Artistas y público se unieron en un concierto inolvidable, celebrando la vida del cantautor tarijeño y el poder de sus composiciones.
“…Que lejos estoy, que lejos estoy de mi ansiedad, mi río, mi sol, mi cielo llorando estarán…”. ¿La recuerdan? Así inicia La caraqueña, una de las cuecas más hermosas de Bolivia, así renace desde las entrañas cada vez que un boliviano o boliviana la canta porque es un himno histórico, una promesa de vida y rebeldía. Fue escrita durante la celebración navideña en diciembre de 1974 y es una de las composiciones del cantautor tarijeño Nilo Soruco Arancibia.
Esa composición y otro clásico del artista, La vida es linda, cumplen este año 50 de existencia; ambas composiciones emblemáticas fueron celebradas junto a la vida de su autor en el concierto Tributo en el teatro Nuna, el 28 de agosto.
Hay eventos que despiertan el asombro, una especie de suspiro largo, tan durable que pueden dejar sin palabras. Uno de esos, lo que particularmente podría denominarse como “el mejor concierto de 2024”, fue el organizado por Pablo Alfonzo Aramayo, más conocido como ‘Alfonseka Marraketa Blindada’, y por la primogénita de Nilo, Zemlya Soruco, quienes, junto a un ramillete de artistas, brindaron un concierto homenaje al cantautor.
Este año inició con la celebración de la existencia de Nilo Soruco en un homenaje previo que brindaron sus hijas en la ciudad de Tarija, rememorando los 20 años de su partida, un 31 de marzo de 2004. Posteriormente en el Teatro Municipal de la tierra andaluz se presentó, de manera oficial, la biografía de Nilo Soruco, llevada adelante por la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia (FC-BCB), escrita por Fernando Hurtado.
A eso se sumó la energía de Pablo Alfonzo Aramayo, el gran artista rapero que, con profunda admiración y afecto, convenció a Zemlya Soruco para llevar adelante el concierto Tributo en memoria de Nilo y recordar, además de los 50 años de vida de las composiciones inmortales del artista, La caraqueña y La vida es linda, los 52 años de una de las dictaduras más cruentas que vivió Bolivia, la de Banzer.
Se dice que los recuerdos no permiten avanzar; sin embargo, sobrevivir a hechos nefastos no solo fortalece a las personas que los hayan vivido, sino que también permite a las nuevas generaciones comprender la magnitud y el esfuerzo que tomó la construcción de un país, en el que actualmente sus habitantes tienen la libertad para manifestarse sin ninguna restricción.
El concierto fue, en extremo, sensible de inicio a fin, generó que muchos ojos se llenaran de lágrimas y que muchas voces se unan a las voces de los intérpretes al unísono; se sintió la presencia de Nilo y, prácticamente, por poco más de tres horas, se convivió con su ser en una experiencia única.
Los artistas que participaron eligieron, en algunos casos, canciones inéditas jamás interpretadas, los poemas de Óscar Alfaro, con la composición musical de Nilo. Destacó esa coordinación artística y esa unión de una variedad de géneros musicales. ‘Marraketa’ interpretó a su propio estilo, el villancico “…Mi niño Jesús, mi niños Jesús hasta cuando pobres seremos los dos…”, que deleitó al público presente.
Otra enorme interpretación fue la de Christian Benítez, que eligió la pieza Niña de mis amores, composición realizada por Soruco en la clandestinidad y dedicada a su hija Zemlya. La interpretación inició con las palabras de Nilo, disculpándose por su ausencia en una fecha importante para su hija, su voz sobre lo que vivía en ese momento, su angustia y anhelo por un futuro mejor, y la posterior interpretación de Benítez generó alteración en la epidermis de los asistentes.
Esa sensibilidad mezclada con el aturdimiento de una primicia se volvió a sentir con la participación de César Junaro y con la juvenil voz de Mauricio Segalez. Otro momento cargado de mucha emotividad fue cuando Zemlya Soruco interpretó la pieza Como muerde la nostalgia, composición de Nilo en homenaje a la artista chilena Victoria Bascuñán, víctima de la dictadura de Pinochet, y a todos los compañeros exiliados que compartieron su vida con el artista.
“...Es la distancia ausencia y grito, dolor del alma y el corazón… Como muerde la nostalgia, como me hiere tu voz. Salobre desandar de la tierra, frágil niña, mi rosa vital, y en el cielo azul de tus ojos a tu Chile mi voz cantará…”.
Todas las participaciones fueron especiales y arrancaron la alegría y el aplauso del público. Giovanna Angola compartió, además de su potente voz, su experiencia de vida como una de las estudiantes del maestro Nilo Soruco en Tarija. También el ambiente tarijeño se impuso con la interpretación de Carla Ojopi, Los Andariegos, desde Tarija, y la danza de la compañía nacional Conadanz. Otros invitados especiales fueron Freddy Mendizábal, Edwin Mendoza Claros, Luis Guillén Tórrez, Boris Méndez Cossío, René Hamel, José Luis Blanco Monroy, Luis Mario Viviani Burgos y el apoyo de Iris Mirabal Navia.
Fue sin duda una noche que perdurará en el recuerdo de los que estuvimos presentes, una noche en la que nadie se cansó de cantar (y gritar) el mensaje que inmortaliza el amor, por sobre todas las cosas, y que forma parte del título de la biografía del gran maestro, Nilo Soruco: La vida es linda.
La Paz/AEP