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Los rostros de la Revolución del 16 de julio de 1809

Fueron abogados, comerciantes, militares, artesanos y hombres de pueblo. Hace 216 años, encendieron la chispa libertaria que terminó con sus vidas y abrió camino a la independencia.

El 16 de julio de 1809, hombres de diversas ocupaciones y procedencias se unieron para alzar la voz contra el dominio colonial español en La Paz. Muchos no vivieron para contarlo. Fueron colgados o degollados. Algunos fueron exhibidos como escarmiento. Y, aun así, encendieron una chispa que no pudo ser apagada.

Desde años antes ya se conspiraba. El historiador Randy Chávez recordó, en entrevista con Ahora El Pueblo, que, en 1805, Pedro Domingo Murillo ya había sido descubierto por complotar contra la Corona. “Cuando lo hacen confesar, él involucra al gobernador y al jefe de milicias, por lo que se desestima el caso. Hay documentos que prueban que la revolución paceña empezó antes que la Revolución de Mayo”, explicó. Pero la gran diferencia es que La Paz instaló su propia Junta de Gobierno. “Es por primera vez que se ha fundado un gobierno de aquí, en Sudamérica, o de las colonias hispanas”, sostuvo el investigador.

El levantamiento de julio de 1809 no fue solo de élites. Incluyó a esclavos afrodescendientes e indígenas aymaras de los Yungas. Eso explica, según Chávez, por qué la revolución tuvo un carácter popular. Hoy, más de dos siglos después, sus protagonistas han sido en su mayoría olvidados. Solo dos —Murillo y Sagárnaga— descansan en urnas con restos confirmados. Los demás yacen en tumbas comunes o simbólicas. Esta es la historia de quienes pagaron con su vida el atrevimiento de soñar con una patria libre.

Por ello, con base en el Diccionario Histórico del Departamento de La Paz, de Nicanor Aranzaes (1915), y el análisis del historiador Chávez, presentamos la vida de los protomártires que dejaron encendida la llama de la libertad paceña.

PEDRO DOMINGO MURILLO

Nacido en La Paz el 17 de septiembre de 1757, Murillo fue más que el símbolo de una revolución: fue un personaje complejo. Hijo de Juan Ciriaco Murillo y María Ascencia Carrasco, estudió Derecho en Chuquisaca, aunque su vida fue también la de un hombre de pasiones y contradicciones. En su juventud, falsificó su título de abogado para defender una herencia familiar, lo que le valió ser perseguido por la justicia. Más tarde fue indultado y se dedicó a la minería.

En 1781, participó como soldado en la defensa contra la rebelión de Túpac Katari, y por su valor fue nombrado teniente de Milicias. En 1805 ya conspiraba contra el poder español, y fue arrestado. Pero según el historiador Randy Chávez, Murillo logró desestimar el caso involucrando a sus superiores y revelando la profundidad del movimiento. Años después, estaba al frente de la Junta Tuitiva.

Después de la derrota del movimiento, fue capturado y ahorcado el 29 de enero de 1810. En 1939, cuando se desarrollaba la refacción del primer altar de la nave izquierda del Templo de San Juan de Dios, se encontraron los restos de Murillo, sin cabeza. En 1964, cuando se remodelaba el piso y los altares del templo, detrás del altar de San Antonio de Padua, se encontró su cráneo y se lo guardó. Hoy, descansa en una de las únicas urnas del mausoleo de los patriotas que conserva restos verdaderos.

JUAN BASILIO CATACORA

Nacido en La Paz en 1760, Juan Basilio Catacora era un hombre de leyes. Se formó en el Cusco y Chuquisaca, y fue asesor legal del Cabildo paceño. Pero también, como revela Chávez, se dedicaba al “rescate de coca”: compraba la hoja sobrante y la revendía en Potosí. Su figura encarna la fusión entre cultura popular y pensamiento ilustrado.

En julio de 1809, tocó la campana del convento de Santo Domingo para llamar al pueblo a sublevarse. Fue elegido representante en la Junta y participó en decisiones cruciales, como la quema de los certificados de deuda con la Real Hacienda. Fue capturado en Escoma, traicionado y llevado ante el general Goyeneche. Fue ahorcado el 29 de enero de 1810 y sepultado en el cementerio de La Merced.

BUENAVENTURA BUENO

Arequipeño de nacimiento, paceño por convicción. Nacido el 16 de julio de 1768, llegó a La Paz en 1784. Era maestro de latín y ejerció cargos como alcalde de hermandad. Se casó y tuvo seis hijos. Participó en la Junta Tuitiva, pero ante la presión eclesiástica y el temor por los alcances de la rebelión, fue el primero en renunciar. Aun así, siguió militando en los pueblos alejados.

Capturado por las fuerzas realistas, fue condenado a muerte. Su cuerpo estuvo siete horas colgado en el patíbulo, y fue enterrado en el Templo de Santo Domingo. Su familia quedó en la ruina total. Su esposa murió en 1823, también sepultada allí. Según Chávez, es uno de los muchos patriotas cuyos restos no están en las urnas del mausoleo.

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APOLINAR JAÉN

Nacido en Oruro en 1776, Jaén se estableció en Coroico en 1806 como comerciante de coca. Según Chávez, también era un “rescatador” de hoja, como Catacora. Influenciado por los hermanos Lanza, lideró una expedición de 50 milicianos y 2.000 indígenas y esclavos por los Yungas. Fue derrotado en Chicaloma y capturado. El 29 de enero fue ejecutado en La Paz. Su cabeza fue enviada y exhibida en Coroico.

MELCHOR JIMÉNEZ

Hijo de campesinos pobres, nació en Caracato en 1767. Apodado ‘Pinchitanka’, comenzó como garitero y trabajó por más de dos décadas en ese puesto. Se casó con María Mercedes Cabrera y tuvo tres hijos. Fue uno de los organizadores clave del levantamiento, encargado de embriagar a los soldados realistas para tomar el cuartel.

Designado comandante de artillería, luchó en la fallida expedición a Tiwanaku. Capturado luego de la derrota en Chacaltaya, fue ahorcado y enterrado en el atrio del Templo de Santo Domingo.

MARIANO GRANEROS

Nació en La Paz en 1771. Era dueño de una taberna donde se reunían los revolucionarios. Estuvo entre los primeros en conspirar junto con Murillo. Casado con Manuela Pagadora, tuvo tres hijas. Apoyó la toma del cuartel y luego fue nombrado capitán de granaderos.

Después de la derrota en Irupana, fue capturado en Pampahasi. Ahorcado junto a Murillo, fue enterrado en el atrio del Templo del Carmen. Su figura representa a los sectores populares que apoyaron la causa desde las calles y los barrios.

JUAN ANTONIO FIGUEROA

Nacido en Galicia, fue militar español y luego sastre en Potosí. Al estallar la revolución, se sumó al movimiento y fue nombrado teniente de artillería. Según Chávez, fundió los pequeños cañones que hoy están en la Casa Museo de Murillo. Fue ejecutado con particular crueldad: se rompió la soga al colgarlo, sobrevivió al garrote y finalmente fue decapitado. Fue sepultado en la Iglesia del Sagrario.

GREGORIO GARCÍA LANZA

Nacido en Coroico en 1775, Gregorio fue abogado y líder intelectual de la Junta Tuitiva. Redactó el plan de gobierno y fue secretario de guerra. Ante el avance de Goyeneche, se replegó a Chulumani. Capturado en diciembre, fue ejecutado en enero de 1810. Su cuerpo fue enterrado en San Francisco gracias a la intercesión del padre Juan de Dios Delgado.

JUAN BAUTISTA SAGÁRNAGA

Abogado paceño nacido en 1766, Sagárnaga fue uno de los ideólogos del levantamiento. Dirigió la expedición militar a Tiwanaku, aunque sin éxito. Fue capturado después del combate de Chicaloma. Según Chávez, sus restos están entre los pocos auténticos en el mausoleo. Murió ahorcado el 29 de enero de 1810. Su esposa dio a luz a su hija Juana Manuela luego de su muerte.

MANUEL VICTORIO GARCÍA LANZA

Hermano de Gregorio, Manuel nació en Coroico en 1777. Estudió en Cusco y fue regidor del Cabildo. En septiembre de 1809 comandó una expedición a los Yungas. Después de la derrota patriota, intentó huir hacia Brasil, pero fue capturado y degollado el 16 de noviembre en el río Wari. Su cabeza fue exhibida en Coroico. Chávez recuerda que fue él quien creó la bandera de La Paz, con rojo punzó y verde esmeralda. En 2006, una ordenanza municipal oficializó estos colores.

MEMORIA, SÍMBOLOS Y DESAFÍOS

Más de dos siglos después, solo dos de los patriotas —Murillo y Sagárnaga— descansan en urnas que contienen restos verdaderos. El resto son símbolos vacíos, “en honor a ellos nomás están”, dice el historiador Randy Chávez. A ellos se suman otros símbolos: la Virgen del Carmen, nombrada patrona del Ejército; la bandera paceña, creada por un mártir ignorado; los cañones de la Casa Murillo, casi olvidados.

“¿Se le rinde homenaje a Manuel Victorio García Lanza?”, pregunta Chávez. “No”. Su reflexión es directa: hay una deuda con los hombres —y pueblos— que desafiaron al imperio. Una deuda de memoria, de justicia y de historia.

AEP


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