La red de alcantarillado en la ciudad de La Paz nació hace un siglo, según los historiadores bolivianos. Desde entonces poco o nada se cambió del sistema de recolección de aguas pluviales y aguas servidas; no habría problema si la ciudad tuviera las edificaciones con las que nació hace un siglo. Los expertos hidrológicos ya advirtieron de que La Paz puede sufrir un colapso de su sistema de alcantarillado en cualquier momento.
En mayo de 2015 se presentó el Plan Maestro Metropolitano de Agua Potable y Saneamiento para La Paz y El Alto, un ambicioso proyecto elaborado entre el Gobierno nacional, el Gobierno Departamental de La Paz y ocho municipios, El Alto, Achocalla, Mecapaca, Laja, Palca, Viacha y Pucarani, además de la sede de gobierno. El proyecto contaba con recursos de la cooperación internacional y desde entonces poco se supo de las tareas que se desarrollaron principalmente en el casco viejo de la ciudad.
Donde antes había casas que albergaban a unas 10 familias como máximo, ahora se levantan inmensos edificios que multiplicaron el uso de las alcantarillas y del sistema pluvial. Las familias además crecieron y no se prestó mucha atención al problema subterráneo, aquel que es invisible a simple vista.
Según las propias autoridades, casi el 60% de las tuberías de alcantarillado de aguas servidas sigue siendo de hormigón, cuando las reglas indican que estas deben ser de PVC. Las instalaciones internas de edificios y casas se hacen con PVC, pero el problema es hacia afuera, en la recolección de las aguas y que está a cargo de la Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento, en la parte de las obras.
Recientemente, una denuncia pública de dos vecinos en la zona del Cementerio General provocó la remoción de cuatro cuadras de alcantarillas, que afectó incluso a la populosa zona comercial de la Huyustus, porque el cambio de las tuberías llegó hasta ese lugar desde cuatro cuadras más arriba. Ahí se vio el profesionalismo de los trabajadores de Epsas, que no escatimaron esfuerzos para reponer el ducto dañado y adicionarlo al recolector mayor. Como este caso hay varios en los suburbios de La Paz; pero el problema mayor es en el casco viejo, donde debe cambiarse todo el sistema.
A fines del siglo pasado se emprendió la tarea de enterrar todos los cables que pasan por el centro económico de La Paz: la avenida Camacho. Entonces se construyeron túneles subterráneos. Solo para esa tarea cerraron por meses toda la avenida y lograron despejar la maraña de cables que había en esa céntrica vía; algo similar tendrá que ocurrir en otras calles del casco viejo.
El problema de El Alto es aún mayor, porque es una ciudad plana con muy poco declive y hoy las torrenteras que se lograron construir ayudan a despejar las calles en días de lluvia. Para nadie es un secreto que en determinadas épocas las zonas de Río Seco y Senkata son las que más padecen, pues el agua no tiene hacia dónde escurrir y la caída natural es hacia el municipio de Achocalla, por esa razón el ingreso a esa población es deleznable y abundante en arenilla que filtra el agua que viene de la ciudad de El Alto.
Con esos problemas, ambas ciudades, que son de las más pobladas del país, deben buscar planes o aplicar el Plan Maestro Metropolitano de Agua Potable y Saneamiento para La Paz y El Alto. Ese proyecto viene a constituirse en el desafío mayor para las dos ciudades, que deben encarar los problemas de aguas servidas y aguas pluviales durante los próximos 35 años.