El 2024 será recordado como uno de los años más complicados para Bolivia en las últimas décadas. Entre desastres ambientales, retos económicos, conflictos sociales y políticos, el país vivió una tormenta perfecta de adversidades. Sin embargo, lo más indignante es que gran parte de estas desgracias no se pueden atribuir únicamente al contexto internacional o a fenómenos climáticos, sino a los caprichos de un hombre: Evo Morales.
El año inició con bloqueos organizados por sectores evistas, que paralizaron carreteras y afectaron el transporte de bienes esenciales. Estos actos de sabotaje, motivados únicamente por las ansias enfermizas de poder de Morales, dejaron a millones de bolivianos sin acceso a alimentos y combustibles, incrementando la especulación y el costo de vida. Morales y sus seguidores no tuvieron reparos en perjudicar a su propio país, sin importarles las consecuencias para los más vulnerables.
A esto se sumaron los incendios forestales más devastadores de la historia de Bolivia, con más de 10 millones de hectáreas destruidas. La expansión de actividades ilegales, como la minería de oro en áreas protegidas, exacerbó la crisis ambiental. En lugar de buscar soluciones, los evistas aprovecharon estas tragedias para desestabilizar al Gobierno, demostrando nuevamente que sus intereses personales están por encima del bienestar colectivo.
El intento de golpe de Estado denunciado en junio fue un reflejo de la fragilidad política que vive el país. Lejos de condenar estas acciones, Morales buscó sacar provecho de la situación, utilizando el caos para fortalecer su narrativa de victimización. Mientras tanto, su grupo político en la Asamblea Legislativa bloqueó proyectos de ley fundamentales para la economía y el desarrollo social, sumiendo al país en una parálisis legislativa.
La escasez de combustibles y los problemas logísticos, agravados por los bloqueos, afectaron gravemente la economía con pérdidas de más de $us 3.000 millones. La especulación de precios se disparó, y productos básicos se volvieron inalcanzables para muchas familias. Aunque el Gobierno implementó controles, el daño de los evistas ya estaba hecho. Es evidente que Bolivia podría haber tenido un mejor desempeño económico si no hubiera enfrentado estos actos de sabotaje interno.
Pero no todo fue negativo. A pesar de este panorama desolador, Bolivia demostró una resiliencia admirable. Según las previsiones económicas, el país cerrará el año con un crecimiento positivo. Este crecimiento es una prueba de que Bolivia tiene el potencial para salir adelante, incluso cuando las condiciones son adversas.
Es importante recalcar que este crecimiento podría haber sido mucho mayor de no ser por las acciones de Morales y su séquito. Cada bloqueo, cada protesta violenta, cada proyecto de ley paralizado, representó una piedra en el camino hacia un mejor futuro para los bolivianos. Evo Morales no solo ha perdido la legitimidad como líder, sino que ha demostrado ser el mayor obstáculo para el progreso del país.
Al mirar hacia el 2025 es crucial que Bolivia no repita los errores del pasado. El país necesita unidad, diálogo y liderazgo auténtico que priorice las necesidades del pueblo. La figura de Morales debe quedar en el pasado; sus ambiciones no pueden seguir secuestrando el futuro de millones de bolivianos.
Qué añito 2024, ¿no? Un año lleno de desafíos, pero también de lecciones. Bolivia tiene el potencial de ser mucho más, y lo ha demostrado. Pero para alcanzar su verdadero crecimiento, es hora de dejar atrás los intereses mezquinos y trabajar por un país donde el progreso no sea un sueño, sino una realidad.
La Paz/AEP