El nuevo líder militar, Alberto Natusch Busch, se autoproclamó presidente después de derrocar al presidente Walter Guevara.
La Paz, 01 de noviembre de 2023 (AEP). – El 1 de noviembre de 1979 se produjo un golpe de Estado en Bolivia, conocido como la Masacre de Todos Santos. El nuevo líder militar, Alberto Natusch Busch, se autoproclamó presidente después de derrocar al presidente Walter Guevara.
Los periodistas, bajo la vigilancia de militares armados, aguardaban el informe oficial sobre los sucesos de la madrugada, ya conscientes de que cubrían el golpe de Estado número 54 en la historia del país.
Abel Ordoñez, también conocido como ‘Monolo’ y ya fallecido, reconocía a un antiguo ministro de Agricultura del dictador Hugo Banzer (1971-1978) entre la comitiva.
Se acercó discretamente a él para despejar algunas dudas.
— “¿Cómo está, coronel?”, susurró Ordoñez.
El militar, “con aliento a alcohol y cara de piedra”, lo miró con desprecio. El curtido periodista no se intimidó y audaz preguntó:
— “¿De quién es el golpe?”.
— “Mío. Yo soy ahora el Presidente”, respondió con fastidio Alberto Natusch Busch, el nuevo caudillo militar que había elegido la festividad religiosa de Todos Santos para derrocar a Walter Guevara de la silla presidencial.
Esta “conversación” se convirtió en una de las anécdotas favoritas de ‘Monolo’ durante su larga trayectoria, según contaba divertido.
Tanques en la plaza
Universitarios transportan a un herido. | Foto: RRSS
En la madrugada de aquella jornada los regimientos Tarapacá e Ingavi ocuparon la ciudad de La Paz y desplazaron tanques de guerra en la plaza Murillo para el resguardo de los nuevos inquilinos del histórico edificio.
Ángel Soliz del Monte, un antiguo funcionario del Palacio que ingresó a laborar allí a sus 21 años, en 1974, señaló, en una entrevista en 2010, que Natusch convirtió durante su breve administración a la casa de gobierno en su cuartel general.
“Todo el hall del Palacio era lleno de soldados. Diferentes grupos militares venían, dormían en el edificio, los soldados apostados en los pasillos estaban en apronte, salían a la guardia y volvían, y era una fetidez terrible e insoportable porque no podían cambiarse ni hacer su higiene personal”, relató Soliz del Monte, en aquel entonces con 35 años de trabajo en el Palacio.
Ya en el primer día del golpe, las organizaciones de Derechos Humanos calificaron a aquella jornada como la Masacre de Todos Santos.
Y es que miles de personas salieron a resistir la nueva asonada y durante dos semanas el pueblo boliviano desde las calles de La Paz, El Alto, Cochabamba y los centros mineros se enfrentaron a tanques de guerra y a las balas disparadas por el ejército leal a Natusch.
“Durante los 15 días del golpe no hemos salido de acá, estábamos encerrados. Yo solo llamaba por teléfono a mi casa para que hasta dos cuadras de aquí me hicieran llegar ropa”.
Dos realidades
La situación de extrema tensión en el país, ya con cientos de muertos y desaparecidos, obligó también a quienes dirigían las operaciones militares desde el Palacio a permanecer en el edificio.
El director administrativo de entonces, señala Soliz, traía desde los galpones de la Aduana todo lo necesario para pertrechar a los sublevados: “Cigarrillos, jaboncillo y whisky”.
“Yo vi a Natusch el día que entró al Palacio y el último, después de 15 días, lo vi salir de acá pero por la televisión”.
Militares y un tanque de guerra en el centro de La Paz. | Foto: RRSS
Soliz recuerda que por aquellos días el comentario general en los pasillos del Palacio era que el Presidente de facto estaba ebrio, que no era consciente de sus actos por la bebida y que, por eso mismo, no concedió ninguna entrevista a los medios de comunicación.
“Él estaba encerrado en su despacho, no salió ningún día y el Palacio era como su casa, porque aquí mismo había un pequeño departamento privado donde tenía su cama. Dormía, salía al despacho y volvía a su cuarto. Así fue su vida durante los 15 días”.
Mientras en el Palacio corría la bebida, en las zonas obreras del Cementerio General, Munaypata, Villa Victoria, y la Ballivián de El Alto, donde la resistencia era más fuerte, corría la bala que vomitaban desde el aire los T-33.
Obreros, estudiantes y vecinos abrieron zanjas a modo de barricadas en las calles del centro de la ciudad de La Paz y el llamado a la resistencia de la Central Obrera era general en todo el país. No se defendía al Presidente depuesto, sino a la democracia misma.
SANGRE Y DINERO
El régimen de Natusch intentó aplastar la resistencia con extrema violencia y en ese camino más de 100 personas fueron asesinadas y otras tantas desaparecidas y heridas.
Se clausuraron medios de comunicación, se impusieron las cadenas radiales, todas conectadas a la emisora oficial, se aplicó la censura y entre los cientos de detenidos en los recintos carcelarios los periodistas no eran la excepción.
El régimen se debilitaba, pero para mantenerlo vigente, señala Ángel Soliz, los comandantes de las grandes unidades y los ministros “venían por plata” y exigían al Director Administrativo de esa época el desembolso inmediato.
Natusch, sin el control de la situación por la resistencia social y necesitado de apoyo de sus camaradas, ordenó el asalto a las bóvedas del Banco Central de Bolivia, como lo reflejan insistentes versiones periodísticas difundidas tras el golpe.
Custodiados por tanques de guerra y centenares de militares, la situación en el Palacio durante los 15 días del golpe transcurrió de forma tranquila.
Pero la reacción popular y la división en el seno mismo de las Fuerzas Armadas obligaron a los pocos días a los golpistas a ceder el poder a la presidenta del Congreso, Lydia Gueiler.
En 1981, el propio Natusch encabezó una sublevación de la guarnición de Santa Cruz, que si bien fracasó, activó el descontento general que llevaría a dimitir al presidente de facto Luis García Meza.
Luis Espinal: “El descabellado golpe de Estado (ha) salido de una mente habituada a la droga…”
El sacerdote y periodista del revolucionario semanario Aquí, Luis Espinal, asesinado en el preludio del golpe de Luis García Meza, a siete meses de lo ocurrido en noviembre de 1979, escribió: “El descabellado golpe de Estado (ha) salido de una mente habituada a la droga…”.
Alberto Natusch, un antiguo exministro de Hugo Banzer, se alzó en armas en un momento inoportuno. El primer día de noviembre, delegaciones de los gobiernos integrantes de la Organización de Estados Americanos retornaban a sus países de origen luego de votar en apoyo a la reivindicación marítima de Bolivia frente al dictador chileno Augusto Pinochet.
Durante los 15 días sangrientos de su gobierno, las pizarras de emergencia médica publicaban:
- Hospital General, 57 heridos de bala y cuatro muertos.
- Hospital Obrero, 26 heridos, dos muertos.
- Hospital de Munaypata, 36 heridos, tres muertos.
- Asistencia Pública, 62 heridos y cuatro muertos.
- Hospital 20 de Octubre, 20 heridos.
- Instituto del Tórax, siete heridos.
- Morgue, 19 cadáveres, todos con marcas de disparos de armas de fuego.
En 16 días del golpe, habían sumado poco más de un centenar de muertos y un número similar de heridos.