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Carlos Fazio

La victoria de Nicolás Maduro y el golpismo latente

Una conspiración que contó, además, con la complicidad de la ultraderecha cartelizada de Europa y América Latina, y de los presidentes de Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay.

Lo volvió a hacer. El chavismo bravío lo volvió a hacer. En medio de una campaña mediática de intoxicación (des)informativa y una guerra comunicacional de última generación en la que participó el propio Elon Musk —el megamillonario sudafricano residente en Estados Unidos y propietario de X, antes Twitter— como “padrino” de la extrema derecha venezolana, las bases bolivarianas volvieron a ganar otra batalla, esta vez en las urnas: los votos le ganaron a los bots y a Elon Musk.

Pero la guerra sigue. En su fase actual, se trata de una guerra híbrida que utilizó las elecciones presidenciales del domingo 28 de julio como instrumento para impulsar un golpe de Estado oligárquico, contrarrevolucionario y de características fascistas, tutelado por Washington a través del Departamento de Estado; la generala Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Pentágono, y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), aunque algo limitada esta última porque tiene que operar desde la Embajada de Estados Unidos  en Colombia, con la colaboración del lobby cubano-estadounidense de Miami, Florida, con Marco Rubio y el senador Bob Menéndez (declarado culpable de 16 cargos penales debido a “un caso clásico de corrupción a gran escala”, según dictaminó la Corte Federal) a la cabeza.

Una conspiración que contó, además, con la complicidad de la ultraderecha cartelizada de Europa y América Latina, y de los presidentes de Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay, que intentan reeditar al fenecido Grupo de Lima como instrumento de la política de ‘cambio de régimen’ Made in USA.

El objetivo: imponer un régimen paralelo con Edmundo González Urrutia, el testaferro de María Corina Machado, como mascarón de proa; una suerte de Juan Guaidó 2.0, en referencia al autoproclamado “presidente encargado” sin elecciones de por medio, un fantoche producto de laboratorio de las fábricas de élite y de las políticas desestabilizadoras de Washington, implantado a golpes de Twitter por el expresidente de Estados Unidos Donald Trump y los guerreristas y supremacistas del ‘gobierno en las sombras’ (Deep State) que le rodeaban en la Casa Blanca: John Bolton, Mike Pompeo y el criminal de guerra convicto del caso Irán-Contras, Elliot Abrams.

Así, podría decirse que si la fracasada asonada cívico-militar del 11 de abril de 2002 contra el presidente Hugo Chávez constituyó el primer golpe mediático del siglo XXI (a partir del papel clave jugado por los tres principales conglomerados privados locales: Venevisión, del magnate Gustavo Cisneros; Globovisión, bajo la batuta de Alberto Federico Ravell, y Radio Caracas Televisión [RCTV]), la actual intentona en curso constituiría un golpe digital en redes al estilo Maidan en Ucrania, en 2014, pero actualizado con tecnologías sofisticadas.

En realidad, se trata de un golpe de Estado continuado que sigue el esquema de las ‘revoluciones de colores’ (golpe suave) de Gene Sharp, que desde junio pasado comenzó a manufacturar en las llamadas redes sociales y los medios oligopólicos privados una metarealidad mediante la difusión de noticias falsas (fake news) y distorsionadas matrices de opinión, que adaptando la técnica militar del enjambre a las plataformas comunicacionales, “posicionaron” al candidato de la ultraderecha, Edmundo González, más de 30 puntos arriba del aspirante del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Nicolás Maduro, en busca de su reelección.

Una guerra comunicacional asimétrica estratégica que sigue los parámetros de la Doctrina Conjunta de Operaciones de Información del Pentágono, que combina el empleo integral de la guerra electrónica, las operaciones psicológicas (PSYOP), las operaciones en las redes de computadoras y celulares (guerra cibernética) y la decepción militar, como herramientas de manipulación y de fabricación de una determinada percepción de la población nativa y las audiencias del exterior, a lo que se sumaron desde junio sabotajes contra el sistema eléctrico e infraestructura crítica, intentos de magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro y un blackout informativo sobre sus actividades de campaña.

Apagón informativo protagonizado, también, por las agencias noticiosas internacionales y los consocios mediáticos hegemónicos occidentales (entre ellos, Bloomberg, CNN, Reuters, EFE, AFP, The New York Times, France 24, Euro News, los diarios El País, ABC y El Mundo de Madrid y El Universal y El Nacional de Caracas), que a partir de invisibilizar y prácticamente ‘cancelar’ al candidato del Gran Polo Patriótico fueron configurando un universo paralelo al margen de la realidad. Para ello, ocultaron y/o desestimaron otros sondeos demoscópicos como los de Hinterlaces, ICS, Dataviva e Ideadatos, que ubicaban al presidente Maduro como eventual triunfador de los comicios.

Según alertó, un par de días antes de la jornada electoral, el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, el plan consistía en cantar “fraude” en la tarde del día de los comicios desde un centro paralelo ubicado fuera del territorio venezolano, donde el Consejo Nacional Electoral (CNE) es el único árbitro de los procesos comiciales. Desde ese lugar ubicado en Miami, los conspiradores golpistas se conectarían a lo que la oposición dirigida por la golpista María Corina Machado llamó la “transmisión oficial”.

Prácticamente hasta las 5 de la tarde del domingo 28 de julio (una hora antes del cierre de las casillas), la jornada estuvo caracterizada por un clima de paz, tranquilidad y absoluta normalidad, además de fervor cívico y una masiva participación ciudadana. En los distintos canales de televisión, los diez candidatos, incluido el de la Plataforma Unitaria, Edmundo González, ponderaron la jornada electoral como un ejercicio democrático y pacífico, como una fiesta cívica; y todos destacaron la eficiencia del sistema electoral y su rapidez: menos de un minuto en sufragar.

Avanzada la tarde existía una gran expectativa por el primer informe que debía emitir el Consejo Nacional Electoral después de las 22 horas, aproximadamente. Pero fue casi hacia la primera media hora del lunes 29 de julio, que el CNE emitió su primer veredicto, al declarar que con el 80 por ciento de los votos escrutados Nicolás Maduro era el vencedor con el 51,20 por ciento de los sufragios, siete puntos arriba del opositor Edmundo González.

Ya entonces había comenzado una nueva fase de la intentona golpista, con la puesta en marcha de una operación psicológica de gran envergadura, propia de la guerra híbrida, en el marco de la cual grupos de guarimberos violentos, motorizados, buscaron calentar las calles e incendiar y caotizar el país, provocando disturbios y actos vandálicos en varios estados de la República, mientras en las redes sociales circulaban con gran profusión videos y noticias falsas de hechos ocurridos en años anteriores.

Además, con el paso de las horas se dilucidaría por qué el CNE había declarado la victoria irreversible de Maduro sin completar el 100% de los sufragios: los nodos del sistema de transmisión del Consejo Nacional Electoral habían sufrido un ataque cibernético masivo para que no hubiera resultados esa noche y María Corina Machado pudiera “declarar” vencedor a su prestanombres, Edmundo González.

El ataque para provocar un “apagón electoral” había sido lanzado desde Macedonia del Norte, un pequeño país de las ex-Yugoslavia, en los Balcanes, donde un grupo de hackers se ha especializado en delincuencia cibernética a través de granjas de bots (y todavía el martes 30, ya entrada la noche, continuaba). Como parte del sabotaje cibernético que ralentizó el sistema de transmisión, el fiscal identificó a dos venezolanos prófugos de la justicia: Lester Toledo y Leopoldo López, y también a la lideresa de Vente Venezuela, María Corina Machado.

Pasado el mediodía del lunes 29 de julio, después de recibir las credenciales del presidente del CNE, que lo acreditaban para un nuevo mandato de seis años (enero 2025-2031), el presidente Nicolás Maduro dijo que el nuevo intento golpista era protagonizado desde el exterior por los líderes de la industria de la contrarrevolución Juan Guaidó, Antonio Ledesma, Julio Borges y Leopoldo López. También dijo que el fascismo no entiende de diálogo ni democracia y se le combate con la ley y la Constitución. Y acusó a Elon Musk, el dueño de X (ex-Twitter), de ser el “padrino” de la extrema derecha venezolana y de financiar y estar detrás de la desestabilización y las campañas de odio, respaldando la ideología fascista de María Corina Machado. También aseveró que el Pentágono crea nuevas tecnologías y personajes como Musk y Zuckerberg que ponen la cara.

Por la noche del martes 30, la unión cívico-militar-policial había recuperado las calles, y el país estaba en aparente calma. Las autoridades anunciaron la detención de 730 guarimberos (entre ellos 10 líderes), acusados de terrorismo. En el saldo reportado de los disturbios callejeros figuraban un oficial muerto por disparo y 23 militares heridos. Muchos de los detenidos eran venezolanos repatriados que tenían preparación militar; 90 por ciento estaban drogados y 80 por ciento tenía antecedentes penales.

Un día antes, en una drástica e inesperada decisión, Nicolás Maduro anunció el rompimiento de relaciones con Argentina, Chile, Perú, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Uruguay. El mensaje fue obvio: Venezuela va a negociar directamente con Estados Unidos, no con gobiernos peleles.

 

Escrito por Carlos Fazio.


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