La presión, interna y externa, condujo a una fragmentación del movimiento progresista y debilitó sus posibilidades electorales, según Hugo Moldiz.
La gestión del presidente Luis Arce estuvo condicionada por un doble cerco: la oposición política tradicional y el bloqueo sistemático impulsado por Evo Morales desde la Asamblea y las calles.
Esta presión, interna y externa, para el analista político Hugo Moldiz, condujo a una fragmentación del movimiento progresista y debilitó las posibilidades electorales de la izquierda.
La presidencia socialista de Arce, iniciada en noviembre de 2020 tras la crisis institucional de 2019, estuvo lejos de consolidar un nuevo ciclo de estabilidad para el llamado proceso de cambio.
Según el analista, el mandatario gobernó en condiciones adversas, con presiones simultáneas desde la derecha opositora y desde sectores del propio Movimiento Al Socialismo (MAS), encabezados por el expresidente Evo Morales.
“No se podrá analizar la gestión de Arce sin tener en cuenta el gravísimo y profundo bloqueo desde la Asamblea Legislativa y también desde las calles que llevó adelante Morales”, precisó en declaraciones a Radio Éxito.
A su juicio, este cerco no fue contra una administración neoliberal, sino contra un gobierno popular, lo que agrava el balance político de estos últimos años.
El exministro apuntó que el dirigente cocalero, al que describió como una figura central en la historia política reciente del país, pasó de ser constructor del proceso en sus años más fuertes a convertirse en su principal obstáculo.
“Evo ha sido un gran arquitecto de los momentos más gloriosos de la revolución democrática y cultural, pero terminó siendo su mayor enemigo”, afirmó.
ELECCIONES
Desde esta perspectiva, Moldiz sostuvo que el proceso boliviano “ya se había agotado antes del golpe de 2019”, pues dejó de profundizarse y se transformó gradualmente en una gestión institucional sin capacidad de transformación estructural.
“Una revolución que no se profundiza, es una revolución que se muere”, sentenció.
Además, atribuyó a la injerencia indirecta de Estados Unidos el éxito de una estrategia de “implosión” del bloque progresista.
“Las estrategias de conspiración son las que no se ven, pero ahí están los resultados: movimiento social fragmentado, progresismo dividido y ausencia de propuestas de izquierda en la campaña electoral”, explicó.
En este contexto, dijo, el escenario electoral de 2025 se presenta adverso para las fuerzas progresistas.
Moldiz considera que la izquierda ha sido “inviabilizada” y que, salvo un milagro, ninguna de sus expresiones tiene hoy posibilidades reales de imponerse en las urnas.
AEP