Coripata significa “encima del oro” en aymara, sus tierras prolijas para la producción de coca motivaron el interés del sistema hacendal, durante el periodo colonial, señalándoselo como el repartimiento de “mitimaes Yunka de Peri y Kuripata”.
La Paz, 15 de octubre de 2023 (AEP).- En 1977 el equipo CIPCA (Centro de Investigación y Promoción del Campesinado), encabezado por Xavier Albó, en coordinación con la Parroquia de Coripata (Nor Yungas), publicó Coripata, tierra de angustias y cocales, reeditado en Obras Completas. La investigación, en entrevista con los habitantes de la región, reescribió momentos constitutivos de su historia, entre los sucesos de relevancia se anota el año de 1946. Posterior al Congreso Indígena (1945) los colonos ya no eran tan “dóciles” y en el departamento se oía de levantamientos, a modo de escarmiento se determinó la “prisión política” en el río Ichilo, detallando los siguientes nombres: “de Santa Rosa a Damián Callisaya; de Aracurí, a Remigio Mamani y a un Escobar; y de Tabacal, a Pedro Choque, Faustino Ortiz y Clemente Poma. Después de un tiempo se escaparon y retornaron. Algunos de ellos siguen viviendo en las mismas estancias” (2016).
Qué ideas o fines promovían y qué filiaciones tenían los detenidos, esta información parece estar velada, por tanto, esta crónica intentará esbozar algunas respuestas. El material usado en su elaboración salió del Archivo anarquista “Luis Cusicanqui”, Colectiva Ch’ixi (AA-LC), al que accedí cuando realizaba mi tesis de licenciatura en Ciencia Política en la UMSS (2014), y otra parte sale de periódicos de la época. La información de Coripata quedó sistematizada en fichas pendientes de su publicación hasta que semanas atrás conocí el municipio, experiencia que está relatada en “Encima del oro (Coripata): crónica acerca de fútbol, con música y coca”, que se publicó en este medio días atrás; a fin de cerrar un esbozo sobre la historia de Coripata les invitó a leer lo siguiente.
I
A fines de 1946 la entidad anarquista Federación Obrera Local (FOL) extendió sus actividades en áreas rurales, retomando contactos que Luis Cusicanqui y Santos Marka T’ula establecieron en las primeras décadas del siglo XX. La presencia anarcosindicalista en diversas provincias de La Paz motivó que el proceso sea etiquetado de “sublevación” y que la causante sea su filial rural: Federación Agraria Departamental (FAD) y Uniones Sindicales Labriegas. La contestación de los terratenientes, organizados en la Sociedad Rural Boliviana, fue clamar socorro a la policía ante lo que era un proyecto educativo y sindical (Véase Maldonado M., (2017). Esbozos de pedagogía libertaria en el altiplano. La Paz: Plural).
Desde el momento en que apareció la FAD, hasta su extinción con el exilio forzado de agitadores en el inhóspito río Ichilo, el sindicalismo anarco ocasionó “graves sustos” debido a que los indios estaban conspirando en las alturas.
La presencia de las Uniones Sindicales Labriegas en los Yungas tuvo la inusitada resonancia en la prensa entre mayo y junio de 1947 a causa de que la Sociedad de Propietarios de los Yungas, filial de la Sociedad Rural, anunció querellas criminales a los “agitadores profesionales”. José María Gamarra, su presidente, denunció que desde proximidades del Titicaca elementos trajeron “el desorden, el caos y la anarquía”.
1 Mayo de 1947, marcha en conmemoración al día del trabajo organizada por la Federación Obrera Local. | Foto: Archivo anarquista “Luis Cusicanqui”, Colectiva Ch´ixi
En la época, la etiqueta de “agitador profesional” era una forma común de denunciar a los impulsores de los sindicatos, a quienes se les sindicaba de delitos como: apropiación de haciendas, asesinato e intimidación de propietarios, desacato y agresión a policías. Los impulsores debían soportar feroces querellas que pretendían la desorganización de los emergentes sindicatos.
El periódico La Razón (31/05/1947) comunicaba de lo ocurrido: “[el] presidente de la Sociedad de Propietarios de Yungas, ha presentado ante las autoridades judiciales, una querella criminal […] hace algún tiempo ciertos agitadores profesionales vienen sembrando el desorden, el caos y la anarquía en el agro, con pretexto de sindicalización de indígenas, levantan a los colonos, los inducen a la desobediencia, al desconocimiento de la ley y las autoridades legítimamente constituidas, en el camino de la más franca y descarada rebelión”. Los nombres de los “agitadores” aparecen en el Libro de Actas de la FOL, en el acta del 24 de noviembre de 1946 (AA-LC), la cual nombra a Francisco Castro Aguilar como el comisionado para la sindicalización en los Yungas y el entorno del Titicaca, específicamente en Guaqui y el Tabacal (Coripata).
Las denuncias de los latifundistas yungueños venían junto a medidas represivas dispuestas por el jefe de la Brigada Departamental de Policías de La Paz. Este último ordenaba a sus cuadrillas de policía detener y extinguir los focos de sindicalización, ordenando el allanamiento del local de la FOL de la Calle Murillo N° 284 a la hora en que los afiliados estaban en encendidos debates, dicho esto se detuvo a 72 participantes, secuestrándose documentos.
El allanamiento violento fue denunciado por la FAD en un comunicado, declarándose la “huelga general” de 51 sindicatos a partir del 29 de mayo (1947). Detalles de la intervención al local refieren: “El día 23, a las 23:30 […] agentes civiles y uniformados de la Policía de esta ciudad, previos disparos de gases lacrimógenos y esgrimiendo armas cortas como dispuestas a un combate con pistoleros. A patadas y empujones hicieron desalojar el local y luego de ultrajar a nuestros compañeros, entre las que se hallaban tres mujeres campesinas, los llevaron a diferentes seccionales” (AA-LC). Luego de la detención, la prensa retrató a los agitadores con énfasis en delegados (Modesto Escobar, Francisco Castro Aguilar y Hugo Aguilar Manzaneda) y líderes de la organización.
Ya detenidos en el Panóptico de San Pedro, los latifundistas de otras regiones inculpaban a los cabecillas de la subversión en sus regiones, por ejemplo Caquiaviri. Ante las denuncias, Castro Aguilar dijo: “[me] encontraba en los Yungas organizando los sindicatos de campesinos y posesionando sus directivos”, agregó que en Coripata organizó diez sindicatos de campesinos y tres de mujeres “con el objeto de levantarlo y darles educación” (La Razón, 07/06/1947). A la vez que aprovechó para exigir que se garantice el derecho a la sindicalización del campesinado que es “el más escarnecido y pisoteado”.
Castro Aguilar, de pequeña estatura pero corpulento, enfatizó que las organizaciones anarquistas pretendían “levantarlos y darles educación”, razón por la que fundaron 28 Unidades Sindicales Labriegas en las provincias Pacajes, Omasuyos, Los Andes, Lanza, Ingavi y Nor Yungas. A su vez, informó que las represalias contra la sindicalización se habían hecho sentir mucho antes, como se evidencia en un informe a la plenaria: “Llegó el compañero delegado de Coripata para informar que el día jueves han sido apresados 17 campesinos por parte de los soldados y que fueron amarrados con la soga en el cuello para que muestren la casa de C. Simón Arias, delegado del Sindicato de Coripata” (Libro de Actas, 2 de febrero de 1947) (AA-LC).
A un año de su detención, desde la cárcel, Castro Aguilar enfatizó en su indomable carácter y su espíritu libertario: “Al saludar a los compañeros libertarios del mundo, felicito a todos los trabajadores que, pese a las cárceles, las torturas y la muerte, continúan la lucha por la Revolución Social […] nuestro único delito es amar a la Justicia y a la Libertad, querer que el indio, ese hermano nuestro, se supere y sepa comprender el valor de la existencia” (FOL, órgano de la FOL, año II, La Paz-Bolivia, 1° Mayo de 1948, N°2) (AA-LC).
II
La constitución de Coripata como pujante centro administrativo se estima entre los años 1720 y 1730 en la zona que era parte de la “Vice Parroquia de Santiago de Peri y Chicaruma”. Al ser la actividad minera crucial para la zona pues los campamentos estaban a los bordes del río Peri, los usos de suelo para vivienda debido a la insalubridad de la explotación minera fueron asentados en las tierras altas, he ahí la razón de la toponimia.
Coripata significa “encima del oro” en aymara, sus tierras prolijas para la producción de coca motivaron el interés del sistema hacendal, durante el periodo colonial, señalándoselo como el repartimiento de “mitimaes Yunka de Peri y Kuripata”. Durante la presidencia de José Manuel Pando, el 1 julio de 1899, se reconoce a Coripata como capital de la segunda sección de la provincia Nor Yungas. Hasta la tercera década del siglo XX las haciendas coripateñas acumulaban las mayores riquezas de los Yungas y las más importantes eran de propiedad de José María Gamarra. Para 1946 (datos CIPCA) el 30% de la coca, el 9,6% de la fruta y el 5,4% del café que circulaba en el mercado paceño eran producidos en la región.
Entretanto, las riquezas producidas en la zona permitieron que los dueños más pudientes busquen detentar tierras en otras regiones y establezcan centros administrativos en enclaves urbanos, sobre todo La Paz. Herbert Klein (1995) trazó las razones de este accionar de las élites latifundistas explicando que de acuerdo con la temporada y exigencias del mercado controlaban diversos pisos-ecológicos. Los terratenientes “pluri-ecológicos” intercambiaban propiedades en periodos relativamente cortos de tiempo. Su riqueza acumulada daba grandes números en la década del 30 y 40 del siglo XX, dilapidada con desfachatez por la Sociedad de Propietarios de los Yungas, hasta que, en el ambiente de la Guerra del Chaco y los efectos de la guerra, se establecieron mejoras en las redes camineras e infraestructura, no así en las relaciones laborales, que mantenía un sistema de esclavitud que para su legalidad argüía unas supuestas “costumbres de antaño”.
La población de Coripata, en la actualidad. | Foto: RRSS
En 1934 se construye el camino que vincula Coripata con el Puente Villa, en 1938 el potentado Gamarra dio tierras de su hacienda ‘El Tabacal’ para la construcción de un estadio que lleve su nombre (en la actualidad el estadio municipal lleva el nombre de Ramiro Castillo, en memoria del eximio jugador afroboliviano).
En 1942 se implementa el sistema de luz eléctrica, además de una biblioteca; en 1944 se da inicio a la construcción del camino que une Coripata, Arapata y Coroico. En 1947 se construyó la carretera con Marquiviri y en 1948 se levantó el hospital. El mejoramiento en infraestructura y ampliación de las redes camineras estuvo impulsado por la entonces llamada Sociedad Agrícola Industrial, que, al igual que la Sociedad Rural Boliviana, defendía los intereses de los latifundistas.
Aunque la región vivió una década de inyección de recursos para la construcción de caminos y servicios, la explotación laboral a indígenas y afrobolivianos se mantuvo intacta. El pongueaje, mit’ani, muleros, aqmani y otros servicios gratuitos exigidos por los latifundistas a los colonos, a cambio de acceso a la tierra en sus días libres para cubrir la alimentación de su familia, siguió manteniéndose. E incluso la represión golpeó duro a quienes intentaban crear sindicatos y escuelas en la región.
* Marcelo A. Maldonado Rocha es pedagogo a.i. del Museo Nacional de Arte.