La educación es un derecho humano fundamental y un motor clave para el desarrollo económico y social.
Sin embargo, en muchas partes del mundo las mujeres y las niñas siguen enfrentando barreras significativas para acceder a la educación de calidad. La brecha de género en el acceso a la educación no solo limita el potencial de millones de mujeres, sino que también refuerza las desigualdades de género en todos los aspectos de la vida.
A pesar de los avances logrados en las últimas décadas, la brecha de género en el acceso a la educación sigue siendo una realidad en muchos contextos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), aproximadamente 129 millones de niñas están fuera de la escuela, incluidas 32 millones de niñas en edad de educación primaria y 97 millones de adolescentes en educación secundaria. Esta disparidad es especialmente pronunciada en países en desarrollo, donde las niñas enfrentan múltiples obstáculos, como normas restrictivas, matrimonio infantil, pobreza, violencia de género y falta de instalaciones educativas seguras y accesibles. Las barreras socioeconómicas y culturales a menudo limitan las oportunidades educativas de las niñas, perpetuando así la pobreza intergeneracional y la desigualdad.
El acceso a la educación es un factor determinante para el empoderamiento de las mujeres. Las que tienen acceso a la educación tienen más probabilidades de participar en la toma de decisiones dentro de sus hogares y comunidades, acceder a trabajos mejor remunerados, tener menos hijos e hijas, y mejorar la salud y el bienestar de sus familias. Además, la educación fortalece las capacidades críticas, cognitivas y socioemocionales de las mujeres, permitiéndoles cuestionar las normas patriarcales y abogar por sus derechos. En este sentido, la educación es una herramienta poderosa para desafiar las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad de género.
Pero el empoderamiento a través de la educación no es un proceso automático. Es fundamental que las políticas educativas no solo garanticen el acceso, sino que además aborden los contenidos de género en el currículo escolar, fomenten entornos de aprendizaje inclusivos y libres de violencia, y promuevan la participación de todas y todos, en especial de las niñas y mujeres, en todos los niveles educativos.
Para abordar la brecha de género en la educación se requieren enfoques integrales y multisectoriales que consideren las múltiples dimensiones de la desigualdad. Los Estados deberían implementar políticas que eliminen las barreras económicas, culturales y sociales que impiden el acceso de las niñas a la educación. Esto puede incluir subsidios escolares, programas de alimentación escolar, transporte seguro y campañas de sensibilización para cambiar las actitudes hacia la educación. Es crucial revisar los currículos escolares para eliminar los estereotipos de género y promover una educación inclusiva y sensible al género. Los programas educativos deben incluir educación sexual integral, derechos humanos, igualdad de género y habilidades para la vida.
También es imprescindible crear entornos escolares seguros para garantizar que las niñas puedan aprender sin miedo. Esto incluye la implementación de políticas de tolerancia cero hacia la violencia de género, la formación de docentes en herramientas y metodologías para igualdad de género y la creación de sistemas de apoyo para personas afectadas por las violencias estructurales. Fomentar la participación de mujeres en roles de liderazgo educativo y profesional puede servir como inspiración para niñas y jóvenes. Los programas de mentoría y las iniciativas que visibilizan a mujeres lideresas en diferentes campos pueden ayudar a romper con los estereotipos de género y motivar a más niñas a continuar su educación.
Cerrar la brecha de género en la educación es crucial para el empoderamiento de las mujeres y la creación de sociedades más equitativas y justas. Garantizar el acceso igualitario a la educación de calidad es una responsabilidad de los Gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad en su conjunto. Más allá del acceso, es fundamental que la educación sea transformadora y capaz de desafiar las normas de género opresivas. Solo así se podrá avanzar hacia un mundo donde todas las mujeres y niñas tengan la oportunidad de desarrollar plenamente su potencial y contribuir al desarrollo de sus comunidades y naciones.
Por: Soledad Buendía Herdoíza/