El 24 de julio, América conmemoró los 240 años de Simón Bolívar, quien dio su vida por la independencia americana.
El Padre de la Patria, luego de la victoria de Antonio José de Sucre en Ayacucho, llegó a la República de su nombre y permaneció cuatro meses en las que fueron provincias del Alto Perú.
La presencia del Libertador en Bolivia fue informada en pequeñas crónicas, en dos publicaciones de 1825: el Cóndor de Bolivia, que es considerado el primer periódico de la República, y El Mosquito.
En la víspera del primer aniversario del triunfo en Ayacucho, Simón Bolívar había escogido una de las minas del legendario Cerro Rico, orgullo de Potosí, para entregar a su compatriota Sucre una de las dos espadas ordenadas por la ciudad de Lima, donde el cumanés fue honrado con el título de Gran Mariscal.
A Sucre le encomendó también los destinos del nuevo Estado.
Si una persona de menos talento e integridad —opinan algunos historiadores— hubiera recibido la misión que le dio Simón Bolívar a Sucre, quizá la República no habría sobrevivido al caos del periodo formativo por el que pasaron todas las naciones de habla hispana de América en la primera mitad del siglo XIX.
Cuando partió a Lima, los primeros días de enero de 1826, el Cóndor de Bolivia informaba que el Libertador “deja momentáneamente la patria de su corazón y de su nombre”.
En una famosa proclama, publicada en ese célebre periódico, el gran general del Ejército Libertador prometía: “Seréis reconocidos por una Nación Independiente, recibiréis la Constitución más liberal del mundo. Vuestras leyes orgánicas serán dignas de la más completa civilización”.
Y Bolívar cumplió su promesa, redactó la Constitución en la quinta de Magdalena de Lima, y el Congreso General Constituyente boliviano inició la discusión del histórico documento el 1 de julio de 1826.
Bolívar, a quien debemos nuestra existencia como país, envió una carta a los legisladores bolivianos en la que explica que la Carta Social que entrega a los pueblos que el Ejercitó liberó expresa su gratitud hacia el nuevo Estado.
Revela que jamás alcanzará a expresar, ni débilmente, la bondad recibida de sus ciudadanos.
Y el Libertador confiesa a la República de su nombre: “Solo Dios tenía potestad para llamar a esa tierra Bolivia: ¿Qué quiere decir Bolivia? Un amor desenfrenado de libertad, que, al recibirla vuestro arrobo, no vio nada que fuera igual a su valor”.