Las declaraciones del presidente Luis Arce sobre el Movimiento Al Socialismo (MAS) subrayan un hecho político que define el panorama electoral en Bolivia: el proyecto del MAS se ha establecido como la única alternativa frente a las amenazas de un retorno al neoliberalismo.
Los números hablan por sí solos. En 2020, cuando las encuestas auguraban un empate técnico con Carlos Mesa, el MAS con Luis Arce obtuvo un contundente 55,11% de los votos, superando por más de 20 puntos a su principal contrincante.
Esta victoria no fue casualidad, sino el reflejo de una conexión profunda entre el Instrumento Político y las necesidades reales del pueblo boliviano.
Mientras algunos sectores insisten en proclamar la "muerte" del MAS, la realidad demuestra lo contrario.
El Movimiento Al Socialismo ha demostrado su capacidad de solidez y renovación, manteniendo su esencia como expresión organizada de los sectores populares.
Frente a las amenazas de privatización de empresas públicas, desempleo masivo y liberalización del tipo de cambio que caracterizan las recetas neoliberales de la oposición, el MAS se presenta como la única opción viable para proteger los logros alcanzados.
El pueblo boliviano conoce bien las consecuencias de las políticas de ajuste estructural: el desmantelamiento del aparato productivo estatal, la precarización del empleo y la entrega del patrimonio nacional a intereses privados.
El MAS no es simplemente un partido político más; es, como afirma el presidente Arce, "el pueblo organizado". Representa la materialización política de décadas de lucha de los sectores indígenas, campesinos y populares urbanos. Su vigencia no depende de coyunturas electorales, sino de la persistencia de las desigualdades estructurales que le dieron origen.
La fortaleza del MAS radica en su base social. Mientras existan bolivianos humildes, mientras persista la marginación económica de amplios sectores de la población, el Instrumento Político tendrá razón de ser. Su capacidad de generar gobiernos populares desde el seno mismo del pueblo no es retórica, sino una realidad histórica demostrada.
El desafío electoral del 17 de agosto no es solo una competencia por cargos, sino una definición sobre el modelo de país que queremos construir.
El MAS, con su trayectoria y propuesta, se presenta como la garantía de continuidad de un proyecto que ha demostrado ser capaz de generar crecimiento económico con inclusión social, defendiendo los intereses nacionales frente a las presiones del capital transnacional.
La confianza en el voto ciudadano, como señala el Presidente, no es ingenuidad política, sino el reconocimiento de que el pueblo boliviano ha demostrado su madurez para distinguir entre propuestas genuinas de transformación y ofertas electorales que buscan restaurar el pasado neoliberal.
El MAS no solo no ha sido derrotado, sino que se mantiene como la única alternativa real para quienes aspiran a un Bolivia más justa, soberana y próspera.