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Roberto Chambi Calle

El poder nuclear iraní frente a EEUU

La irracionalidad imperialista —una de sus tantas características—, agravada por la brutalidad de Donald Trump, llevó a que este amenazara con atacar a la República Islámica de Irán sin medir las consecuencias, no solo para Asia Occidental, sino para el mundo.

Con la reciente consolidación del nuevo eje entre Rusia, China, Corea del Norte e Irán, misiles y ojivas nucleares están listos para responder a la soberbia de Washington y sus halcones europeos.

El país persa, tras más de 46 años como fruto de la Revolución Islámica liderada por el Imam Jomeini, se ha consolidado como una potencia económica, militar y nuclear, ubicándose en el puesto número 16 del ranking de poderío militar mundial según GlobalFirepower. Su poder disuasivo ha quedado demostrado en sus respuestas contra la entidad sionista mediante los misiles balísticos Promesa I y II, lanzados en represalia por los bombardeos israelíes a su legación diplomática en Siria. Por lo tanto, pensar en atacar la tierra de los ayatolás sería un error garrafal.

Las reservas de petróleo en el mundo están en declive, un fenómeno acelerado por el consumo voraz de las economías industrializadas y la falta de alternativas energéticas viables a escala global. Según el World Energy Outlook de 2023, el pico de producción petrolera convencional ya ha sido superado, lo que ha 

levado a una carrera por controlar los últimos yacimientos estratégicos. En este contexto, los enemigos de Irán —encabezados por Estados Unidos y sus aliados— han intentado asfixiar económicamente a Teherán mediante sanciones brutales, bloqueos financieros y presiones diplomáticas. Estas medidas, sin embargo, han tenido un efecto contraproducente: Irán no solo ha resistido, sino que ha fortalecido su autonomía energética y tecnológica.

Con 208.600 millones de barriles de crudo probados, Irán es la tercera potencia mundial en reservas petroleras, solo detrás de Venezuela y Arabia Saudita, según datos de la OPEP. Su posición geográfica en el estrecho de Ormuz —por donde pasa el 30% del petróleo transportado por mar— le otorga una ventaja estratégica innegable. A esto se suma su vasta red de gasoductos y su creciente alianza con China, que ha invertido miles de millones en infraestructura energética iraní como parte de la iniciativa Belt and Road.

Pero el verdadero talón de Aquiles de Occidente es el progra- ma nuclear iraní, iniciado en los años 50 con apoyo técnico de Estados Unidos, Reino Unido y Francia bajo el programa “Átomos por la Paz”. Durante la Guerra Fría, estas potencias vieron en Irán un contrapeso al nacionalismo árabe y al socialismo soviético. Hoy, sin embargo, acusan a Teherán de buscar armas atómicas, ignorando que su programa está bajo supervisión de la AIEA y que, según múltiples informes, no ha violado el Acuerdo Nuclear de 2015 (JCPOA) en sus componentes militares. La hipocresía es evidente: mientras Israel, India y Pakistán poseen arsenales nu- cleares no fiscalizados, Irán —que niega su intención de construir bombas— es satanizado y bloqueado.

Esta doble moral refleja una lucha por el control geopolítico. Irán no es solo un actor energético; es un eje de resistencia contra la hegemonía occidental en Medio Oriente. Sus alianzas con Rusia y China, su apoyo a movimientos como Hezbolá y su influencia en Iraq y Siria lo convierten en un obstáculo para los planes de Washington.

La República Islámica tiene la capacidad de construir la bomba atómica, pero se abstiene por fidelidad a sus principios, plasmados en la doctrina del Wilāyat alFaqīh y en la fatua del Ayatolá Ali Jamenei, que la considera “haram” (ilícito). No obstante, este veredicto podría revertirse si la existencia de la República Islámica estuviera en peligro. En tal escenario, EEUU, sus aliados europeos y los regímenes sumisos del Golfo podrían enfrentar el poder nuclear iraní.

Mientras quienes se creen dueños del mundo buscan borrar del mapa a Palestina, Venezuela o Irán, deberían enfocarse en la supervivencia del planeta.

Si el imperio y el sionismo buscan guerra, la tendrán, no porque Irán la desee, sino porque el Islam —pilar de su teocracia— establece en el Corán (8:60): “Preparad contra ellos toda la fuerza que podáis”, además, la Constitución iraní no solo vela por su pueblo, sino que apoya las luchas contra la opresión (Art. 152 y 154), rechazando toda dominación imperialista.

En este contexto, el canciller iraní, Abbas Araghchi, ha dejado claro que no habrá diálogo con EEUU mientras persista su política de coerción y hostilidad militar. Aunque Irán prefiere la paz, está preparado para cualquier escenario.

Por: Roberto Chambi Calle (Jurista, teólogo y analista en RRII)

 


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