Según estos relatos, el comandante del Ejército pasó de tener grandes aspiraciones a ser denostado en celdas policiales.
La Paz (Erbol).- Ya han pasado tres meses del movimiento militar que, durante algunas horas, puso en zozobra al país. En este lapso, las autoridades han recogido diferentes testimonios que reconstruyen los sucesos de antes, durante y después de la asonada protagonizada por el ahora exgeneral Juan José Zúñiga.
Según estos relatos, el comandante del Ejército pasó de tener grandes aspiraciones a ser denostado en celdas policiales.
Antes y durante la asonada, los subalternos de Zúñiga ya habían sido testigos de actitudes del comandante que les hicieron dudar de sus intenciones y su lucidez.
Los planes de Zúñiga se remontarían incluso a abril o mayo de este año, cuando se sostuvo una reunión en su domicilio de la zona Irpavi con alrededor de nueve comandantes de élite de las Fuerzas Armadas, según los testimonios a los que tuvo acceso Erbol.
Aquella reunión no fue registrada formalmente. Los jefes militares llegaron vestidos con chinelas, pantalón corto y polera, según recordó el coronel Raúl Barbery, excomandante de la Policía Militar.
De acuerdo con esta versión, en aquella reunión, en voz baja, el general Juan José Zúñiga afirmó: “Yo no voy a ser como William Kaliman (excomandante en jefe de las FFAA), que agarró el poder y lo pasó. Yo voy a agarrar y voy a ser presidente”.
Según los testimonios, en esa reunión, el comandante del Ejército expuso tres escenarios que podrían desatar una convulsión social en el país, similar a lo ocurrido en 2019. Todos giraban en torno a la posible inhabilitación de Evo Morales para la presidencia. Incluso el escenario más crítico hablaba de un “estrangulamiento del Estado”, con marchas y bloqueos en las principales ciudades, lo que eventualmente forzaría la renuncia del presidente Luis Arce.
Zúñiga no dejó dudas en sus palabras. Dijo claramente: “Tenemos que estar en condiciones de asumir el poder”, según relató Barbery.
El mayor Leonel Sanjinés, comandante de Inteligencia del Ejército y considerado la “mano derecha” de Zúñiga, fue el encargado de desarrollar el análisis “prospectivo” que se expuso en la reunión. Sin embargo, Sanjinés señaló que aquella reunión concluyó con dudas. Según percibió, el general buscaba un proyecto mayor, como la formación de un partido político de militares.
Según Sanjinés, desde entonces Zúñiga tenía la intención de acercarse a la Embajada de Estados Unidos. Entonces apareció en escena el activista de derechos humanos Fernando Hamdan, quien ahora también se encuentra detenido y habría sido pieza clave en esta trama.
En busca de acercarse a la embajada estadounidense, a Zúñiga le pidieron que adoptara un discurso “desvinculante” respecto a Evo Morales, por lo que comenzó a utilizar los medios de comunicación, de acuerdo con el relato de Sanjinés.
Aceptó una entrevista en el programa de Jimena Antelo en PAT, donde realizó expresiones “totalmente fuera de lugar”, según señaló su jefe de Inteligencia. Durante la entrevista, Zúñiga afirmó que Evo Morales no podía ser candidato presidencial y que, si no respetaba la Constitución y se postulaba, él mismo lo detendría. Estas declaraciones generaron críticas hacia el Gobierno y condujeron a su destitución.
La noche del 25 de junio, el aún comandante del Ejército tuvo una reunión en el Palacio de Gobierno, donde le fue comunicada su destitución. Zúñiga habría sugerido el nombre del general Juan Mario Paulsen, entonces inspector general del Ejército, para que lo sustituyera, ya que era un hombre de “confianza” y continuaría con la misma “estructura”.
A pesar de su inminente relevo, Zúñiga ya había orquestado reuniones con militares en retiro y con Fernando Hamdan, de quienes tenía apoyo. Además, desde el 23 de junio, ordenó directamente que 12 blindados del Regimiento de Ayacucho se trasladaran al Estado Mayor, indicó en su declaración el comandante del regimiento mecanizado, Edison Irahola.
Según los relatos, Zúñiga logró el apoyo del servicio pasivo supuestamente luego de presionar al representante de este sector, Tomás Peña y Lillo, con presuntos hechos ilícitos en que se había involucrado a su hijo, también militar.
APOYO DE ISRAEL Y PALESTINA
El 24 de junio, Zúñiga también se reunió con Fernando Hamdan en un hotel cerca del mercado Yungas en La Paz. Sanjinés, quien estuvo presente en parte de la conversación, escuchó al activista hablar sobre la recuperación de la democracia y cómo funcionaba el país, además del apoyo internacional.
En esa misma línea, Zúñiga comprometió la participación de la Fuerza Aérea y la Armada en este “proyecto”, aunque no precisó en qué consistía. Hamdan, por su parte, tenía algunas exigencias para un “nuevo gabinete”, pues ya contaba con los “nombres ideales” para el Ministerio de Economía, el Ministerio de Hidrocarburos, el Ministerio de Desarrollo y para la dirección de YPFB.
Al concluir la reunión, Hamdan solicitó 25 mil bolivianos para gastos operativos, de los cuales Zúñiga le mandó a entregar 5 mil, que fueron aceptados por el activista, de acuerdo con la declaración de Sanjinés.
EL DÍA DE LA TOMA Y LA INCERTIDUMBRE
El 26 de junio, el día de la asonada, Sanjinés recibió una llamada de Zúñiga, como lo hacía todas las mañanas por más de tres años. Ahí el general le comentó que Hamdan quería reunirse con él, por lo que envió a dos oficiales, entre ellos el mayor Miguel Iriarte.
Después de que los oficiales retornaron de esa reunión, se presentaron ante el general Juan José Zúñiga en su despacho.
“Mi general, Hamdan nos indica que tiene el apoyo de las organizaciones sociales, Israel y parte de la Policía Boliviana, pero no en su totalidad”, señaló el mayor Iriarte, de acuerdo con su testimonio.
Desde ese momento, afirman los testimonios, Zúñiga “desordenó todo”.
El general convocó a todo su Estado Mayor y a los comandantes de la Fuerza Aérea, Marcelo Zegarra, y al de la Armada, Juan Arnez, además de los militares del servicio pasivo. Ahí, Sanjinés mencionó haber escuchado amenazas de que, “si alguien no estaba dispuesto a colaborar, se le daría un tiro”.
Además, Zúñiga le habría ordenado a su jefe de Inteligencia que conforme grupos de seguridad equipados con armamento.
Una vez reunidos, Zúñiga anunció a sus camaradas que irían a manifestar su molestia al presidente Luis Arce por la “deslealtad” que había mostrado. Los presentes le aseguraron que prepararían todo según lo acordado. El general José Ágreda, del servicio pasivo, redactó un manifiesto, del cual hizo cinco copias, una de las cuales fue entregada al líder del movimiento.
Para ese momento, Zúñiga ya se había contactado con los comandantes de las unidades mecanizadas para que se hagan presentes en la plaza Murillo, según el relato de Sanjinés.
Agregó que, en medio de los preparativos, Arnez y Zegarra sostuvieron una breve reunión de siete a ocho minutos con Zúñiga, quien les mostró una pizarra en la que había escrito “Embajada de Estados Unidos”, “Israel”, “Comunidad Palestina”, “Policía Boliviana”, “Armada Boliviana” y “Fuerza Aérea”.
Sanjinés percibió que los otros comandantes no entendían por qué Zúñiga mencionaba a las embajadas y se mostraron sorprendidos.
Terminó la reunión y Zúñiga se dirigió hacia los blindados, que solo eran utilizados para los actos cívicos, pero en ese momento ya tenían otra misión.
“Zúñiga refiere: ‘Es ahora o nunca, ya basta de humillaciones y que se hagan burla del Ejército’”, señaló el general Marcelo Zegarra, excomandante de la Fuerza Aérea.
Pese a las dudas, los jefes militares ya habían ordenado el acuartelamiento de sus unidades.
Sanjinés mencionó que el general Paulsen presentó su renuncia en ese momento, motivado por la susceptibilidad respecto a los planes del comandante del Ejército.
Las tanquetas ya estaban encendidas para dirigirse a la plaza Murillo.
ORDEN DE DETENER A AUTORIDADES
El grupo de Inteligencia fue el primero en llegar a Kilómetro Cero. Luego, Zúñiga arribó en una tanqueta con Zegarra y Arnez, se estacionó frente al Palacio Quemado, las esquinas que tienen ingreso a la plaza Murillo estaban tomadas por los militares.
Minutos después se registró la escena donde el ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo, apareció y empezó a golpear la tanqueta donde se encontraban los comandantes de las tres fuerzas militares.
Según las declaraciones, Zúñiga ordenó detener al Ministro de Gobierno. Sin embargo, tanto el comandante de la Policía Militar como el jefe de Inteligencia se negaron a cumplir la instrucción. En medio de esta crisis, también dio la orden de detener al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, pero nuevamente la instrucción fue ignorada.
Sanjinés mencionó haber visto al licenciado Aníbal Aguilar, el presunto ideólogo de Zúñiga, en la plaza, conversando con una funcionaria de la UTOP de grado mayor. Se manejaba la versión de que la Policía no los confrontaría.
HABRÍA ORDENADO DISPARAR
En medio de la creciente tensión, el general Zúñiga dio una orden impactante: le pidió al tirador de la torre del blindado que disparara contra los edificios con su ametralladora, pero él se negó, alegando que no estaba preparado, según señaló Sanjinés.
El coronel Barbery recordó que al ingresar a la tanqueta donde estaban los tres altos mandos de las FFAA, Zúñiga volvió a insistir. Le ordenó disparar para despejar a la multitud. Sin embargo, el comandante de la Policía Militar también se negó.
“Usted me mintió, me trajo para un ejercicio. El ejercicio se ha salido de control. No voy a cumplir órdenes, mi general, solicito replegarme a mi unidad”, relató el comandante de la Policía Militar, quien señaló que Zúñiga lo destituyó en ese momento de su cargo. Sanjinés dijo que Zúñiga se enfureció.
Actos desesperados como ese empezaron a surgir. Zúñiga ordenó llamar a los comandantes de diferentes unidades, que no iban a llegar, porque el coronel Edison Irahola, comandante de la División Mecanizada, instruyó su retorno por órdenes del jefe de Estado Mayor de las FFAA, general Marco Antonio Peñaloza.
“Me llamaba Zúñiga preguntándome ‘¿dónde están las ecas?’ Y yo le decía ‘sí, mi general, ya están bajando’, pero no estaban bajando. Yo dejé de cumplir órdenes”.
Irahola insistió en que no hacía caso a los órdenes de Zúñiga, a pesar de que le respondía “sí, mi general”.
El CEO (Comando de lucha contra el contrabando) también fue convocado a la plaza Murillo, y Sanjinés escuchó que en ese momento Zúñiga instruyó que el F10 (grupo de élite de las FFAA) arribe a la sede de gobierno desde Cochabamba.
En medio de esa desesperación, Zúñiga ordenó tumbar la puerta del Palacio Quemado con una de las tanquetas. Después se bajó del motorizado militar y ahí tuvo el encuentro con el presidente Luis Arce.
Para Sanjinés, todo fue una “burla” del comandante.
Después de que ingresaron al Palacio los tres jefes militares que encabezaron la asonada, solo dos salieron, Zúñiga y Arnez, mientras que el comandante de la Fuerza Aérea, Marcelo Zegarra, se quedó en el Palacio Quemado al lado del Presidente, ya que señaló que no estaba de acuerdo con lo que Zúñiga pretendía hacer.
“El Presidente me dice: ‘Ha tomado la mejor decisión’”, señaló Zegarra.
A partir de ese momento, las cosas para Zúñiga empezaron a empeorar. Las unidades militares a las que Zúñiga convocó aún no habían llegado y este empezaba a dar instrucciones “imprecisas”, según recuerda el jefe de Inteligencia.
Según el jefe de Inteligencia, al escuchar que el comandante pretendía tomar el poder por la fuerza, se dieron cuenta de que era algo totalmente “descabellado”, “mal organizado”, por lo que decidieron alejarse.
Pero Zúñiga no se rendía y con una actitud “desquiciada” ordenó nuevamente disparar.
“Ante esa situación, yo le digo: ‘General, no haga estupideces, vamos a tener un accidente, puede haber un muerto’”, recordó Sanjinés. Incluso dijo que el comandante de la Armada, Juan Arnez, le dijo: “A ver, no hagas tonteras, Zúñiga”.
La desesperación vencía la poca lucidez que tenía Zúñiga.
EL REPLIEGUE
Hasta eso, el presidente Arce posesionó a los nuevos comandantes de las tres fuerzas militares y, en su intervención, el general Wilson Sánchez (comandante del Ejército) ordenó el repliegue de todas las unidades militares a sus recintos.
En ese momento, todos comenzaron a replegarse.
Ya consumado el repliegue en el Comando General del Ejército, sus camaradas le dijeron a Sanjinés que vaya a la oficina de Zúñiga, debido a que estaba solo y temían que se quite la vida.
Al ingresar al despacho, vio al general alistando un maletín con mucho dinero, unos Bs 100.000, también fajos de dólares, joyas de oro y los reconocimientos que tenía, además de su celular y su IPad. Ordenó que le entreguen ese maletín a su esposa.
DE LA TOMA MILITAR A CELDAS POLICIALES
No solo Zúñiga fue aprehendido por este caso, sino también otros militares de diferentes grados, incluyendo su jefe de Inteligencia, de quien algunos oficiales desconfían por haberlos “vendido”.
Este último es uno de los pocos que se encuentra con detención domiciliaria.
La bronca con el comandante hizo que la esposa de uno de los militares le pusiera un trancón con el pie, lo que casi provocó la caída de Zúñiga cuando fue trasladado a la cárcel para que cumpliera su detención preventiva.
Incluso su “mano derecha”, el mayor Sanjinés, expresó su molestia con el general. Relató que cuando formaban en celdas policiales le dijo que es un “huevón”.
En sus declaraciones, el exgeneral Zúñiga expresó su sospecha de que fue drogado con alguna sustancia en el agua que le alcanzaron esa jornada.
La Paz/ERBOL