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Miguel Clares

Un país que crece y resiste

Simplificar el análisis de la economía boliviana únicamente a los niveles de las reservas internacionales netas (RIN) es un enfoque limitado que ignora la complejidad del contexto actual.

Aunque las RIN son un indicador importante, evaluar el desempeño económico de un país exclusivamente en función de este dato resulta incompleto. La economía es un sistema dinámico donde múltiples indicadores, como el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), desempeño del sistema financiero, la pobreza, la deuda pública, la inversión, el empleo, entre otras variables más, deben ser considerados de manera integral para obtener una visión más precisa.

Un ejemplo que ilustra esta amplitud es el crecimiento sostenido de Bolivia en las últimas décadas. En 1964, el PIB nominal del país era de apenas $us 544 millones. Para 2023, esta cifra ascendió a $us 45.464 millones, lo que representa un crecimiento de más de 80 veces en términos absolutos. Este aumento refleja no solo el crecimiento poblacional y la expansión económica, sino también la implementación de políticas que han fomentado la industrialización y la redistribución de la riqueza.

Este notable crecimiento no ha estado exento de desafíos. A lo largo de los años, Bolivia ha enfrentado crisis externas, como fluctuaciones en los precios de las materias primas y los efectos del cambio climático, así como problemas internos derivados de la inestabilidad política. A pesar de ello, el modelo económico boliviano ha mostrado una resiliencia admirable, permitiendo avances en áreas clave como la inversión pública y la reducción de la pobreza.

Sin embargo, los intentos de sabotaje económico por parte de sectores evistas han comprometido significativamente los avances logrados. En 2024, la inflación evidenció cómo los factores políticos pueden desestabilizar la economía. Inicialmente, la inflación pudo haberse situado en un 4,23%; sin embargo, eventos climáticos adversos incrementaron esta cifra a un 6,20%. Lo verdaderamente lamentable es que, debido a los bloqueos impulsados por sectores afines al evismo y la especulación irresponsable en los mercados de abasto, el índice inflacionario se aumentó en 3,77 puntos porcentuales adicionales, generando un impacto innecesario sobre los bolsillos de los bolivianos.

En este contexto, es necesario condenar las acciones de quienes buscan desestabilizar el país por intereses personales o políticos. El pueblo boliviano ha demostrado una capacidad única para superar las adversidades, pero no se puede permitir que políticos irresponsables frenen el progreso. La unidad y el compromiso con el bienestar común deben ser la prioridad en este nuevo año.

La economía boliviana no puede ser vista únicamente desde la perspectiva de las reservas internacionales o de un solo indicador. Su verdadero potencial radica en su capacidad para crecer de manera inclusiva y resiliente, a pesar de las adversidades. Con un enfoque integral y políticas responsables, Bolivia tiene todo lo necesario para seguir consolidando su desarrollo y mejorar la calidad de vida de su población.

Es hora de reconocer el esfuerzo colectivo que ha llevado al país hasta aquí y de trabajar juntos para superar los desafíos pendientes. El futuro de Bolivia depende de la capacidad de su gente para construir una economía fuerte, equitativa y sostenible, más allá de las cifras que simplifican la realidad.

Por: Miguel Clares/


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