El reino animal nos recuerda que los placeres ‘prohibidos’ de la naturaleza no son exclusivos de los humanos.
A menudo pensamos que los humanos son los únicos en sucumbir al efecto embriagante de una buena bebida, pero en los recovecos más verdes del planeta, los animales nos demuestran que ellos también participan, casi sin querer, en un peculiar festín etílico.
Entre las hojas y los frutos maduros, el alcohol fermentado de la naturaleza es una oferta tentadora para aves, mamíferos e incluso insectos, quienes, lejos de buscar el placer de la embriaguez, encuentran en este compuesto una importante fuente de energía y nutrientes.
El consumo de etanol en el reino animal puede parecer casual, pero estudios recientes indican que no es para nada un accidente aislado.
Las frutas fermentadas han sido una fuente calórica clave para animales salvajes durante millones de años.
Dieta habitual
Un equipo de investigadores de universidades como Exeter y la Universidad de Ciencias de la Vida de Poznań ha demostrado que muchos animales recurren a frutas y néctar fermentado como parte de su dieta habitual.
Según estos estudios, el etanol lleva miles de años en el ecosistema, coincidiendo con el surgimiento de las plantas con flores. A lo largo de este tiempo, animales como musarañas, renos y hasta elefantes han desarrollado habilidades genéticas para metabolizarlo de forma efectiva, aunque algunos, como los elefantes, pueden terminar con la ‘cabeza densa’ cuando se deleitan con las frutas de los árboles de marula.
La investigadora Kimberley Hockings explica que el etanol es mucho más común de lo que se creía en los ecosistemas naturales, especialmente en climas tropicales, donde las condiciones cálidas aceleran la fermentación de las frutas.
Las musarañas de Borneo, por ejemplo, tienen como dieta principal el néctar de las palmeras bertam, que se convierten en un almíbar naturalmente alcohólico. Curiosamente, estas pequeñas criaturas no muestran ningún signo visible de embriaguez, lo que sugiere que han evolucionado para consumir alcohol sin problemas, similar a algunos pájaros que disfrutan de un ‘coctel frutal’ a diario.
Pero no todos los animales procesan el etanol con la misma habilidad. El caso de los elefantes africanos, que comen frutas fermentadas de marula y en ocasiones terminan mareados, ha sido motivo de muchas observaciones. Su particularidad es una mutación que les impide descomponer bien el alcohol y hace que estos gigantes sean más vulnerables a sus efectos.
Los frutos de árboles de marula son los favoritos de los elefantes. | Foto: National Geographic
Diferencia con los humanos
A diferencia de los humanos, que suelen buscar deliberadamente el placer de una copa, los elefantes solo buscan saciar su hambre, y el etanol en la fruta es apenas un ingrediente adicional.
Las aves no se quedan atrás en esta ‘fiesta salvaje’. Los ampelis americanos, llamativos pájaros de cresta, son conocidos por darse grandes atracones de bayas, algunas ya fermentadas. Este consumo altera sus reflejos, volviéndolos propensos a accidentes y a encuentros desafortunados con depredadores.
El zoólogo Piotr Tryjanowski, quien ha estudiado esta conducta, apunta que es probable que las aves no busquen el efecto embriagante, sino las calorías, y que se arriesguen al mareo como parte del juego.
Los elefantes africanos se emborrachan con fruta. | Foto: Mercosur
Y no son solo los frutos los que tientan a los animales; algunos también experimentan con otros productos alucinógenos. Los renos de Siberia, por ejemplo, a veces se alimentan de las coloridas setas Amanita muscaria, cuyo sombrero rojo y manchas blancas los hace irresistibles para estos animales. Aunque estas setas suelen causar efectos intensos en los humanos, los renos pueden neutralizarlas gracias a su sistema digestivo especializado, disfrutando de su extraña dieta sin secuelas.
El reino animal nos recuerda así que los placeres ‘prohibidos’ de la naturaleza no son exclusivos de los humanos. En cada rincón del mundo, los animales exploran, de maneras inesperadas, los misterios de la fermentación y los efectos del etanol.
Los ampelis americanos comen muchas bayas, que a veces pueden fermentarse y hacer que las aves se muestren desorientadas y lentas. | Foto: National Geographic
La Paz/AEP