El Comité Noruego del premio Nobel, el 10 de octubre de 2025, otorgó el Premio Nobel de la Paz a la política de la derecha fascista venezolana María Corina Machado, sin que hasta la fecha se hayan publicado los merecimientos para ese galardón mundialmente conocido. Hecho que no puede pasar desapercibido, por distinguir la paz de la violencia en todas sus formas.
La premiada es muy conocida en el mundo de la política por su oposición a los gobiernos democráticos de tendencia socialista que gobernaron y, actualmente, uno de esta línea gobierna la república de Venezuela, después de haber ganado las elecciones generales del 28 de julio de 2024, cuyo cómputo final fue denunciado de “fraude electoral” rabiosamente por la señora María Corina Machado por todos los medios de comunicación nacionales e internacionales, sin argumentos ni pruebas lícitas de ninguna clase, solo por intereses personales y de su grupo político fascista que sigue lamentando su derrota; conducta política típica de los perdedores de la derecha fascista para mellar la imagen de los ganadores y tratar de justificar su fracaso, pidiendo incluso que Estados Unidos e Israel intervengan en Venezuela —su patria— expresando su acuerdo con el genocidio que comete Benjamin Netanyahu contra el pueblo palestino. Mejor dicho, ignorando qué es la paz y sabiendo qué es la violencia. Esa realidad irrebatible, permite ver que el premio otorgado a la nombrada política fascista es inmerecido se mire con el cristal con que se mire. Peor, si a ello añadimos que dicha política permanentemente intenta dar un golpe de Estado al gobierno constitucional de su país, con su partido político Vente Venezuela (VV) y con la ayuda al imperio. Esa conducta no es luchar por la paz, sino todo lo contrario, por eso no ganó ninguna de las elecciones en Venezuela y la mayoría del pueblo venezolano la repudia.
Dichas conductas y hechos no se cometen sin pensar, sin querer, desinteresadamente, por casualidad ni por mala suerte, sino ignorando qué es la paz; es decir, con el deseo y finalidad de que el pueblo venezolano no tenga paz y permanentemente esté sumido en la violencia; que por esas conductas y hechos la señora María Corina Machado fue premiada con el Premio Nobel de la Paz, es como para dudar de la seriedad de dicho Comité y hasta de la justicia divina, porque no se ve ninguna razón para otorgarle tal premio. En Bolivia, Domitila Barrios de Chungará y sus cuatro acompañantes mujeres lucharon por la paz patrióticamente: con una huelga de hambre se enfrentaron a la dictadura y violencia practicada por el dictador Hugo Banzer Suárez, hasta hacerlo doblegar. Dichas mujeres merecían y merecen, aunque sea post mortem, el premio Nobel de la Paz.
Esos hechos y conductas hacen que el Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado no solo sea inmerecido, sino absurdo, ya que no hizo una sola cosa buena por la paz en ninguna parte; felizmente nada de lo que quiso hacer con violencia se cumplió, pero si se mantiene dicha premiación, podría incrementarse la violencia en el mundo entero, porque equivale a premiar la violencia. Lo que el pueblo venezolano no premió, lo premió el Comité del Premio Nobel, increíble pero cierto, porque todas las veces que actúa la política premiada es para practicar la violencia e ir contra la paz, alentando la muerte con los golpes de Estrado.
Ello hace necesario un reexamen del premio otorgado a María Corina Machado para anular dicha premiación y así evitar más críticas. Desde el criterio del Comité Nobel que otorgó dicha premiación, pese a que repetidas veces la inmerecidamente premiada pidió que EEUU imponga sanciones a su patria, Venezuela, e intervenga en su vida política para derrocar al presidente Nicolás Maduro por intereses personales y de su partido político —que hasta el presente ya tiene 43 asesinados “en nombre de la lucha contra el narcotráfico”, ejecutando una violencia criminalmente en las aguas del Caribe— no se ve ninguna razón para dicha premiación. En este contexto, podría leerse En nombre de Dios de David Yallop.
Por ello, el premio otorgado a la nombrada política de la derecha fascista venezolana resulta increíble, injustificado, hasta abominable; pero fue otorgado. Entonces, no tendría que sorprendernos que los próximos Premios Nobel de la Paz podrían recibirlo Milei por hacer que la mayoría del pueblo argentino viva sin paz y descontenta, o Netanyahu por matar violentamente día y noche y con ayuda extranjera a inocentes niños, niñas, jóvenes, adultos y ancianos.
El Premio Nobel que nos ocupa mereció el rechazo de personalidades del mundo entero, por no cumplir con su finalidad; por lo mismo debe revisarse para anularlo y así evitar mayores rechazos, porque el enemigo más peligroso de la paz es la violencia ejercida por la derecha fascista, como prueban las muertes causadas por Netanyahu al pueblo palestino; en su defecto, este premio no es por la paz, sino por la violencia. Veremos qué pasa. En este sentido, conviene leer El Premio Nobel de Irvin Wallace.
Por: Armando Aquino Huerta/



