A pocos días de acabar el 2023, todos hacemos un balance de los objetivos alcanzados y los que quedaron a medio camino, en una semana empezaremos a establecer nuevos objetivos y estrategias para la gestión 2024; en lo concerniente a los eternos analistas económicos que auguran cada año la crisis económica boliviana, la gestión que empieza no será la excepción.
Desde 2006 vienen indicando que el modelo no funcionaría, que las nacionalizaciones eran medidas del anterior siglo, pero cuando en el país aumentaron los ingresos, sobre todo de hidrocarburos, dijeron que era “pura suerte” que los precios internacionales eran altos, para ellos no existió la nacionalización, nunca analizaron que con dicha medida el 18% con el que se quedaba el país cambió, ahora ese 18% de los ingresos son la retribución a las transnacionales y el país se queda con el 82% del total de venta de los hidrocarburos.
Cuando la cantidad de venta de gas que Bolivia suministraba a la Argentina y Brasil se redujo de forma significativa, los agoreros de la crisis decían que la catástrofe económica ya estaba a la vuelta de la esquina porque el país dependía exclusivamente de la exportación de hidrocarburos a estos países y que no se tendría recursos ni para pagar sueldos; nunca supieron explicar el incremento constante del PIB. ¿Cómo es posible que el PIB crezca, si los ingresos por la venta de gas disminuían? Su afirmación de que el modelo económico es extractivista queda sin fundamento.
Para la gestión 2024 seguirán con la cantaleta de que la hiperinflación y la devaluación de la moneda nacional serán inevitables, las reservas internacionales serán la piedra filosofal de la teoría del pronóstico de su crisis económica, tratarán de convencernos de que la reducción de servidores públicos es la única medida de evitar la llegada de su ansiada crisis económica; jamás realizaron un análisis de que la composición de la cantidad de esos servidores públicos corresponde a maestros escolares, médicos, enfermeras y otro personal del área de salud.
Nos dirán que la victoria electoral de Milei, que propone una economía liberal, “asfixiará” el comercio entre Argentina y Bolivia; por tanto, disminuirán los ingresos del país; seguramente olvidarán o minimizarán el comercio con otros países, incluso las exportaciones al Asia.
Respecto al litio, se opondrán a la comercialización del mismo, asegurarán que la venta de esa materia prima no traerá beneficios al país; algunos analistas más osados cuestionarán la venta del litio indicando que no olvidamos ser un país netamente extractivista de recursos naturales y que no deberíamos comercializar dicho recurso.
La ciudadanía está consciente de los discursos catastróficos de estos analistas, que año tras año añoran la llegada de la crisis económica; sin embargo, se debe tener en cuenta que el contexto internacional tendrá su influencia en el desempeño económico del país. Ojalá que para el 2024 el boicot parlamentario no continúe perjudicando el desenvolvimiento económico, rechazando leyes de créditos que financian proyectos de inversión.
El dicho de que si a “Bolivia le va bien, a todos nos va bien” parece ser reemplazado por los opositores y analistas de la crisis económica por “si a Bolivia le va mal, a mi partido le va bien”.