A lo largo de la historia de Bolivia, las bibliotecas privadas han sido testigos silenciosos de la riqueza cultural del país, pero su destino ha sido trágico, ya que han enfrentado destrucción y olvido después de la muerte de sus propietarios. Empero, la reciente donación de la colección de Néstor Taboada Terán al Museo Nacional de Etnografía y Folklore resalta la importancia de preservar este legado.
El trágico destino de las bibliotecas particulares
Las élites, gracias a su poder económico, tuvieron a su alcance bibliotecas utilitarias, desde la época colonial, como don Nicolás Urbano de Mata y Haro, obispo de La Paz (1702), que fue “una de las primeras en aquella ciudad, que se instaló fuera de los recintos monásticos”, con 360 volúmenes.
Funcionarios de la Real Audiencia de Charcas, a partir de 1681 (año ad quo) hasta 1825 (año ad quem), acopiaron 22 bibliotecas particulares localizadas en La Plata (hoy Sucre) y 11 en la Villa Imperial de Potosí, según el estudio de Nancy Ripodaz. Marcela Inch identificó 34 bibliotecas privadas y tres negocios de libros en la Villa Imperial, para el periodo 1750-1825, entre ellas las del clérigo Eusebio Benítez Maldonado y del abogado Juan Fermín Daza, las de Miguel de Amatler y Gregorio Iporri.
El célebre Dean Terrazas poseía una “biblioteca repleta de libros de ingreso prohibido por heréticos, o por liberales o por afrancesados”, que los hacía importar clandestinamente; libros que puso a disposición de los independentistas que acudían a la Academia Carolina de Chuquisaca.
Una verdadera constelación de bibliotecas particulares centellea a lo largo de la historia, pero su destino se torna incierto al momento de extinguirse la vida de sus propietarios. El desdén ha sido la constante que ha determinado el destino final de las bibliotecas particulares, en todas las épocas de nuestra historia.
La destrucción de las ricas bibliotecas coloniales deja un recuerdo lacerante. Los funcionarios de la Real Audiencia de Charcas, los azogueros y un puñado de mujeres no imaginaron el triste corolario de sus desvelos librescos. El relator y fiscal Miguel Martínez Escobar los entregó en herencia, subsistiendo por breve tiempo, pues los libros fueron vendidos, rematados. Un tercio de la biblioteca del oidor Ussoz y Mozi, encarcelado durante la rebelión de 1809 por orden del presidente de la Audiencia, Nieto, fue enviado a Cochabamba y “los dos tercios restantes” vendidos “en bloque al comerciante Domingo Aníbarro”. La biblioteca del ilustrado caballero José Ignacio Flores sufrió la disgregación de sus libros, saliendo a la venta clandestina varios tomos, yendo a parar a las estanterías de altos jerarcas del Virreinato del Río de La Plata, como señala Ripodaz.
Antonio Paredes Candia relata las vicisitudes de las bibliotecas republicanas, con destino parecido de sus antecesoras coloniales. “La hermosa biblioteca de Agustín Aspiazu fue usada por su viuda como combustible para la preparación de api, en la antigua calle Lanza”; desgraciada suerte corrió “la Biblioteca de Hernán Paredes Candia, rematada de cinco en cinco, de diez en diez, por un martillero ignorante”. La “Biblioteca de Don Antonio Gonzáles Bravo fue vendida casi al peso por aquella mala gente que la heredó”. La Biblioteca de Don Modesto Omiste “la vendieron a peso, ni más ni menos como si fueran papas o cebollas”. La Biblioteca de Ismael Sotomayor y Mogrovejo fue pignorada por él mismo, quien “ya dominado por el alcohol sacaba un volumen de su magnífica biblioteca e iba a ofrecerlo a alguien que le arrojaba unos pesos por el libro, destruyendo así poco a poco su obra”. La colección fue expropiada de facto por el Ministerio de Educación y depositada en tugurios, de donde fueron sustraídos sistemáticamente por los funcionarios de esa repartición.
A la valiosa biblioteca que coleccionó Gregorio Beeche el destino le deparó un fin trágico. En 1929, los 80 mil títulos de su biblioteca “fueron dispersados y repartidos en varios establecimientos de Chile, lo cual equivalió a su desaparición. Fue una gran pérdida, sufrida en el extranjero, para la bibliografía boliviana”, afirma Alberto Crespo. En tanto que la biblioteca que perteneció al bibliógrafo Nicolás Acosta fue vendida a los Estados Unidos.
En tiempos más recientes, algo similar aconteció con la biblioteca de Fernando Baptista Gumucio, exministro de Economía del gobierno de Hernán Siles Suazo (1982-1985). El destino de la magnífica biblioteca de Valentín Abecia Baldivieso, que superó los 35 mil ejemplares pasó a propiedad de sus sucesores y se tiene conocimiento que una parte fue entregada en calidad de donación a la Biblioteca de la Penitenciaría de San Pedro, en la ciudad de La Paz, hecho loable, por cierto. Sin embargo, muchos bibliófilos encontraron exlibris de Valentín Abecia Baldivieso en el comercio de libros usados del mercado Lanza, identificados por los sellos de procedencia.
Hoy no se conoce el destino de la invaluable colección que formó Édgar ‘Huracán’ Ramírez, vital para comprender la historia política, social y económica de Bolivia y Latinoamérica. Es nuestro deseo que ese legado bibliográfico-documental sea entregado al Archivo Histórico de la Minería Nacional o algún repositorio bibliográfico del Estado, para su custodia, sistematización y difusión.
En medio de ese escenario desalentador, el Estado boliviano rescató importantes bibliotecas de célebres personajes como José Rosendo Gutiérrez, Gabriel René Moreno, Ernesto Otto Rück, Alcide d’Orbigny, así como la imponente biblioteca de Guillermo Lora y su archivo político. Otras bibliotecas importantes, como la de Alberto Crespo Rodas, Luis Ramiro Beltrán, Armando Cardozo, la colección completa del periódico Última Hora, incluyendo el archivo fotográfico que formó como resultado de su función periodística que sobrepasa las 100 mil piezas, la biblioteca de Roberto Choque Canqui, el primer historiador aymara, fueron recuperadas por el Archivo de La Paz.
El grueso de la biblioteca de Néstor Taboada Terán se entregó, en calidad de donación, a la Biblioteca Central de la Universidad Mayor de San Andrés, institución donde se fusionó con las colecciones existentes, provocando de esa manera la dispersión de la invaluable colección. Lo mismo sucedió en la Biblioteca de la Facultad de Humanidades con la biblioteca de Jaime Sáenz, el autor de Felipe Delgado.
Donación de una colección especial de Néstor Taboada Terán
El 8 de septiembre de 2023, la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BC) recibió en calidad de entrega provisional para su custodia 280 ejemplares, entre libros, recortes de prensa, revistas y otros archivos que fueron acopiados en vida por el prestigioso literato Néstor Taboada Terán. La colección se entregó a la Biblioteca del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef), repositorio que cobija la colección completa de la Cultura Boliviana, editada en la Universidad Técnica de Oruro por el célebre escritor. Es importante señalar que, en 1990, la Biblioteca del Musef adquirió su obra completa.
La colección fue entregada por la hija del escritor, Willma Varinia Taboada Novillo. La arquitecta de profesión contó que la biblioteca de su padre tenía una infinidad de libros, documentos y escritos. “Ahora me complace entregar, en víspera de su nacimiento y a nombre de la familia, lo que ha quedado de su biblioteca. Al principio queríamos guardarlo como parte de un recuerdo familiar, sin embargo, estas publicaciones están llegando hasta el Musef y sabemos que estarán muy bien resguardas”, dijo. Recordó que uno de los mayores traumas que sufrió su padre fue la quema de su biblioteca durante la dictadura militar de Banzer en 1972, en la plaza 14 de Septiembre de Cochabamba. “Sin embargo, vivió una vida dedicada a la literatura, a las letras en un país donde no se lee, a él no le fue fácil, vino de una familia humilde, ese fue su motor e indignación para producir una literatura de combate y lucha”.
La entrega de la biblioteca del prestigioso escritor, periodista e historiador Néstor Taboada Terán fue oficializada con el acto de firma del contrato de donación de los bienes documentales, el jueves 15 de agosto de 2024, en el Museo Fernando Montes (MFM), sede de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB). Entre esos valiosos bienes documentales se encuentran 170 libros, 94 publicaciones periódicas, 11 documentos de literatura gris y cinco documentos de archivo. En esa oportunidad, Wilma Varinia Taboada Novillo instó al Musef a “que sensibilice a la juventud boliviana a la lectura, a leer su propia historia y que esos archivos que quedan en el repositorio se usen para los investigadores”.
Milton Eyzaguirre, jefe de la Unidad de Extensión del Musef, explicó la importancia que implica custodiar esos documentos de relevancia histórica para el país: “Este material llegó al Musef para generar interesantes dinámicas entre los investigadores, tenemos una variedad de documentos que son necesarios para indagar más sobre nuestra historia, es un aporte invaluable a la sociedad”.
Elvira Espejo, directora del Musef, destacó que la biblioteca de Taboada Terán enriquecerá el patrimonio de la entidad cultural, además que será de utilidad a investigadores y estudiantes universitarios. En esa oportunidad calificó a ese momento como “un gran día (jach’a uru)”.
Néstor Taboada Terán
Néstor Taboada Terán nació en La Paz el 8 de septiembre de 1929 y falleció el 9 de junio de 2015. Fue prolífico novelista, cuentista y ensayista dedicado a la difusión de la cultura boliviana. Fundador de revistas especializadas en cultura como Cultura boliviana (Oruro), Wiphala (La Paz), Letras bolivianas y Pueblo y cultura (Cochabamba).
Realizó sus estudios de primaria y secundaria en Oruro y La Paz. Estudió Artes Gráficas en Rio de Janeiro (Brasil) y Periodismo en Quito (Ecuador). Por mucho tiempo, desempeñó labores de trabajador gráfico, lo que le llenó de orgullo. Fue fundador de la Sociedad Boliviana de Escritores, miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua. Fue profesor de Historia Económica e Historia de la Cultura, en la Universidad Técnica de Oruro. Dirigió el Departamento de Extensión Cultural en las universidades de Oruro (1964) y San Simón de Cochabamba.
La dictadura de Banzer ordenó quemar su biblioteca en la plaza 14 de Septiembre, por lo que salió al exilio a la Argentina, donde su obra fue conocida y apreciada. A su retorno al país, fue designado director del Instituto Boliviano de Cultura (1982), donde impulsó la organización de los artesanos en arte popular, con apoyo del historiador Ronald Roa Balderrama. Posteriormente, integró el Consejo de Administración de la FC-BCB, impulsando la edición facsimilar del Diario del Che (2007).
Prolífica trayectoria como escritor, novelista, poeta e historiador
Inició su carrera literaria muy joven. En 1948 fue galardonado por el cuento Claroscuro, en un certamen convocado por el colegio Bolívar, de La Paz. En 1950, publicó su poemario Germen.
Su obra es inmensa, con más de 50 títulos publicados, se caracteriza por emplear la fuente historiográfica para documentar su obra literaria. Así lo expresan Indios en rebelión (1968) y El precio del estaño, novela sobre la masacre de Catavi en 1942 (1970). El Centro Editor de América Latina (Buenos Aires) y el Instituto de Formación y Capacitación (La Paz) publicaron su Historia de las luchas sociales y el movimiento obrero de Bolivia, y, posteriormente, La masacre de Catavi (1973) y Bolivia: la revolución desfigurada (1974). Escribió sobre la injusta guerra de 1879, con el título de La decapitación de los héroes (1995); Chile, con el corazón a la izquierda (1968) y Salvador Allende ¡Mar para Bolivia! (2004).
En 1979 ganó el premio Franz Tamayo con su obra Las naranjas maquilladas y el premio de novela Erich Guttentag, editada como Que los ángeles te conduzcan al paraíso (No disparen contra el Papa) (1989).
En Buenos Aires publicó El signo escalonado (1975) y Manchay Puytu, el amor que quiso ocultar Dios (1977), que fue galardonado con la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Autores y traducida al alemán. Esta es una obra emblemática en muchos sentidos, pues fue representada en musical por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (1993) y en Bolivia en ópera por el maestro Alberto Villalpando (1995). El inglés Keith Richards la usó en su tesis doctoral Imaginario mestizo; aislamiento y dislocación de la visión de Bolivia de Néstor Taboada Terán, publicado por Plural (1999).
En Colombia publicó Bolivia, una nación privilegiada (1991); en Barcelona, su novela histórica Angelina Yupanqui. Marquesa de la conquista (1992), reeditado en La Paz (1996); le siguió Capricho español. Crónica de un descubrimiento (1992) y Requerimiento al rey de España (1992). Una obra singular es El cañón de Punta Grande/Jachakachi kañuna, publicado en siete idiomas: castellano, aymara, quechua, alemán, francés, inglés, islandés e italiano (1995).
Publicó sus impresiones de viaje a EEUU, en King Kong today, Un escritor boliviano en USA (1999). Sus ensayos sobre la fiesta tradicional de Quillacollo están en Urkupiña por siempre (1999). En el género autobiográfico está Oficio de coraje. 50 años de literatura (2000), Las diez novelas de la literatura boliviana: la vuelta a la literatura en diez mundos (2004), seguida de Claroscuro y 5 poemas de amor a la madre (2004) y Ollantay, la guerra de los dioses (2004).
Fascinado por el Quijote, escribió Miguel de Cervantes Saavedra. Corregidor perpetuo de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz (2005). Una de sus últimas obras fue destinada a exaltar el Proceso de Cambio, con Tierra Mártir: Del socialismo de David Toro al socialismo de Evo Morales (2006) y Estandarte de libertad. Ensayo histórico de las rebeliones de Chayanta, Tungasuca, Madrid, Charcas, La Paz, Quito y Buenos Aires (2010). Su última obra publicada fue La espada que Dios me dió (2012).
Su obra recibió muchos reconocimientos, entre ellos la condecoración Caballero de Honor de las Artes y Letras de la República de Francia; Faja de Honor, de la Sociedad Argentina de Escritores; Medalla de Honor de la Sociedad Biográfica de Carolina del Norte. La Biblioteca de la Universidad de Miami (EEUU) homenajeó sus 50 años de labor literaria; la Universidad de Viterbo (Italia) instituyó la beca Néstor Taboada Terán de Literatura Latinoamericana, y el Congreso de Bolivia le otorgó la presea Bandera de Oro.
Escrito por Luis Oporto Ordóñez (*) en el suplemento Crónicas del periódico Ahora El Pueblo.
*Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas. Docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.