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Tropas cercan a presos políticos en el golpe de 1971. | Foto: RRSS

El golpe de Estado fascista del 21 de agosto de 1971, a través de un testimonio de primera mano

Mientras algunos minimizan la participación obrera en la defensa del proceso revolucionario, un testimonio expone su verdadero papel y la conspiración de militares fascistas y aliados políticos en el golpe al gobierno de Juan José Torres.

El histórico ‘Mensaje a la nación ocupada’ del ‘General del Pueblo’

El 21 de agosto, desde un precario refugio, ya en la clandestinidad, el ‘General del Pueblo’, Juan José Torres, emite su ‘Mensaje a la nación ocupada’, en el que devela las causas de su derrocamiento (la dispersión de las fuerzas revolucionarias, la carencia de armas, la actuación inconexa e incoherente del gobierno), identifica a los autores intelectuales y cómplices (la Santa Alianza organizada por el imperialismo, Paz Estenssoro, el Alto Mando, el Ejército, la falange socialista, los empresarios privados) y predice el futuro durante la dictadura banzerista (nuevos campos de concentración, masacres en el campo, las minas y en las ciudades, asaltará a las universidades, implantará el régimen del terror, fusilamientos, trabajos forzados, miseria).

En su testamento político, revela: “Ha llegado el momento en que la Nación sepa que, cuando requerí armamento al Alto Mando Militar, se me expresó con vehemencia que era innecesario porque las Fuerzas Armadas se encargarían de defender a su Capitán General” (1).  La cruda realidad se impuso: se plegaron al golpe, junto al Colegio Militar, las guarniciones del interior, el TAM, el Regimiento Motorizado, el Andino, el Castrillo, el Bolívar, el Tarapacá y la Fuerza Aérea.

Interpretación de la historia del golpe del 21 de agosto de 1971

Varios investigadores minimizan la participación obrero popular en la defensa del proceso revolucionario contra el golpe fascista, pero destacan la presencia de los militantes universitarios del Ejército de Liberación Nacional: “El 21 de agosto de 1971, un grupo nutrido de elenos consigue tomar el cerro Laikakota. Otros segmentos se hacen fuerte en el monoblock de la UMSA, el Montículo y Villa Victoria” (2). 

Samuel Mendoza, periodista fascista, ratificó que “en las jornadas de agosto, la universidad tuvo un papel importante, Mientras los partidos izquierdistas se pusieron a buen recaudo, los grupos estudiantiles tomaron las armas que lograron acumular y se lanzaron a la lucha en favor del régimen de Torres” (3).  La represión fue violenta y 500 estudiantes fueron apresados el 22 de agosto.

Un ‘diario de campaña’ revelador reivindica la participación obrero popular

Jorge Gallardo Lozada, abogado de profesión, fue profesor de las Escuelas de Estado Mayor del Ejército y de la Fuerza Naval. Esclarecido militante de izquierda, se desempeñó como secretario privado del gobierno del Gral. Alfredo Ovando Candia, fue designado ministro del Interior por el gobierno revolucionario del Gral. Juan José Torres.

Gallardo redactó en el exilio, en 1972, un testimonio de primera mano, con el título De Torres a Banzer. Diez meses de emergencia en Bolivia, una especie de ‘diario de campaña’ (4),  que adquiere importancia capital para comprender el proceso revolucionario del gobierno de J. J. Torres, el papel de los partidos de izquierda, la creación de la Asamblea Popular y el golpe imperialista a través de militares fascistas en coalición con el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Víctor Paz Estenssoro, Falange Socialista Boliviana de Mario Gutiérrez, la Confederación de Empresarios Privados, la oligarquía cruceña y los resabios del barrientismo.

Por su minuciosa descripción, sabemos que en cuanto se confirmó el golpe el pueblo salió a las calles para apoyar al gobierno revolucionario. El viernes 20 de agosto, una marcha de 50.000 manifestantes, integrada por obreros, maestros (bajo el liderazgo del dirigente Higueras, militante marxista-leninista), universitarios y el comando laboral del MNR (liderado por José Ugarte, secretario de la COB). El presidente Torres habló desde el Palacio de Gobierno, acompañado por el dirigente universitario Óscar Eid Franco, Juan Lechín, líder de la COB y la FSTMB, y el ministro del Interior Jorge Gallardo.

En su obra testimonial, relata: “los jóvenes agitadores universitarios reclamaban con energía la inmediata entrega de armas”. De la misma manera, el líder minero Juan Lechín “exigió que el presidente entregara al pueblo las armas para defender el proceso gravemente amenazado por la subversión fascista desencadenada en Santa Cruz, llamando a la movilización obrera masiva”.

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El Gral. Juan José Torres, Jorge Gallardo Lozada, Juan Lechín.

El golpe del 21 de agosto fue planificado por EEUU

El golpe fue dirigido desde Lima por el embajador Ernest V. Siracusa, quien informó a Washington “la buena nueva que el gobierno izquierdista de Torres estaba a punto de caer”.

El 19 de agosto el golpe de Estado fue liderado en Santa Cruz por los jefes fascistas Mario Gutiérrez, Andrés Selich, Ciro Humboldt, Carlos Valverde, Juan Ayoroa. Se dirigían al pueblo cruceño, “saludando al estilo hitleriano”. Selich tomó la plaza fuerte, ante la ausencia de Banzer y ordenó “que fusilen inmediatamente a los comunistas que están presos en la universidad. Un grupo de choque de la Falange dirigido por ‘Negro’ Cronembold, Alejandro Pérez y Ernesto Morán, entraron a la Universidad y dispararon sus ametralladoras sobre más de treinta jóvenes estudiantes maniatados”. 16 universitarios perdieron la vida, fusilados a quemarropa.

Andrés Selich se adueñó de la ciudad “y todos sus actos demuestran el más duro y cruel afán de matar a los comunistas y suprimir a todo aquel que no comulgue con la ideología fascista”.

Ante la negativa del presidente Torres de ordenar al Alto Mando la entrega de armas al pueblo, debido a la lealtad a su institución, Jorge Gallardo tomó de motu proprio previsiones para dotar armas y municiones a los delegados de la Asamblea del Pueblo, para entregarlas al movimiento minero y universitario, que fueron gestionadas a través de los militares patriotas, mayor Simón Cejas y capitán Germán Callejas, que depositaron las armas a las 02.30 del 21 de agosto.

“Nos ocupamos de descargar las armas y de la abundante munición”. Los delegados de la Asamblea Popular Lechín Oquendo, Simón Reyes, Óscar Eid Franco y Víctor López, de la Federación Minera, recibieron 66 carabinas M-1, 70 fusiles Mauser y 191 fusiles Garant, 22.000 proyectiles y 204 cargadores M-1, “con destino a la distribución entre los trabajadores mineros, fabriles y universitarios para la defensa de la Revolución Boliviana”.

La batalla de La Paz

En este singular ‘diario de campaña’, Gallardo describe la batalla de La Paz. “A las 11.30 de ese sábado histórico, 21 de agosto de 1971, salimos del despacho presidencial Javier Torres Goitia y yo. Nos dirigimos al local de la Federación de Mineros en busca de los dirigentes de la Asamblea Popular (...) Nos reunimos a puerta cerrada con Miguel Alandia Pantoja y otros líderes políticos y obreros; en ese momento llegó Lechín, quien preguntó: —Qué hace el general Torres? —Está tratando de controlar a la aviación, cuyos jefes se encuentran reunidos en El Alto. —Se darán vuelta contra nosotros? —No lo sé, pero debemos estar preparados para lo peor”.

Gallardo expone la estrategia defensiva: “Sánchez atacará el Gran Cuartel de Miraflores (…) con todo su batallón desde las alturas de Villa Armonía. El mayor Calderón lo hará por la avenida Copacabana que baja al Gallo de Oro en la Hernando Siles (…) Nosotros y ustedes debemos concentrar todas nuestras fuerzas en el estadio de Miraflores para tomar el control del cerro Laikakota, que es un punto estratégico que los del Castrillo tratarán de ocupar en primera instancia”. Formó el ‘Estado Mayor Defensivo’, integrado por el mayor Rolando Canido, jefe del SIMI, los mayores José Luis Espada, subsecretario de Justicia, José Lara (transportó a los presos políticos capturados en Santa Cruz), Guillermo Monje, subsecretario de Inmigración y Carlos Montaño, secretario privado.

El Grupo de Asalto del Ministerio del Interior, formado por 100 hombres dotados de metralletas, controló las avenidas Arce y 6 de Agosto, plaza Isabel la Católica, calles Rosendo Gutiérrez, Belisario Salinas, Capitán Ravelo y Pedro Salazar. Se instalaron puestos de observación sobre San Jorge y el cerro Laikakota. Formó un sistema de comunicaciones con cuatro radiopatrullas de carabineros: D-6 estadio Hernando Siles, D-7 y D-8, Villa Armonía y D-9 proximidades del cerro Laikakota. Soldados del Colorados controlaban las centrales telefónicas de la ciudad. 65 hombres de los Colorados tomaron posesión de Villa Armonía. Miguel Alandia Pantoja y Lechín se instalaron en la calle Claudio Pinilla y controlaban el estadio Siles, con apoyo de 5.000 obreros y universitarios. Sin embargo, Lechín no sabía cuál fue el destino de las armas y municiones que recibieron en la víspera y pidió más armas y municiones.

Torres trataba de lograr la fidelidad de la FAB. En el ínterin, el Motorizado Max Toledo y el Murillo Andino en Oruro, el Bolívar, el Tarapacá y la FAB se pasaron a la subversión.

Las fuerzas revolucionarias lograron tomar la Intendencia del Ejército y se hicieron de algunas armas, fusiles Mauser y granadas. “El combate de Laikakota era muy violento y estruendoso por el estallido de las granadas y de los proyectiles disparados por ambos bandos. Entre los combatientes estaban Simón Reyes (PC-Moscovita), que comanda un grupo de su partido; Jorge Ríos Dalenz (MIR), partido que contaba con más de un grupo de combatientes; Liber Forti, asesor cultural de la Federación Minera; Paulino Quispe (Huila Saco), y Miguel Alandia Pantoja (POR-Lora), que combatía junto a una columna muy disciplinada de luchadores. La metralla del Castrillo hacía retroceder a las milicias obreras. También participó en el combate José Antonio Moreno (POR-Gonzales). Se vio a Jorge Kolle (PC-Moscovita), colaborando con uno de sus camaradas para arreglar su arma que se había atascado. Una brigada del MIR contestó al fuego graneado de los enemigos con una ametralladora liviana; se distinguía en ese grupo el padre Leo, un sacerdote del tercer mundo que había adquirido vasta experiencia de combate en la Legión Extranjera”.

El diario describe el asesinato del padre Mauricio Lefevre, quien acudió a socorrer a un herido en la calle Rosendo Gutiérrez: “—¡Cuidado, padre, están disparándonos! Nos han dado en la capota. No permiten que nos acerquemos más, nos van a matar. —Ábrame la puerta… Iré caminando. —¡No, padre, lo van a matar! El sacerdote vestido de civil da un salto y empieza a avanzar en cuclillas. Los disparos son incesantes. Mauricio Lefevre lanza un grito de dolor. Lo han alcanzado en varias partes del cuerpo. Cae al suelo y sus anteojos se hacen pedazos. Se incorpora a medias y mira a la distancia. Sus ojos se iluminan, se encienden. Levanta el puño en alto y pronuncia el nombre de Dios. ¡Ha muerto en la excelsitud de su misión evangélica!”.

En su despacho, Gallardo decide atacar el Ministerio de Defensa y encomienda la misión al mayor Rolando Canido y a los miembros del MIR, Óscar Eid Franco, Ramiro Velasco y Adalberto Kuajara. El intento es infructuoso. Se vuelcan a Laikakota.

Torres informó que los carros de asalto del Tarapacá bajaban desde El Alto. Se decidió dinamitar la carretera, pero la dinamita almacenada en el cuartel de Bomberos desapareció. La policía traicionó a los revolucionarios. Los fabriles, encargados de dinamitar la vía a la altura de la Said, observan impotentes el paso de los carros de asalto, que a las 20.30, ingresan a plaza Murillo. A las 20.45, Torres abandona el Palacio de Gobierno.

El combate de Laikakota, triunfo de las milicias populares

Paradójicamente, “el combate de Laikakota concluyó con el triunfo de las tropas revolucionarias, exactamente a las 20 hs. El Ejército de Liberación Nacional, con más de treinta hombres bien entrenados, cumplió una labor realmente encomiable; había luchado desde horas tempranas. Su gente era experimentada y perfectamente dispuesta para el combate. Hacían sus avances de posiciones en forma militar, con gran rapidez y verdadero orden. Muchos de sus combatientes llegaron hasta la temeridad, acercándose a los nidos de ametralladoras de los enemigos y arrojando granadas de guerra con las que los destruían. El triunfo de Laikakota se debió en buena parte a esos heroicos luchadores que, junto con las brigadas de los diferentes partidos de izquierda, habían demostrado una pasión extraordinaria por la causa que defendían, llegando a derrotar con valentía y coraje sin límites a las tropas del Castrillo, mejor armadas y disciplinadas, es decir, entrenadas expresamente para la guerra (…) Habían derrotado nuevamente al ejército. Ocuparon la cima del cerro al grito de ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”.

Los revolucionarios se volcaron a atacar al Gran Cuartel de Miraflores. Finalmente, la presencia de los carros de asalto del Tarapacá definió la suerte. “Los carros de asalto se aproximaron a las inmediaciones del estadio y empezaron a barrer todas las avanzadas de combatientes revolucionarios (…) Eran las 21:30. Se apoderaron de toda esa zona (…) A las 22:30 llegaron a la Facultad de Medicina y comenzó un violento tiroteo (…) Las puertas del Gran Cuartel se abrieron de par en par y los carros de asalto comenzaron a entrar lentamente”.

La derrota

A las 23:15, Gallardo se comunica con el presidente: “—Juan, creo que hemos sido derrotados irremediablemente. (…) Pasaron cinco minutos dramáticos. Lechín discutió con su gente. —Jorge, hemos aprobado el desbande, de modo que haz lo mismo… ¡Adiós…!”

El diario finaliza con la dramática decisión: “Cuarenta y cuatro personas, entre ellas dos mujeres, abandonamos el Ministerio del Interior, que se había convertido en el último reducto revolucionario; por la derrota sufrida estábamos presas de una angustia que nos anudaba las gargantas. Eran las 23:30 hs. del 21 de agosto de 1971”.

1 Juan José Torres: En defensa de mi nación oprimida. La Paz, Ministerio de Defensa, 2016. Segunda edición.

2 Rafael Archondo y Gonzalo Mendieta: Salir del paso. Tres décadas de violencia revolucionaria en Bolivia, 1967-1997. La Paz, Plural, 2023.

3 Samuel Gallardo: Anarquía y caos. (La noche de Bolivia). La Paz, empresa editorial Universo, 1973.

4 Jorge Gallardo Lozada: De Torres a Banzer. Diez meses de emergencia en Bolivia. Buenos Aires, ediciones Periferia, colección “Estados Unidos y América Latina”, 1973.

 

Ahora El Pueblo/Crónicas/Luis Oporto Ordóñez (*)
*Magister Scientiarum en Historias Andinas y Amazónicas. Docente titular de la carrera de Historia de la UMSA.


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