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Antes que sea tarde: la unidad ahora o la derrota mañana

Todas, absolutamente todas nuestras diferencias deben ser planteadas y atendidas atentamente, para ser corregidas.

El 12 de abril de 1980 Marcelo Quiroga Santa Cruz, en un comunicado titulado “La unidad ahora o la derrota mañana”, hizo un llamado a todos los partidos de izquierdas y populares,  independientemente de su grado de representación,  a construir un proyecto unitario de carácter táctico y estratégico.

El escenario político actual es muy distinto al de aquel entonces, pues un golpe de Estado encabezado por Luis García Meza clausuró la coyuntura democrática, proscribió a los partidos y sindicatos, detuvo, torturó y asesinó a decenas de bolivianas y bolivianos. De hecho, el mismo día del golpe hizo desaparecer al propio Quiroga Santa Cruz.

Ahora las amenazas a todo lo avanzado por nuestra Revolución Democrática y Cultural  son reales y grandes. Es irrelevante ante el pueblo, y no representa ninguna lección política, la guerra interna dentro de las fuerzas progresistas y de izquierdas. Es el momento de mirar adelante, de despojarnos del individualismo que ha penetrado en nuestras filas, de actuar con responsabilidad histórica, escuchando a las bases, para dar un salto en el Proceso de Cambio.

Por eso es que “antes que sea tarde: la unidad ahora o la derrota mañana”. Reitero mi llamado a caminar en esa dirección a los partidos progresistas y de izquierdas tengan o no personería jurídica, a los movimientos sociales y los sindicatos, grandes y pequeños, del campo y la ciudad, y a todo el pueblo trabajador, pues para triunfar ante los enemigos de clase nos necesitamos todos y todas. Con unos habrá más afinidad táctica, con otros mayor compatibilidad estratégica, pero sin los unos y los otros no habrá ni victoria táctica ni muchos menos perspectiva de avance estratégico.

La irrupción democrática del pueblo

Desde fines del siglo XX y principios del XXI el bloque indígena originario campesino, la clase obrera y los sectores populares han asumido la lucha electoral como un verdadero desafío y como el escenario para disputar, con su proyecto, el poder político del Estado.  Esa estrategia ha sido victoriosa, pues la combinación de la lucha social y política nos ha permitido inaugurar un Proceso de Cambio en el cual, por vez primera, las clases explotadas y oprimidas se convirtieron en gobierno y desde ahí ampliaron la democracia, profundizaron y ensancharon derechos, tomaron medidas que nos permitieron generar excedentes y distribuirlos de distintas maneras para beneficio de la población, y se sentó soberanía nacional. 

Cada acto electoral significa un gran desafío para el pueblo y una convocatoria a la responsabilidad de dirigentes, autoridades y bases organizadas. El 17 de agosto habrá Elecciones Generales y el reto es aún mayor.

Desde el 18 de diciembre de 2024 y en reiteradas oportunidades hice un llamado a la unidad.

El 13 de mayo, mediante un mensaje, hice pública la decisión de declinar mi candidatura a las presidenciales. Lo hice para que no hubiera ningún obstáculo a la hora de construir una sola alternativa de izquierdas ante la amenaza del arribo de la derecha al gobierno; para preservar nuestro Estado Plurinacional, nuestro Modelo Económico Social Comunitario Productivo y nuestra Revolución Democrática y Cultural.

En esa ocasión dije, y lo reafirmo: “nunca planteé la unidad en torno a mi persona, ni en torno a ninguna otra persona específica, porque un espacio de unidad precisamente consiste en discutir y ponernos de acuerdo en un programa mínimo, y en cuáles son las mejores opciones dentro del campo popular…”.

La esperanza de que podemos caminar juntos

Me ha alegrado mucho ver, estos últimos días, el llamado público que han hecho los candidatos, y algunos de sus voceros, del campo nacional-popular, del progresismo y de las izquierdas, a avanzar en la unidad de cara al 17 de agosto. Unos y otros se han referido a la unidad recientemente, y eso es un avance. Aquí no hay ninguna pretensión de ser protagonista a nivel individual, lo que importa es que la unidad se concrete.

Eso me alegra, porque yacen ahí cuatro razones: 1) madurez a la hora de analizar la coyuntura y evaluar que no se puede prescindir de ninguna fuerza para derrotar a la derecha; 2) la percepción del peligro y de la amenaza que hay para nuestra Patria y el pueblo si el campo nacional-popular es alejado del gobierno; 3) notar que los candidatos de nuestro sector comienzan a pensar ya no como ministros o senadores o alcaldes, sino como futuros Jefes de Estado, con una mirada integral y profunda de la política; y 4) la disposición de todas las partes a priorizar el diálogo y el entendimiento antes que las naturales diferencias que puedan haber al interior de cualquier fuerza política o social.

La unidad se construye en base a ese diálogo, a contraponer propuestas y programas, a ceder en algunas cosas; a la negociación franca y al consenso.

La unidad se construye sabiendo identificar quiénes son y dónde están los enemigos del pueblo, que en este caso concreto los observamos en el imperialismo norteamericano, además de la derecha internacional y nacional que quieren volver a saquear nuestros recursos naturales.

¿Es posible la unidad?

La respuesta políticamente correcta y con responsabilidad ante la historia del pueblo es categóricamente: “sí, es posible”. Son innumerables los puntos que nos unen: 1) cada uno de los candidatos del campo nacional-popular tienen el mismo origen o raíz de militancia política como es el Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP); 2) cada uno corresponde a una generación indiscutiblemente formada al calor del Proceso de Cambio; 3) Cada uno es, a la vez, renovación y continuidad de este proyecto emancipador que conducimos desde hace dos décadas. (Es un error político y va contra la dialéctica ver la renovación como negación de la continuidad o la continuidad como negación de la renovación.)

¿Hay más cosas que los pueden unir?

La respuesta es igual de tajante: “sí”. Al menos otras cuatro razones de suma trascendencia se nos presentan: 1)  existe un alto porcentaje de la población habilitada para votar que no quiere hacerlo por ninguno de los partidos de la derecha, porque saben que eso se traduciría en el saqueo de nuestros recursos naturales, en la generación de marcadas desigualdades sociales, en precarizacion del empleo y los ingresos y en dejar de hacer obras en los municipios y resignar nuestra soberanía nacional; 2) hasta ahora ninguna de las encuestas o sondeos de opinión indica que uno de los candidatos del campo nacional-popular pueda pasar a la segunda vuelta, por tanto solo una amplia alianza asegurará ese objetivo; 3) el fin estratégico de impedir a toda costa que nuestros adversarios destruyan los logros sociales, los derechos políticos, los avances en soberanía que hemos construido en estos 20 años; y finalmente, 4) nuestra posición antiimperialista, antineoliberal, anticolonial, anticapitalista y antipatriarcal.

¿Pueden nuestros adversarios unirnos?

Soy un convencido de que sí. Es natural que tengamos diferencias tácticas y miradas disímiles de las cosas, pero tenemos un denominador común, una identidad a veces dada por oposición a todo lo que representan y proponen nuestros adversarios: 1) privatización de las empresas públicas; 2) achicamiento del Estado; 3) precarización laboral; 4) eliminación de bonos sociales; 5) destrucción del Estado Plurinacional para restituir la República colonial, que no es más que un revanchismo racista; 6) endeudarnos con entidades financieras internacionales y trasnacionales extranjeras y el retorno del neoliberalismo, al cual el pueblo boliviano lo conoce muy bien porque sufrimos 20 años de su aplicación en Bolivia desde 1985 hasta el 2005 con resultados nefastos para el pueblo boliviano.

El desafío histórico

No dudo que cada uno de nuestros candidatos esté plenamente convencido de que esta elección está marcada por una encrucijada histórica: rectificación de errores, continuidad, mejoramiento y profundización de nuestra Revolución Democrática y Cultural versus el retorno a un neoliberalismo despiadado –más extremo del que conocimos entre 1985 y 2005– y a una restauración conservadora, excluyente y filofascistoide, como advertimos en otros países del continente.

Es la hora de los gestos desinteresados que vuelven grandes a los hombres y las mujeres; de pensar no en liderazgos personales, sino en el destino de las inmensas mayorías, de lo que llamamos “pueblo”.

Todas, absolutamente todas nuestras diferencias deben ser planteadas y atendidas atentamente, para ser corregidas.

Como han dicho los candidatos, es un momento de diálogo, de unirnos, y todos los actores debieran dar ese paso a la par, o unos antes que otros, da igual… el objetivo principal es unirnos para evitar el retorno del neoliberalismo y la destrucción del Estado Plurinacional.

Si como Gobierno podemos contribuir a reunir a las partes, a mediar a que se produzca esa unidad, acá nos tienen. Lo hemos asumido como un deber histórico, con el pueblo, con las organizaciones sociales y con nuestro Proceso de Cambio.

Estoy muy lejos de buscar algún tipo de protagonismo en esta dramática coyuntura. Me basta con escuchar a diario a las bases sociales y su solicitud desesperada de unidad para convencerme que es justamente eso y no otra cosa lo que puede salvar al Proceso de Cambio y al Estado Plurinacional. Somos mayoría si caminamos unidos.

Insisto en que si desde nuestra posición podemos auspiciar el acercamiento de las partes, pueden contar con cada uno de nosotros. Pero, si desean los candidatos y las bases un margen de autonomía para cumplir el mismo propósito, bienvenido sea. Acá no se trata de otra cosa que escuchar al pueblo. 

Este llamado a la unidad necesaria lo hago en homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz, el líder socialista más preclaro que ha tenido el país en la segunda mitad del siglo XX, y que fuera asesinado, hace exactamente 45 años, el 17 de julio de 1980, por la dictadura de Luis García Meza.

¡A cerrar el paso a la derecha!

¡Solo unido el pueblo vencerá!

 

Luis Alberto Arce Catacora

Presidente Constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia y militante del MAS-IPSP

–La Paz, 19 de julio de 2025–


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