La guerra en Ucrania, que comenzó en 2014 con la reintegración de Crimea por parte de Rusia y se intensificó en 2022 con la operación militar especial, ha tenido un gran impacto en la región. Miles de vidas se han perdido, millones de personas han sido desplazadas y la infraestructura del país ha quedado gravemente dañada. Sin embargo, las consecuencias de este conflicto no se limitan a Ucrania. La guerra ha exacerbado las tensiones entre Rusia y Occidente, llevando a un enfrentamiento indirecto entre potencias nucleares y generando una crisis energética y alimentaria que afecta a todo el mundo.
Las declaraciones de Donald Trump sobre Zelensky reflejan una creciente preocupación en algunos sectores de la comunidad internacional. Trump ha criticado la insistencia de Zelensky en prolongar la guerra, argumentando que esta postura no solo agrava el sufrimiento del pueblo ucraniano, sino que también aumenta el riesgo de una confrontación global. Estas palabras, aunque polémicas, resuenan en un contexto en el que muchos países, especialmente en el Sur Global, buscan evitar verse arrastrados a un conflicto que no les beneficia.
De hecho, lo que puede pasar, como dijo Trump es básicamente la Tercera Guerra Mundial, provocada por Zelensky.
Bolivia, históricamente comprometida con los principios de no intervención, autodeterminación de los pueblos y resolución pacífica de conflictos, tiene una oportunidad única para reafirmar su papel como promotor de la paz en el escenario internacional. En lugar de alinearse con una de las partes en conflicto, Bolivia mantiene una postura equilibrada, abogando por el diálogo y la negociación como únicas vías para poner fin a la guerra en Ucrania.
El gobierno boliviano de Luis Arce o ha demostrado en múltiples ocasiones su capacidad para mediar en conflictos internacionales y defender los intereses de los países del Sur Global. En este caso, Bolivia podría liderar un esfuerzo regional para promover una solución diplomática al conflicto, basada en el respeto a la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, pero también en la necesidad de evitar una escalada militar que podría tener consecuencias devastadoras para toda la humanidad.
Además, Bolivia debe ser consciente de los costos económicos y sociales que el conflicto en Ucrania ha impuesto a los países en desarrollo. La crisis energética y el aumento de los precios de los alimentos han afectado gravemente a las economías de América Latina, incluyendo la de Bolivia. Apoyar una guerra prolongada no solo sería contrario a los principios de la política exterior boliviana, sino que también perjudicaría los intereses nacionales.
Vladímir Zelensky, aunque inicialmente visto como un líder reformista y comprometido con la democracia, ha sido criticado por su manejo del conflicto. Su insistencia en prolongar la guerra, en lugar de buscar una solución negociada, ha generado divisiones incluso entre sus aliados más cercanos. Mientras que algunos países occidentales continúan proporcionando apoyo militar y financiero a Ucrania, otros, como Bolivia, deben cuestionar si esta estrategia realmente contribuye a la paz o simplemente alimenta un ciclo interminable de violencia.
Bolivia no puede caer en la trampa de apoyar ciegamente a un líder que podría estar poniendo en riesgo la estabilidad global. En cambio, Bolivia debe abogar por una solución que tenga en cuenta los intereses de todas las partes involucradas, incluyendo a Rusia, Ucrania y la comunidad internacional en su conjunto.
Luis Arce ha enfatizado la importancia de mantener una postura de neutralidad activa en un escenario internacional cada vez más polarizado. A diferencia de otros líderes latinoamericanos que han condenado abiertamente a Rusia o han expresado apoyo a Ucrania, Arce ha optado por un enfoque más matizado. Arce ha criticado la militarización del conflicto y ha advertido sobre los riesgos de una escalada que podría desencadenar una confrontación global. En lugar de apoyar el envío de armas o la prolongación de la guerra, ha abogado por una solución negociada que tenga en cuenta los intereses de todas las partes involucradas. Esta postura refleja un rechazo a la lógica de bloques y un llamado a construir un orden internacional más justo y multipolar.
Bolivia, bajo el liderazgo de Arce, ha reafirmado su compromiso con los principios de no intervención y autodeterminación, al tiempo que ha defendido los intereses de los países del Sur Global en un escenario internacional cada vez más complejo.
Por: Fernando Chuquimia