En su primera salida fuera del país después de la sublevación militar golpista del 26 de junio, el presidente Luis Arce se estrenó hoy como miembro pleno del Mercado Común del Sur (Mercosur) para advertir que el “peligro” de acortar su mandato constitucional “no ha desaparecido”.
“El peligro de acortar mi mandato, por la vía que fuese, no ha desaparecido, como tampoco ha retrocedido un milímetro la firmeza de nuestro pueblo y su gobierno para defender la democracia y la Revolución Democrática Cultural”, indicó el mandatario durante la 64º Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur en el que el presidente Santiago Peña fue anfitrión de su pares Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil; Luis Lacalle Pou, mandatario de Uruguay; de Bolivia, y José Raúl Mulino, de Panamá.
El mandatario argentino Javier Milei optó por no asistir y fue representado por su ministra de Relaciones Exteriores, Diana Mondino.
Arce agradeció “a la mayor parte de los países de la región” por su solidaridad con el pueblo boliviano y su gobierno al condenar el intento de un golpe de Estado militar que fue liderado por el entonces comandante del Ejército, general Juan José Zúñiga, jefes militares de alto y mediano rango y jubilados, y un civil.
“En este sentido, quiero expresar mi más profundo agradecimiento especial a los países del Mercosur que se manifestaron frente al golpe de Estado y a la Comunidad Internacional por su apoyo inquebrantable en estos tiempos difíciles”, remarcó el jefe de Estado.
La solidaridad del bloque, agregó, fue fundamental para evitar la ruptura del orden constitucional en Bolivia.
AUTOGOLPE
Arce lamentó “declaraciones infundadas y poco serias” sobre un supuesto autogolpe, cuando “lamentablemente se trataba de un golpe de Estado”.
“Un golpe de Estado que no solo tenía la participación de militares, sino también de ex militares que participaron en el golpe de Estado de 2019 y de personas civiles que están siendo investigadas en el marco del debido proceso en la justicia”, precisó.
El ultraliberal Milei se desmarcó de la condena mundial unánime a la sublevación armada que pretendía colocar un “gobierno militar de emergencia” en sustitución de socialista Arce.
Zúñiga, junto al civil Aníbal Aguilar Gómez, antiguo militante del MNR y catedrático en instituciones militares, y jefes castrenses de mediano y alto rango elaboraron un complejo plan para derrocar al presidente Arce, electo en 2020 con el 55,11% de los votos.
Su objetivo era formar un nuevo gobierno militar, liberar a políticos y militares encarcelados por el golpe de 2019, todos con procesos penales en la justicia ordinaria y la mayoría con sentencia ejecutoriada, y convocar supuestamente a elecciones presidenciales y parlamentarias en tres meses.
Convencido del éxito de la operación, Zúñiga ya había preparado un discurso para dirigirse a la nación y al mundo como presidente y con tropa en uniforme de combate y fusiles de asalto y blindados de guerra tomaron la plaza Murillo, el centro político boliviano, y luego Palacio Quemado, que comunica con la Casa Grande del Pueblo, sede de la Presidencia del Estado, y el despacho presidencial, en el centro de La Paz.
En el momento de mayor tensión, un tanques embistió las puertas metálicas de Palacio Quemado por las que finalmente ingresó Zúñiga.
Allí se encontró cara a cara con el general Zúñiga y los comandantes de la Armada y la Fuerza Aérea. La tensión era palpable. El Presidente no se amedrenta.
Tampoco Prada.
Ella increpa al líder de la insurrección.
—”¡Este es su Capitán!”, le grita la ministra con rabia, con determinación.
Los militares replican de inmediato.
—“No podemos retroceder”, responde un partidario de Zúñiga.
Hay tensión en el ambiente. Se define, en ese crucial momento, el éxito o el fracaso del golpe.
Arce se dirige entonces al general sublevado y le ordena que se repliegue.
—”¡Repliegue a todas estas fuerzas en estos momentos!”, ordenó el Presidente, con voz firme sobreponiéndose al caos, en su condición de Capitán General de las Fuerzas Armadas.
—”¡Es una orden!”, insiste.
—“¿No me va a hacer caso?”, demanda el Jefe de Estado.
—“No”, responde el jefe militar, marcando un momento de quiebre en la cadena de mando.
Zúñiga, según relató posteriormente el presidente Arce, se mostró sin argumentos frente a las demandas de explicaciones.
El breve intercambio de palabras, en un ambiente frágil y tenso, se desenvolvió ante los ojos de ciudadanos que, respondiendo al llamado previo del Presidente, habían comenzado a congregarse en las inmediaciones en defensa de la democracia.
—”No estás solo, Presidente”, grita un civil, mientras otros lanzan improperios contra Zúñiga al escuchar su negativa de replegarse, tildándolo de “golpista”.
En un giro inesperado, Arce se dirige entonces a los otros dos comandantes presentes.
El jefe de la Armada, vicealmirante Juan Arnez Salvador, se alinea con Zúñiga, mientras que el comandante de la Fuerza Aérea, general Marcelo Javier Zegarra, vacila y aclara al Jefe de Estado que no es parte de la operación militar.
Este momento de duda proporcionó a Arce la oportunidad de dialogar y persuadir.
Mientras Zúñiga y el comandante de la Armada abandonaban el Palacio, Arce mantiene un hilo de conversación con el líder de la Fuerza Aérea.
—“Lo llamé (a Zegarra) a recapacitar porque podía haber un mar de sangre entre bolivianos y ellos serían los culpables”, declaró días después el Jefe de Estado.
Esta intervención personal y directa de Arce resultó ser el punto de inflexión en la crisis que llevó a la derrota del golpe.
La fuerza pública, al contrario de la crisis de 2019, declinó también unirse a los rebeldes.