En 1993, el salario mínimo nacional llegaba a 160 bolivianos, que significaban unos 23 dólares. 30 años más tarde, una generación entera, ese mismo salario llegó a 2.250 bolivianos, que alcanzan a 323 dólares. Ha corrido mucha agua bajo el puente, diría la frase popular, a lo largo de estos tres decenios en los que arrancarles un boliviano a las autoridades era un trabajo titánico. Ahora las negociaciones son más distendidas y menos crispadas.
Entre 1993 y 2005, durante la larga noche del neoliberalismo, los incrementos salariales no eran significativos, pues de 160 bolivianos se llegó a 440, que representaban unos 63 dólares en ese periodo de tiempo. Un apunte, los tres últimos años del periodo neoliberal no hubo aumento alguno, los 440 bolivianos se mantuvieron desde la crisis de 2003 hasta la presidencia de Eduardo Rodríguez Veltzé.
Por tanto, el primer decenio de la historia del salario mínimo nacional nos pone en la misma situación, 160 bolivianos en 1993 y 440 bolivianos en 2003, que representó un 175 % de aumento en 10 años, parecería mucho, pero en realidad no era nada. En 1993 dejaba la presidencia Jaime Paz Zamora y asumía por primera vez Gonzalo Sánchez de Lozada, quien llevaría adelante las recetas más duras de los organismos internacionales y la venta de empresas nacionales y de recursos naturales, que fue bautizada como “capitalización”.
Para el segundo decenio del recuento de los aumentos salariales la historia sería distinta, porque de 440 bolivianos se trepó, en 2013, a 1.200 bolivianos, unos 174 dólares, que representaron 273% de aumento, casi se había triplicado el monto del salario de los trabajadores y eso iba directamente ligado al “salario básico” que los empleados perciben de las empresas privadas.
La estabilidad política, económica, social que vivió el país en esos años contribuyó a mejorar los ingresos y se trabajó en ese ámbito de brindar bienestar a las familias bolivianas, que ya no amanecían mirando la cotización del dólar para saber si subieron los productos de la canasta familiar, como ocurría en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado.
Otro apunte, desde 2011 el precio del dólar se conservó en 6,96 bolivianos por cada unidad de la moneda estadounidense. En cambio, en el periodo neoliberal siempre variaba entre 4,26 bolivianos en 1993 a 7,64 bolivianos en 2003. Esa estabilidad dio paso a la bolivianización de la economía, pues antes de 2005 todo estaba ajustado al precio del dólar, eso había acabado para la segunda década de los aumentos.
Para la tercera década, la estabilidad fue la tónica. Para 2021 se retomaron las negociaciones con los trabajadores, el escenario de pandemia no había cambiado, como tampoco habían cambiado las condiciones económicas mundiales; pero el Gobierno era distinto y era posible conversar sobre las mejoras salariales. De ese modo se incrementó de 2.122 bolivianos a 2.164, no era mucho, pero era mejor que lo que se había logrado en 2019 y 2020.
Lo mismo sucedió el año pasado y el incremento llegó a 2.250 bolivianos. De ese modo, en los 30 años de historia, el salario mínimo nacional fue mejorado en 14 veces su monto, subió un 1.406% en los 30 años, con altibajos y con luchas de los trabajadores que llegarán al 1 de mayo con otra negociación y otro incremento.