Situado en una de las grandes maravillas del planeta, en este lugar hay centenares de vagones y locomotoras abandonadas que no hacen más que añadir espectacularidad a un enclave ya de por sí impresionante.
Es noviembre de 1778 y Katari exige del Virrey una respuesta, una solución, una esperanza. Él cree que puede cambiar el destino, la suerte de su pueblo. Tomás Katari, que es el jilakata de las comunidades de las tierras que después serán parte de Bolivia, marcha a pie 600 leguas (2.896 kilómetros) en dos meses y medio, con poca comida y sin descanso.