El colegiado, de 45 años, se retira con el deber cumplido y la responsabilidad de seguir formando nuevos valores como instructor para mejorar el nivel del arbitraje boliviano.
La Paz, 18 de diciembre de 2023 (AEP). – En el fútbol, las llegadas son buenas y las despedidas dolorosas, eso ocurre con el árbitro Víctor Hugo Chambi Ocaña, de 45 años, quien decidió colgar el pito y el banderín después de 30 años dedicados al arbitraje, al que llegó gracias a la motivación de viajar siendo joven.
Se va con el deber cumplido y la responsabilidad de seguir formando nuevos valores como instructor para mejorar el nivel del arbitraje boliviano.
—Víctor Hugo, ¿cómo y cuándo nació su afición por el arbitraje?
—Todo empezó en 1993. Cuando tenía 14 años le dije a mi señor padre que quería jugar fútbol profesional, jugaba de arquero y me inscribió a un equipo de la Asociación de Fútbol de La Paz, pero en eso cambió la situación porque uno de sus amigos dirigentes le comentó que muchos chicos quieren jugar fútbol profesional y son cientos, y le dijo que por qué no me dedicaba a ser árbitro, iba a ser más fácil.
Yo no estaba muy convencido, no me llamaba mucho la atención, pero cuando me dijo “con el arbitraje vas a viajar y te van a pagar”, la primera frase me impactó y desde el primer año que fui árbitro comencé a viajar, ahí comenzó todo.
El deseo de viajar me llevó a ser árbitro y han pasado 30 años desde aquella vez, pero gracias al arbitraje conozco todo el país y todo el departamento de La Paz.
—¿Por qué decidió colgar el pito y el banderín?
—Hay dos factores que me impulsaron a tomar la decisión. Uno, es el tema físico, tengo una lesión crónica en la rodilla derecha, que me impide cumplir a cabalidad las pruebas físicas, y la otra es porque considero que es tiempo de dar paso a las nuevas generaciones; el fútbol tiene una nueva dinámica, yo aprendí a dirigir en mi mejor época a lo mucho con el banderín electrónico, no teníamos intercomunicadores, éramos de otra escuela; ahora el fútbol es diferente, hay más comunicación, está el VAR, y las nuevas generaciones tienen que estar adaptadas a esa tónica; a nosotros nos tocará tomar la posta como instructores, para lo que ya nos hemos preparado.
—¿Qué ha sido lo bueno que ha vivido?
—Conocer el país; a los lugares donde fui coseché amigos, por eso, el árbitro tiene amigos en todo el país y cuando uno viaja van a ver su trabajo. Donde uno vaya casi siempre tiene dónde llegar y compartir un plato de comida.
—¿Las frustraciones?
—La frustración más grande que tuve fue no alcanzar la insignia internacional y no porque haya sido malo o la calidad de mi trabajo era baja, sino por factores ajenos a la transparencia, no tenía padrinos ni compadres. El año que me tocó postular a la insignia internacional se cambió a la Comisión de Árbitros y quien entró a la cabeza, porque no era su amigo o no compartía su forma de trabajo, decidió cortarme la insignia y sacarme del fútbol profesional.
A pesar de esa situación, la calidad de mi trabajo se impuso y hemos demostrado que sin insignia hemos llegado a dirigir finales de la División Profesional.
—¿Qué anécdotas recuerda?
—En un clásico paceño perdió Bolívar y la clasificación a la Copa Libertadores, y fue por una decisión que asumí de sancionar un fuera de juego, por lo que el gol se anuló. Para mí ahí terminó todo.
Sin embargo, al día siguiente, llego a mi oficina —trabajaba en una radio de El Alto— y en mi cubículo habían colocado mi foto que había salido en la prensa declarándome persona no grata, con letras celestes. Fue una de las situaciones más graciosas que me tocó vivir.
Otra ocasión fue cuando en Oruro San José perdió con Oriente. En la mañana, llegué a la casa de mis familiares, donde fui recibido con alegría, bombos y platillos; en la noche, después del partido retorné para descansar, pero ni me abrían la puerta porque San José había caído y no era muy bienvenido en la casa.
Luego, en una jornada de Copa Simón Bolívar en Trinidad llovió bastante y después de aquello salieron los mosquitos; curiosamente, al árbitro se le ocurrió que dirijamos con poleras blancas y por esa acción fuimos blanco de las picaduras de los mosquitos; por evitarlos, estábamos más preocupados en tratar de espantarlos que en poner atención al cotejo.
—¿Qué alegrías le dio el arbitraje?
—Haber dirigido dos finales del fútbol profesional, fue algo emotivo. Una de las alegrías más grandes que recibí fue en divisiones inferiores, en un partido de la Sub-15, del clasificatorio de los Juegos Estudiantiles Plurinacionales. Un equipo de provincia jugaba con otro de la ciudad, era tan disputado que nadie quería perder; al final del compromiso, los padres de familia no aceptaron el resultado y querían venir a agredirme, y fueron los jugadores que perdieron los que se acercaron, me dieron la mano y uno de ellos me abrazó llorando y me dijo: “Profe, hemos perdido, pero usted ha arbitrado bien, nos ha enseñado”, lo que terminó siendo mi mayor alegría y recompensa.
Las otras veces fueron salir aplaudido en una final del Interyungueño y la última fue ver a mis colegas, especialmente los jóvenes, que vinieron al estadio en mi despedida, fue algo que no esperaba y me llenó de emoción.
—¿La mayor tristeza?
—Uno de los momentos más tristes que viví en esta carrera me pasó hace un par de años. Quiero recordar a Saúl Ticona (+), un joven árbitro paceño; cuando yo estaba a punto de tirar la toalla por la lesión en la rodilla, él también tenía la intención de cumplir la prueba física y tampoco podía, por lo que nos citamos todas las noches para entrenar en la plaza Villarroel; logramos el objetivo y él debutó en un partido nocturno en la División Profesional, celebramos; pero, a la semana, en un accidente laboral, perdió la vida. Ha sido el momento más duro y triste.
—¿En su carrera tuvo problemas con algún jugador?
—Varios, aunque todo ocurrió por el calor del momento. En una final entre Aurora y Real Potosí, el técnico de Aurora no nos dejó salir del estadio, nos hostigó casi una hora en el camarín. Con exjugadores como Lito Reyes, Vidal González, tuvimos fuertes discusiones y diferencias de criterios.
—¿Cómo califica el nivel del arbitraje boliviano?
—Estamos en un momento de estancamiento. El grupo de exmiembros de la Comisión de Árbitros, que me cortaron la posibilidad de tener la insignia internacional, se dedicó a que el árbitro haga el mínimo esfuerzo, corra lo necesario y en las pruebas físicas haga la marca mínima, con eso era suficiente, con un 51 sobre 100 ya estaba listo, eso ha llevado a que un grupo de árbitros que son parte de la División Profesional se conforme con hacer lo mínimo; lo que no está bien, porque tenemos que apuntar a la excelencia, a los 100 puntos, a responder en la cancha al cien por ciento de la producción arbitral, y no se está cumpliendo.
Hubo varios intentos para salir de esta crisis, pero no se están dando las posibilidades ni las condiciones. Como Asociación Boliviana de Árbitros de Fútbol (ABAF) hemos presentado a la Federación Boliviana de Fútbol un plan para profesionalizar el arbitraje y cambiar los malos hábitos que tienen algunos árbitros, que además perjudican a los árbitros jóvenes que quieren llegar al máximo nivel para mejorar el nivel del arbitraje en el país.
—¿Los árbitros aceptan sobornos?
—No solamente el árbitro, sino que muchas otras personas que, cuando no tienen los niveles económicos, buscan una forma de lograr sus objetivos financieros. Comentarios sobre esta mala acción hay en todos los niveles, en los torneos provinciales, de la Asociación, pero no se ha podido probar nada; de ser así, está decidido que se va a expulsar de por vida al árbitro que esté involucrado en este tipo de hechos.
—¿Cómo se va?
—Con el deber cumplido como árbitro, pero teniendo como objetivo aportar al arbitraje siendo instructor.