El género es una categoría de análisis que permite entender cómo las diferencias socialmente construidas entre hombres, mujeres y otras identidades (de género) influyen en todos los aspectos de la vida social, económica, política y cultural.
Al ser una construcción social, el género atraviesa y configura nuestras experiencias, oportunidades, relaciones de poder y las estructuras de las sociedades. Usar el género para el análisis implica observar cómo estas diferencias afectan la distribución de recursos, derechos, responsabilidades y cómo generan desigualdades y privilegios. Permite identificar y visibilizar las desigualdades y discriminaciones que enfrentan distintos grupos en función de las normas y roles de género, esto incluye áreas como la brecha salarial, el acceso a la educación, la violencia de género y la representación en espacios de poder.
Este enfoque nos ayuda a entender cómo se configuran las relaciones de poder en diferentes contextos, desde lo micro (familia, relaciones interpersonales) hasta lo macro (políticas públicas, leyes, instituciones). Esta perspectiva muestra cómo el poder se distribuye y perpetúa en la sociedad.
Es importante señalar que el género interactúa con otras categorías sociales, como la raza, la clase, la orientación sexual, la discapacidad, etcétera. Por ello, facilita entender cómo estas múltiples identidades pueden superponerse y crear formas únicas de opresión y privilegio. Al analizar las dinámicas de género podemos formular políticas y prácticas que promuevan la igualdad y equidad, así como políticas que busquen transformar el nudo estructural de las desigualdades y las relaciones de poder que generan discriminación y violencias.
Este enfoque resulta, por tanto, crucial en la comunicación, implica una mirada crítica sobre cómo los mensajes, medios y contenidos refuerzan o desafían los estereotipos, las normas y las relaciones de poder. A continuación, ejemplifico algunas formas de cómo utilizar un lenguaje que no perpetúe los estereotipos y que incluya a todas las identidades de género, deberíamos evitar el uso del masculino genérico y optar por alternativas neutras o inclusivas.
Examinar cómo las representaciones mediáticas (en publicidad, televisión, cine, redes sociales) reproducen o desafían los roles de género señalando quiénes son los protagonistas, qué tipo de historias se cuentan y cómo se representan las variadas identidades de género. Sería recomendable crear campañas y contenidos que sean inclusivos y que consideren las necesidades y realidades de todas las personas, no solo de los hombres y mujeres cisgénero. Por ejemplo, campañas de salud que consideren las necesidades específicas de las personas trans.
Utilizar la comunicación para cuestionar y subvertir los estereotipos puede incluir visibilizar a mujeres en roles de liderazgo, hombres en roles de cuidado o mostrar historias de personas no binarias. Al analizar las audiencias, considerar cómo las diferentes identidades de género consumen y responden a la comunicación de manera disímil. Esto permite entender los intereses, necesidades y desafíos de cada grupo de género. También podemos desarrollar campañas que eduquen y sensibilicen sobre temas de género, como las violencias estructurales, la equidad en el lugar de trabajo o la corresponsabilidad en las tareas de cuidado.
Finalmente, integrar el análisis de género en la comunicación es fundamental para promover la equidad, desafiar las desigualdades y contribuir a una sociedad más justa e inclusiva.
La Paz/AEP/ Soledad Buendía Herdoíza