado con alimentos, en señal de abundancia.
Ayarichi
El ayarichi se baila en fiestas dedicadas a los diferentes santos católicos que rigen el orden social y cósmico e influyen en la conservación de la vida.
El grupo de ejecutantes de este ritual comprende cuatro músicos-bailarines —que tocan simultáneamente una flauta de Pan y un tambor— y unas dos a cuatro bailarinas.
De la confección de los trajes se encargan artesanas, que los tejen con suma minuciosidad cuidando hasta el más mínimo detalle. La ejecución de ambos ritos moviliza un vasto conjunto de redes comunitarias que aportan bebidas y alimentos en abundancia.
La transmisión de los conocimientos y técnicas musicales y coreográficas a los niños se efectúa generalmente mediante juegos colectivos infantiles y la observación de los adultos, sin intervención directa de estos últimos.
El pujllay y el ayarichi contribuyen a la unidad de las comunidades de cultura yampara en la medida en que constituyen un medio privilegiado de comunicación con la naturaleza.