El presidente Luis Arce anunció el martes que a partir de 2026 Bolivia va a producir el 80% del diésel que demanda el mercado interno. Más allá de la gran relevancia de esta noticia: que desde el próximo año el TGE dejará de erogar cientos de millones de dólares en la importación y subvención de diésel, es necesario hacer un análisis de las gestiones del Gobierno nacional para propiciar esta situación, en un contexto altamente complejo.
Las previsiones del mandatario confirman que ya el año que viene empezarán a dar sus frutos dos de las grandes soluciones estructurales para reimpulsar el crecimiento y desarrollo: 1) la reactivación del sector hidrocarburos: el megacampo Mayaya, cuyo alto potencial (1,7 TCF) se confirmó el año pasado, empezará a dar grandes cantidades de gas, pero también de hidrocarburos líquidos, lo que permitirá acrecentar consi- derablemente la producción de combustibles; y 2) la industria de biodiésel: ya funciona la Planta de Biodiésel I de Santa Cruz, en los siguientes meses arrancarán las operaciones de su par en El Alto, y en 2026 se concluirá la implementación de la Planta de Aceites Hidrotratados (HVO).
Es importante este repaso, porque da cuenta de que el gobierno del presidente Arce trabaja con una mirada integral: diseña y plantea soluciones de corto y largo plazo, que palien temporalmente afectaciones inmediatas de la población, en el primer caso; y que resuelvan problemáticas estructurales de larga data y efectos prolongados, en el segundo.
Pero también es necesario recordar por qué el país vive esta crisis de hidrocarburos y combustibles que, además, entre sus graves efectos directos, genera otra crisis eventual pero seria: la falta de dólares. Durante gran parte de los gobiernos de Evo Morales se dejó de invertir en exploración de hidrocarburos; no se cuidó la nacionalización y solo se vivió de la explotación de las reservas ya consolidadas. Así, las reservas fueron mermando a ritmo veloz porque no hubo reposición, se dejó de exportar importantes volúmenes y bajaron drásticamente los ingresos. Pero, además, cayó en picada la producción de líquidos para refinar combustibles (actualmente se importa hasta el 90 % del diésel demandado).
Apenas asumió el gobierno, diseñó una política de reactivación del upstream: se trabajó hasta el momento en 42 proyectos exploratorios, muchos dieron alentadores resultados y el gran hallazgo es Mayaya. A ello se suma la industrialización de biocombustibles para reemplazar los combustibles fósiles. Gracias a este trabajo responsable, ya se avizoran los primeros resultados: pronto se volverá a tener importantes reservas de gas y se retomará la alta exportación con la consecuente subida de ingresos; a la vez, se dejará de importar grandes cantidades de diésel y se ahorrará también en la subvención. Todo esto derivará, además, en la paulatina reposición de la circulación de dólares: se dejará de usar millones para comprar diésel, y se recibirán buenas cantidades de esta divisa por las exportaciones.
AEP