Tradición. Miles de lustrabotas agarrados de sus cajas, la mayoría con pasamontañas, se han convertido en un personaje icónico del departamento paceño.
Antonio saca su crema o betún negro, agarra rápidamente su escobilla y le pide a una persona que pise su pequeña caja de madera y de forma ágil comienza a lustrar el zapato de su cliente.
Lo hace en menos de cinco minutos, sin manchar las medidas blancas del cliente y para finalizar agarra una pequeña tela y junto a su escobilla saca brillo a los calzados, el toque del oficio.
Así como Antonio, miles de lustrabotas agarrados de sus cajas, la mayoría con pasamontañas, se han convertido en un personaje icónico del departamento paceño no solo porque reflejan la lucha por la sobrevivencia, sino porque han transformado su trabajo en un oficio que brilla y que es digno al igual que otros oficios que se han creado ante la necesidad en la ciudad, asegura don Orlando, un lustra que lleva más de 30 años en ese oficio.
Don Orlando limpia los tenis de un cliente en la plaza Murillo.
Don Orlando comenzó a lustrar calzados cuando tenía 19 años. Él ahora tiene 75 y es forjador del Jisk’a Nacional, una de las primeras asociaciones de lustracalzados de la ciudad que nació hace 40 años y cuyo asentamiento está en plaza Murillo, centro político de La Paz.
En sus más de 30 años en el oficio, él nunca utilizó un pasamontaña, porque considera que lustrar calzados no es indigno, al contrario, es un oficio de lucha, de sobrevivencia porque trabaja 12 horas al día y de lunes a sábado lustrando calzados.
Con su oficio llegó a conocer a presidentes, es más, le tocó sacar brillo al extinto expresidente Hugo Banzer Suárez, cuenta Orlando a Ahora El Pueblo.
Ha visto peleas entre políticos, llanto risas y movilizaciones. Él estuvo en primera fila cuando pasaron acontecimientos históricos en la plaza Murillo. Casi nunca se movió de su puesto permanente de ‘lustra’ que tiene en la plaza, salvo en febrero de 2003, cuando policías y militares se enfrentaron con balas por el impuesto a los salarios que intentó establecer el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.
“Es la primera vez que sentí miedo y tuve que huir. Fue muy triste, pero al mismo tiempo te sorprendes del coraje del pueblo”, menciona Orlando, quien agrega que si contara todo lo que vio en la plaza Murillo, no le alcanzarían las páginas de un libro.
El oficio, que para él es un orgullo, le ayudó a mantener a sus cuatro hijos.
“Es mi principal fuente de ingreso. Con este oficio mis hijos han podido estudiar y no hay por qué sentir vergüenza, porque es un oficio que nace de la necesidad al no encontrar trabajo. El paceño ha creado oficios que hoy son antiguos y son parte de la identidad de La Paz”, afirma con una sonrisa.
Un lustracalzados de la Asociación Central San Francisco de La Paz.
Asociaciones
En la década de los 50 del siglo XX comenzaron a fundarse las primeras asociaciones de lustracalzados en la ciudad de La Paz. Al principio eran solo varones, en su mayoría niños y adolescentes que sacaban brillo, ahora lo hacen también niñas, mamás, quienes con su trabajo diario mantienen a sus familias.
Otro antiguo gremio del sector es la Asociación de Lustracalzados Central San Francisco.
Jorge Tórrez, representante de esa asociación, relata a este medio que gracias a este trabajo sus hijos salieron bachilleres.
“Cada peso ganado ha sido con sacrificio, muchos creen que es fácil, pero a veces nos han tratado con desprecio, insultado, porque creen que es lo más bajo, pero no es así”, enfatiza.
Los lustracalzados, agrupados en asociaciones forjadas en el siglo pasado, han logrado ganarse un puesto permanente, porque pagan patentes a la Alcaldía. “Como cualquier trabajador también pagamos nuestros impuestos”, dice Jorge.
Una cholita lustrabotas tallada en madera, el trabajo de David, un lustrabotas del Hormigón Armado.
Otros no, en este oficio hay niños y adolescentes, quienes en vacaciones escolares recorren las calles paceñas en busca de clientes para sacar brillo a los calzados. Pero el trabajo ha mermado luego de la pandemia del Covid-19 en 2020. Con la enfermedad y el confinamiento decretado en ese entonces, los calzados quedaron rezagados y se pusieron de moda los tenis.
“Hoy no hay muchos calzados que lustrar, pero nosotros nos damos modos y también limpiamos tenis ahora, es un poco caro, pero dejamos las zapatillas íntegras”, asegura Orlando.
La Paz/AEP