Resulta cruel y hasta irónico cómo la búsqueda de cinco turistas millonarios que querían ver el Titanic, que pagaron casi 300 mil euros para su expedición en un submarino, el cual implosionó en el Atlántico Norte, haya robado el protagonismo mediático al naufragio de 750 migrantes en el Mediterráneo, del que hasta el momento solo se han encontrado 104 sobrevivientes, siendo el número de fallecidos 82; mientras más de 500 personas continúan desaparecidas, de las cuales al menos 100 son niños.
Una vez más la hipocresía de Occidente mella los derechos de los sin nombre y los convierte en números, producto de las invasiones, injerencias, y las políticas erróneas de Estados Unidos, Europa y sus aliados, los que continúan evadiendo su responsabilidad en la actual crisis de refugiados, la misma que ellos crearon; pues la mayoría de los migrantes del barco de pesca abarrotado que volcó y se hundió en mar abierto frente a Grecia, el 14 de junio de 2023, eran de nacionalidad afgana, paquistaní, siria, palestina y egipcia.
El barco viajaba de Libia a Italia cuando zozobró, y transportaba a decenas de mujeres y niños, siendo considerado el peor desastre marítimo desde hace años, recordando también a Aylan Kurdy, el niño sirio de solo tres años, cuyo cuerpo fue hallado en la costa de Turquía el 2 de septiembre de 2015, una imagen que dio la vuelta al mundo y que ha retratado el drama de los refugiados en el orbe, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Sin lugar a dudas, el mar Mediterráneo continúa siendo una fosa común, que cada día aumenta su tamaño ante la indiferencia de la hegemonía mundial, ya que casi 3.800 personas han perdido la vida en y desde rutas migratorias en la región de Medio Oriente y del norte de África (MENA) el año pasado (de enero a diciembre de 2022); es decir, cada día de 2022 perdieron la vida en el mar siete personas tratando de llegar a Europa, y miles tuvieron que jugársela un año más para intentar encontrar refugio, y pese a que la ayuda a los refugiados es una obligación de los Estados, hasta ahora no se puede parar la crisis migratoria, siendo una postura discriminatoria hacia los refugiados de África y Medio Oriente; pues al parecer en el Viejo Continente los rubios y de ojos azules son bienvenidos, pero los negros, afganos o árabes no.
Recientemente —20 de junio— se conmemoró el Día Mundial de los Refugiados, fecha que nos recuerda que millones de personas han sido forzadas a abandonar su hogar para escapar de las persecuciones, de las invasiones que el imperio, el sionismo y sus aliados crearon; siendo que los más de 6 millones de refugiados palestinos representan casi la quinta parte de la población refugiada del mundo, los que se encuentran desplazados dentro y fuera de 58 campamentos en la Franja de Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano y Siria, y los que también requieren la atención de la comunidad internacional, y de los medios hegemónicos, los que hasta ahora solo se dedicaron a dar cobertura informativa a la búsqueda de los cinco millonarios.
Resulta evidente la disparidad entre los esfuerzos de rescate en los dos desastres, ya que organismos internacionales, públicos y privados, se unieron para la enorme misión de búsqueda y rescate del Titán, cuyos escombros fueron encontrados en la zona del naufragio del Titanic, en menos de una semana de exploración llamada “operación Titanic”, el rescate a mayor profundidad de la historia, de acuerdo con los especialistas, confirmando la muerte de los cinco tripulantes. Sin embargo, hasta ahora no se ha realizado ninguna expedición de tamaña envergadura para los 500 migrantes desaparecidos, y los cuantos que quedarán en la invisibilidad, ya que la diferencia en la cobertura de los medios lleva un mensaje subliminal de fondo, de que los migrantes del sur global que mueren en el mar es ya normal; pero los multimillonarios que mueren en el mar representa una tragedia, demostrando el doble rasero de los medios corporativos; así como lo que Jürgen Habermas llamó “La idea de dignidad humana y la utopía realista de los derechos humanos”.