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Soledad Buendía Herdoíza

Palabra y revolución en la lucha por la emancipación femenina

La historia oficial de la revolución mexicana ha tendido a invisibilizar las voces femeninas que también lucharon no solo en el campo de batalla, sino desde las tribunas, las publicaciones y los espacios políticos. Hermila Galindo Acosta (1886-1954), oradora, periodista, política y feminista mexicana, fue una de las figuras más destacadas de este período, adelantándose a su tiempo al exigir el voto femenino, la educación laica para las mujeres, el acceso a los espacios públicos y la revisión crítica del papel de la Iglesia en la subordinación de las mexicanas.

Rescatar la "gura de Galindo como una revolucionaria de la palabra que entendió que la lucha feminista debía articularse junto con la transformación del país es un compromiso militante. Su activismo no fue marginal ni “complementario” a la revolución: fue central, radical y visionario. En ella se encarna una síntesis entre modernidad, racionalismo, laicismo y emancipación femenina.

Hermila irrumpió en la esfera pública en una época en la que las mujeres eran relegadas al ámbito doméstico. Desde joven se vinculó al constitucionalismo y fue una de las colaboradoras más cercanas de Venustiano Carranza, en cuya causa encontró un espacio político que aprovechó para colocar en el centro la agenda de los derechos de las mujeres.

En 1915 participó como representante de Carranza en el Congreso Feminista de Tabasco, donde sostuvo con "rmeza que las mujeres debían tener acceso al voto, a la educación y a los cargos públicos. Su elocuencia y preparación desa"aron los prejuicios de 

sus contemporáneos: una mujer con ideas políticas claras, con formación intelectual y con valentía para hablar en público resultaba inaceptable para muchos sectores conservadores.

El uso de la palabra por parte de Hermila Galindo fue revolucionario en sí mismo. El poder de las mujeres está íntimamente ligado al derecho a hablar, a decir, a nombrar el mundo desde su propia experiencia. Galindo hizo precisamente eso: nombró la opresión, denunció la hipocresía moral y exigió derechos.

Una de las posturas más controversiales de Galindo fue su crítica frontal a la Iglesia católica como institución reproductora del sometimiento de las mujeres. En su ensayo La mujer en el porve- nir (1915) afirma que la religión ha servido para consolidar una moral femenina basada en la sumisión, la castidad y el sacri"cio. Para ella la emancipación de las mujeres pasaba necesariamente por una transformación ética, donde se sustituyera la obediencia por la ra- zón y la fe ciega por la educación laica.

Estas ideas provocaron ataques violentos por parte de sectores conservadores, que la acusaron de “inmoral” y “blasfema”. Galindo sostuvo su postura con "rmeza. Se adelantó décadas a los debates actuales sobre los derechos sexuales y reproductivos al afirmar que las mujeres debían tener control sobre su cuerpo, su sexualidad y su destino, cuestionando un sistema que educa a las mujeres para el sometimiento y a los hombres para el control. Desmontó esta pedagogía y propuso otra: la de la emancipación desde la razón y la libertad.

En 1917 se convirtió en la primera mujer en postularse como diputada al Congreso, desafiando las restricciones legales y sociales que impedían la participación política de las mujeres. Aunque su  candidatura fue rechazada por motivos “formales”, el hecho en sí marcó un precedente histórico.

Galindo mostró que las mujeres no solo debían pedir derechos, sino ejercerlos incluso en condiciones adversas, abriendo camino para futuras generaciones de feministas mexicanas. Su activismo anticipó las demandas del sufragismo mexicano que culminaría en 1953 con el reconocimiento del voto femenino.

Hermila Galindo fue olvidada durante décadas, como muchas otras mujeres revolucionarias. Su recuperación como "gura clave del feminismo mexicano ha sido posible gracias a estudios históricos con perspectiva de género que rescatan su pensamiento y su praxis política. En 2020 su rostro fue incluido en los billetes de 100 pesos mexicanos como símbolo de su legado. Su "gura representa la intersección entre feminismo, laicismo y revolución.

En un México que aún arrastra desigualdades profundas entre hombres y mujeres, su pensamiento sigue siendo una guía para repensar la democracia, la ciudadanía y la justicia desde una perspectiva feminista.

Hermila Galindo fue mucho más que una oradora de la Revolución: fue una intelectual crítica, una agitadora política, una pionera feminista. Enfrentó a poderes que muchos no se atrevían a tocar –la Iglesia, el patriarcado, la moral conservadora– y lo hizo desde la tribuna, la pluma y la acción política.

Reivindicar su legado es reconocer que las mujeres no llegaron “tarde” a la Historia, sino que fueron silenciadas. Galindo nos dejó una enseñanza urgente: la verdadera revolución es aquella que transforma también las relaciones de género y la conciencia de las mujeres sobre su poder.

Por: Soledad Buendía Herdoíza 


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