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El modelo y auge de la clase media

El debate sobre la deuda externa boliviana ha resurgido con intensidad. Los datos presentados recientemente por el Ministerio de Economía revelan una realidad económica que trasciende por mucho los titulares alarmistas: Bolivia ha experimentado una transformación socioeconómica sin precedentes en las últimas dos décadas, con un impacto directo en la composición de su pirámide social.

Cuando los números se analizan en su contexto, emerge una narrativa verificable: más de tres millones de bolivianos abandonaron la pobreza durante este periodo.

Este fenómeno, probablemente el logro más significativo del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, representa mucho más que una estadística.

Son familias que accedieron a una alimentación adecuada, a viviendas dignas, a educación para sus hijos, a servicios básicos y, principalmente, a la esperanza de un futuro mejor.

La consolidación de una clase media robusta constituye quizás el indicador más contundente del éxito de este modelo económico.

Ciudadanos que anteriormente subsistían con ingresos mínimos hoy forman parte de un segmento poblacional con capacidad de consumo, acceso a créditos, posibilidades de inversión y horizontes ampliados.

Esta movilidad social ascendente ha transformado radicalmente el paisaje urbano boliviano, con nuevos negocios, emprendimientos y dinámicas económicas que eran impensables hace apenas dos décadas.

El crecimiento del PIB en 400% desde 2005 —pasando de 9.574 millones a un estimado de 47.315 millones de dólares para 2024— no constituye un simple dato macroeconómico alejado de la realidad cotidiana.

Por el contrario, este incremento se ha materializado en infraestructura tangible: carreteras que conectan comunidades históricamente aisladas, sistemas de riego que potencian la producción agrícola, infraestructura sanitaria y educativa que dignifica la vida de millones, y proyectos energéticos que apuntan a la soberanía nacional.

La lectura descontextualizada del incremento de la deuda externa ignora deliberadamente esta evaluación fundamental.

El endeudamiento responsable, cuando se invierte estratégicamente en activos productivos y desarrollo social, funciona como un catalizador del crecimiento.

Bolivia ha demostrado que la relación deuda-PIB, indicador internacionalmente aceptado para evaluar la sostenibilidad financiera, se mantiene en parámetros razonables precisamente por la expansión sustancial de su economía.

El verdadero legado de estas dos décadas no radica únicamente en puentes, edificios o carreteras.

Su impronta más profunda se encuentra en la transformación de las expectativas y horizontes de millones de bolivianos que experimentaron por primera vez la movilidad social.

Familias donde la primera generación con acceso a educación superior ahora ejerce profesiones cualificadas, emprendedores que expandieron negocios locales hacia mercados más amplios, y comunidades enteras que transitaron de la subsistencia precaria hacia dinámicas económicas sostenibles.

La consolidación de esta clase media emergente representa también un activo político fundamental para la estabilidad democrática.

Una sociedad donde los ciudadanos perciben canales efectivos de movilidad social tiende a desarrollar mayor confianza en sus instituciones y a participar más activamente en los procesos democráticos con visión de largo plazo.

La historia económica de Bolivia ha demostrado que el verdadero indicador del éxito de un modelo no se encuentra en las estadísticas abstractas, sino en la vida cotidiana de sus ciudadanos.

Millones de bolivianos que hoy integran una clase media dinámica, personifican el éxito de un enfoque que supo conjugar crecimiento económico con justicia social.a


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